Dalton y Alice intentaban seguir adelante con sus vidas tras la supuesta muerte de Samuel, pero cada día era una lucha constante. Ambos se sumergieron en su trabajo, tratando de recuperar a los clientes perdidos y mantener la empresa a flote, pero el dolor y la tristeza siempre estaban presentes.En la oficina de su empresa, Dalton y Alice trabajaban incansablemente, revisando contratos y preparando presentaciones para convencer a los clientes de que la compañía seguía siendo confiable. Sin embargo, el peso del luto hacía que cada tarea fuera más difícil de lo que solía ser.Una mañana, Dalton estaba sentado en su despacho, mirando la fotografía de Samuel que tenía sobre su escritorio. El rostro sonriente de su hijo le recordaba constantemente lo que habían perdido. Se pasó una mano por el rostro, tratando de despejar la mente antes de que llegara el primer cliente del día.Alice entró en el despacho, llevando consigo un montón de documentos.—Dalton, tenemos una reunión con los direc
Brock y su gente no sabían con quiénes se estaban metiendo. Aunque Alice y Dalton lo que menos querían era llamar la atención, sabían que no podían permitir que Brock y su banda los controlaran. Decidieron empezar a pagarle a Brock mientras gestionaban sus movimientos en secreto para encontrar una forma de vencerlo.La fachada de cooperación que presentaban les permitió ganar tiempo. Mientras pagaban la cuota mensual a Brock, Alice y Dalton trabajaban incansablemente en un plan para desmantelar la operación de la banda y asegurarse de que su negocio y su familia estuvieran a salvo.Alice, con su aguda mente para los negocios y habilidades de organización, comenzó a investigar a Brock y su red de contactos. Utilizó su carisma y conexiones en la comunidad para recopilar información valiosa sobre las actividades de la banda. Mientras tanto, Dalton, con su determinación y habilidades tácticas, desarrolló un plan meticuloso para neutralizar la amenaza.Una noche, mientras Dalia dormía en s
176: CaliforniaAjenos a la verdadera intención de Alfa, Samuel y Gabriel se prepararon con esmero para la misión. Aseguraron todo el equipo necesario y repasaron los detalles del baile de máscaras y las instrucciones dadas por Lara. Ambos estaban determinados a demostrar su valía y cumplir con su deber, sin saber que el peligro acechaba en las sombras.El amanecer del día de su partida a California llegó, y el aire estaba cargado de anticipación y nerviosismo. Samuel y Gabriel se encontraron en el hangar de la agencia, donde un jet privado los esperaba para llevarlos a su destino. Subieron al avión y tomaron sus asientos, sintiendo una mezcla de emoción y ansiedad.—Cariño, ¿Estás listo para esto? —Preguntó Samuel, intentando ocultar su nerviosismo.Gabriel asintió, aunque su enojo con Samuel aún estaba presente.—Sí, Samuel. Estoy listo. Solo recuerda seguir el plan y no dejarte llevar por las emociones. —Respondió Gabriel, su voz mostrando una mezcla de determinación y cautela.El
Martínez guardó su teléfono y se quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre lo que acababa de discutir. Sabía que la misión era peligrosa y que había muchas vidas en juego, pero estaba decidido a cumplir con su deber.Con todos los engranajes en movimiento, la escena estaba preparada para un enfrentamiento lleno de tensión y peligro. Samuel y Gabriel se dirigían hacia un destino que pondría a prueba no solo sus habilidades, sino también su capacidad para enfrentar la verdad y la traición.La celebración comenzó con gran pompa y esplendor. Samuel y Gabriel, disfrazados como modelos elegantes, escoltaron a la hija de Vincent Moretti, Isabella, mientras caminaban frente a los flashes y la multitud de invitados. Isabella, una joven deslumbrante con un vestido de gala, sonreía y saludaba a los invitados, disfrutando de la atención.Samuel y Gabriel mantenían sus rostros serenos y sus movimientos calculados, conscientes de que cada paso que daban era observado de cerca. A medida
La habitación se llenaba rápidamente de humo y el calor abrasador hacía cada vez más difícil respirar. Las llamas rugían a su alrededor, lamiendo las paredes y el techo, haciendo que las estructuras comenzaran a crujir y romperse. Dalton, Alice, Samuel y Gabriel se unieron en el centro, conscientes de que necesitaban encontrar una salida y rápido.Samuel, con el corazón latiéndole a mil por hora, dio un paso atrás y tropezó con algo en el suelo, cayendo de espaldas. Mientras intentaba levantarse, se dio la vuelta y vio con qué se había tropezado: una manilla metálica ligeramente oculta por los escombros.—¡Aquí! —Gritó Samuel, señalando la manilla.Dalton, sin perder un segundo, corrió hacia Samuel y ayudó a despejar los escombros alrededor de la trampilla.—¡Rápido, esta puede ser nuestra única salida! —Exclamó Dalton, tirando de la manilla con fuerza.La trampilla se abrió con un chirrido metálico, revelando un pasadizo oscuro que descendía hacia las profundidades de la estructura. A
Las sirenas resonaban en el aire nocturno mientras las ambulancias se dirigían a toda velocidad hacia el Hospital General de Los Ángeles. La noche era oscura y fría, y el caos de los últimos eventos aún resonaba en la mente de todos. Dalton yacía en la camilla, con una mascarilla de oxígeno cubriendo su rostro, mientras Alice, también con una mascarilla, sostenía su mano, intentando darle fuerzas.—Aguanta, mi amor. Estás en buenas manos. Vamos a llegar al hospital muy pronto. —Murmuró Alice, con su voz llena de determinación y cariño, a pesar de la opresión del humo inhalado.Dalton, aunque débil, intentó sonreírle a través de la máscara, consciente de la gravedad de sus lesiones. La falta de sensación en sus piernas lo llenaba de terror, pero la presencia de Alice a su lado le daba un pequeño consuelo.En otra ambulancia, Gabriel estaba acostado en una camilla, con las manos envueltas en vendajes gruesos y una mascarilla de oxígeno cubriendo su rostro. Sus quemaduras de tercer grado
Samuel se encuentra de pie junto a la cama de Gabriel, sus ojos llenos de furia contenida. Gabriel, con las manos vendadas y una expresión de dolor, lo observa con preocupación.—Samuel, por favor, entiende. No quiero que te expongas más. No después de lo que pasó... No estás preparado para lidiar con esto solo, espera que me den de alta y ambos lo resolveremos. —Pidió Gabriel con voz temblorosa—¡¿Qué quieres que haga, Gabriel?! ¡¿Simplemente dejar que Martínez se salga con la suya?! ¡Nos traicionó, mi padre y tú casi mueres por su culpa! —Gritó Samuel furioso, mientras caminaba por la habitación de un lado a otro como un animal enjaulado.—Lo sé y entiendo cómo te sientes, no pienses que yo no estoy igual de cabreado que tú, pero ir tras él solo te pondrá en peligro. No puedo perderte, Samuel. No así... Esto es demasiado riesgoso. —Masculló el ojiazul con lágrimas corriéndole por su rostro.—Ya me jodieron una vez cuando mi familia fue a buscarnos en la base. No permitiré que vuelva
Samuel descendió del taxi y sus pies tocaron el pavimento frente al imponente hotel. Una oleada de adrenalina recorrió su cuerpo, haciendo que cada fibra de su ser se mantuviera alerta. A través del cristal del vestíbulo, distinguió la figura imponente del Detective Martínez, rodeado de un grupo de oficiales. Apretando los dientes, Samuel gruñó ligeramente, sabía que no había tiempo que perder.Rodeó el edificio, aprovechando la penumbra de la noche para mantenerse fuera de la vista. Al doblar la esquina, se encontró con un callejón estrecho, apenas iluminado por la tenue luz de una farola parpadeante. Allí, un botones del hotel, ajeno a su entorno, estaba embelesado fumándose un cigarrillo con aire relajado.Samuel recordó las lecciones de Gabriel para inmovilizar a un civil sin hacerle daño y de inmediato lo puso en práctica. Se acercó con sigilo, calculando cada uno de sus pasos. En un instante, movió su brazo alrededor del cuello del botones, aplicando una presión precisa. El joven