Martínez se encontraba en una habitación oscura en un escondite temporal, el eco de los pasos del grupo aún resonaba en su mente. Había fallado en su misión de capturar a Alice, Dalton y el resto. Su respiración era pesada y cada segundo que pasaba sentía el peso de la responsabilidad aplastándolo. Con manos temblorosas, sacó su teléfono y marcó el número de Alfa.El tono de llamada retumbó en sus oídos, cada segundo prolongándose como una eternidad. Finalmente, la voz de Alfa, fría y autoritaria, se hizo presente al otro lado de la línea.—Martínez, espero que tengas buenas noticias. —Dijo Alfa, su tono ya evidenciando impaciencia.Martínez tragó saliva, tratando de encontrar las palabras adecuadas para explicar su fracaso.—Los perdí. Se escaparon en medio de una nube de humo y no pude alcanzarlos. —Confesó Martínez, sintiendo cómo la tensión aumentaba con cada palabra.Hubo un silencio ensordecedor, seguido por un estallido de ira.—¡Inútil! ¿Sabes lo que has hecho? Nos estás destr
Alice apretó los labios, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en su pecho. Sabía que no podían confiar en Martínez, pero también sabía que tenían que ganar tiempo.—Lo único que sabemos es que están a kilómetros de aquí, en un lugar donde jamás podrán encontrarlos a menos que ellos quieran que eso suceda. —Musitó Dalton, con su voz calmada y medida.Alice miró a Dalton, buscando alguna señal de duda en sus ojos. Pero él permaneció impasible, su mirada fija en Martínez, el traidor que había osado desafiarlos a ellos y a su familia.—Muy bien, Dalton. —Masculló Martínez, con una sonrisa sarcástica. —Veamos qué tan leales son realmente tus hombres.Martínez hizo una seña con la mano y sus hombres, armados hasta los dientes, avanzaron en formación. Los hombres de Morettí, dispersos por el lugar, tensaron los músculos y aferraron con más fuerza sus armas, listos para el inminente enfrentamiento.—¡No se muevan! —Gritó uno de los hombres de Martínez, apuntando con su rifle a la cabeza de
Un día después.12:30 AM.Lara y su contacto, cuyo nombre era Tomás, se movieron con rapidez y cautela por las calles oscuras, evitando cualquier posible vigilancia. Sabían que el tiempo era esencial y que cada segundo contaba. La noche se había vuelto aún más fría, y una leve neblina comenzaba a envolver la ciudad, proporcionando una cobertura perfecta para su misión.Finalmente, llegaron a un edificio abandonado en las afueras de la ciudad. Era un lugar discreto, perfecto para una reunión clandestina. Tomás abrió la puerta con cuidado, y ambos se deslizaron en el interior, sus pasos resonando ligeramente en el suelo de concreto. Las paredes desnudas y las ventanas rotas añadían una sensación de desolación al lugar, pero Lara y Tomás sabían que no podían permitirse el lujo de ser sentimentalistas.En el interior, Samuel y Gabriel ya estaban esperando. Ambos chicos mostraban signos de tensión y cansancio, pero sus rostros se iluminaron al ver a Lara y a Tomás entrar. Lara se acercó r
Samuel y Tomás se alejaban a toda velocidad del departamento, pero la motocicleta parecía no ser lo suficientemente rápida para escapar del peso que cargaban en sus corazones. Al llegar a una intersección, vieron un coche negro acelerando hacia ellos. El impacto fue inevitable, y el choque los arrojó al suelo. Aturdidos, intentaron ponerse de pie, pero un grupo de hombres vestidos de negro se abalanzó sobre ellos. Samuel trató de luchar, pero un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente. Cuando despertó, se encontró en una celda fría y oscura, con las manos atadas detrás de su espalda. Su cuerpo dolía por el impacto y los golpes, pero la preocupación por su familia lo mantenía alerta. A través de las rejas, podía ver a varios guardias patrullando, sus rostros eran impenetrables. La puerta de la celda se abrió y Alfa entró, su presencia llenando el espacio con una energía siniestra. Su sonrisa era cruel mientras miraba a Samuel. —Bienvenido, Samuel. Espero que el viaje no haya sido de
El líder de los mercenarios contratado por Alfa se adentró en el enorme cuarto, sus pasos resonando con un eco siniestro en las paredes de concreto. El lugar, oscuro y opresivo, parecía un búnker abandonado, lo que lo hacía aún más inquietante. Las luces parpadeantes apenas iluminaban las caras tensas de Martínez y sus hombres, quienes se mantenían en silencio, sabiendo que algo terrible estaba a punto de suceder.El líder de los mercenarios, un hombre alto y musculoso con una cicatriz que cruzaba su rostro, se detuvo en el centro de la sala y miró una a una las caras de los hombres de Martínez. Su expresión era fría y calculadora, una máscara de indiferencia que ocultaba sus verdaderas intenciones. Martínez intentó mantenerse firme, pero podía sentir el miedo recorriendo su columna vertebral.—Escuchen bien. —Dijo el líder, su voz resonando en el búnker con una autoridad incuestionable. —Alfa ha tomado una decisión. Y hoy, aquí y ahora, esa decisión se llevará a cabo.Con una señal d
El líder de los mercenarios contratado por Alfa se adentró en el enorme cuarto, sus pasos resonando con un eco siniestro en las paredes de concreto. El lugar, oscuro y opresivo, parecía un búnker abandonado, lo que lo hacía aún más inquietante. Las luces parpadeantes apenas iluminaban las caras tensas de Martínez y sus hombres, quienes se mantenían en silencio, sabiendo que algo terrible estaba a punto de suceder. El líder de los mercenarios, un hombre alto y musculoso con una cicatriz que cruzaba su rostro, se detuvo en el centro de la sala y miró una a una las caras de los hombres de Martínez. Su expresión era fría y calculadora, una máscara de indiferencia que ocultaba sus verdaderas intenciones. Martínez intentó mantenerse firme, pero podía sentir el miedo recorriendo su columna vertebral. —Escuchen bien. —Dijo el líder, su voz resonando en el búnker con una autoridad incuestionable. —Alfa ha tomado una decisión. Y hoy, aquí y ahora, esa decisión se llevará a cabo. Con una s
El líder de los mercenarios contratado por Alfa se adentró en el enorme cuarto, sus pasos resonando con un eco siniestro en las paredes de concreto. El lugar, oscuro y opresivo, parecía un búnker abandonado, lo que lo hacía aún más inquietante. Las luces parpadeantes apenas iluminaban las caras tensas de Martínez y sus hombres, quienes se mantenían en silencio, sabiendo que algo terrible estaba a punto de suceder. El líder de los mercenarios, un hombre alto y musculoso con una cicatriz que cruzaba su rostro, se detuvo en el centro de la sala y miró una a una las caras de los hombres de Martínez. Su expresión era fría y calculadora, una máscara de indiferencia que ocultaba sus verdaderas intenciones. Martínez intentó mantenerse firme, pero podía sentir el miedo recorriendo su columna vertebral. —Escuchen bien. —Dijo el líder, su voz resonando en el búnker con una autoridad incuestionable. —Alfa ha tomado una decisión. Y hoy, aquí y ahora, esa decisión se llevará a cabo. Con un
Samuel y Tomás se alejaban a toda velocidad del departamento, pero la motocicleta parecía no ser lo suficientemente rápida para escapar del peso que cargaban en sus corazones. Al llegar a una intersección, vieron un coche negro acelerando hacia ellos. El impacto fue inevitable, y el choque los arrojó al suelo. Aturdidos, intentaron ponerse de pie, pero un grupo de hombres vestidos de negro se abalanzó sobre ellos. Samuel trató de luchar, pero un golpe en la cabeza lo dejó inconsciente. Cuando despertó, se encontró en una celda fría y oscura, con las manos atadas detrás de su espalda. Su cuerpo dolía por el impacto y los golpes, pero la preocupación por su familia lo mantenía alerta. A través de las rejas, podía ver a varios guardias patrullando, sus rostros eran impenetrables. La puerta de la celda se abrió y Alfa entró, su presencia llenando el espacio con una energía siniestra. Su sonrisa era cruel mientras miraba a Samuel. —Bienvenido, Samuel. Espero que el viaje no haya sido d