Jericó salió de la cabaña y se dirigió directamente hacia Estrella, quien estaba esperándolo con una mirada preocupada en el rostro. La tensión era palpable mientras Jericó intentaba procesar lo que acababa de suceder dentro de la cabaña. —¿Estás bien? —preguntó Estrella, colocando una mano en el hombro de Jericó al verlo entrar. Él asintió, pero su expresión seguía siendo grave. —No me gusta la forma en que esa bruja se comporta… hay algo en ella que no me parece correcto, no quiero tenerla cerca, creo que ya no me importa morir a manos de esa maldición, pero no quisiera volver a estar cerca de ella. Estrella asintió en acuerdo. —Tienes razón en desconfiar, Jericó. Y aunque no podemos permitirnos bajar la guardia con Osiris, no puedes renunciar a estar bien, y a la poción que ella va a preparar para romper la maldición. Necesitamos que eso ocurra así, porque ahora somos una familia y estamos a punto de tener un bebé. No puedes alejarte hasta que no tengamos la solución. Jeric
—¡Estrella, espera! —Yara gritó mientras veía a su amiga correr, las lágrimas bajando descontadamente por sus mejillas. La alcanzó, tomándola por los hombros, y le imploró con urgencia. —¿Qué te ha hecho ese canalla? —Osiris... él... —Estrella apenas podía hablar entre sollozos. Las palabras se atropellaron, desesperadas y rotas, y le contó todo lo que había ocurrido. —¡Ese monstruo! Pero les haré pagar —. Yara estaba hirviendo de ira, lista para desatar su furia, cuando un mensajero se acercó, interrumpiendo su tormenta interna. —Los hermanos de Osiris han llegado y están pidiendo verla, están en el corredor de entrada —anunció, temeroso, ante la intensidad en los ojos de Yara. —¡Maldición! —masculló ella, yo voy a ir a hablar con ellas. Sin perder tiempo, Yara caminó al porche de entrada, y allí estaba Brad enfrentando a los recién llegados. —No son bienvenidos aquí —les dijo con firmeza. El hombre y la mujer, metieron sus manos en la chaqueta que cargaban y lo miraron co
Brad irrumpió en la habitación, con la respiración agitada y los ojos desorbitados al ver el cuerpo inerte de Osiris en el suelo. —Ella no me dejó otra alternativa, iba a lanzar una maldición en contra de Estrella y mi hijo, yo no podía permitirlo —dijo Jericó visiblemente afectado, tirando el corazón al suelo.Brad asintió lentamente, entendiendo la gravedad de la situación. Sabía que la amenaza de Osiris era real y que había estado dispuesta a usar magia oscura para retener a Jericó a su lado.—De acuerdo, entiendo la situación, pero debemos actuar con cautela. Los hermanos de Osiris están afuera, exigiendo verla —dijo Brad, señalando hacia la entrada de la cabaña—. Esto podría desatar una guerra entre nuestras manadas.Yara, quien había estado observando la escena en silencio, intervino.—Tienes razón, Brad. Esto podría volverse muy peligroso. Los hermanos de Osiris son poderosos y no van a tomar su muerte a la ligera. Deberíamos considerar nuestras opciones antes de tomar una dec
—¿Me vas a dejar? —Jericó quebró el silencio con su pregunta, sus ojos buscando los de Estrella con desesperación. Ella se quedó inmóvil, procesando cada palabra. La confesión de Jericó la había dejado sin habla, pero él no esperó una respuesta y continuó con urgencia en su voz. —Sabes que yo nunca confié en Osiris completamente —admitió—, pero ustedes me convencieron y yo accedí, pero eso no tiene importancia ahora, preferí matarla, que arriesgarme a que me separara de ti o fuera en contra de ustedes. —Pero ¿Y la maldición? No vas a poder curarte. —Prefiero mantener la maldición y no alejarme de ti. —Jericó... —Estrella intentó interrumpir, pero él la cortó con una súplica. —Perdóname Estrella —, dijo, su voz temblorosa—. Perdóname por esos minutos en que no pude reconocerte. Ella lo observó, su corazón palpitó furioso contra su pecho. En un impulso, cerró la distancia entre ellos y lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeando su torso y su rostro escondido en su pecho. —Yo debe
La tierra aún fresca marcaba la tumba anónima de Minerva, en una población vecina de humanos. No hubo lamentos ni susurros de despedida, solo el silencio de una vida que se había extinguido sin dejar rastro de amor en el mundo. Mientras observaban, el rey anunció su intención de regresar al palacio. —Debemos regresar al palacio, ya he estado fuera por mucho tiempo. Brad y Yara, quiero que me acompañen. —Abuelo, Jericó y yo queremos hacer nuestro ritual de unión — reveló Estrella, con una mirada firme hacia el anciano soberano. —No será aquí —dijo con firmeza—. Lo celebraremos en el palacio —, declaró el rey con solemnidad—. Es mi deseo ver salir de allí a mi nieta, con su compañero a su lado. —¿Y por qué no le pediste lo mismo a Brad, que también es tu nieto y además heredero? —replicó Estrella, cruzándose de brazos—. Se casó lejos de aquí. ¿Acaso hay dos medidas, una diferente para mí porque soy mujer? ¿No me digas que tengo a un abuelo machista? —inquirió con evidente molestia.
Meses después de la emotiva ceremonia de unión, la vida en la manada Nueva Niebla Plateada seguía su curso, Jericó y Estrella se habían convertido en los nuevos líderes de la manada.Estrella por su parte, se había dedicado a entrenar a las mujeres de la manada, preparándolas para cualquier desafío que pudiera surgir. Era una líder fuerte y determinada, y su embarazo no había disminuido su espíritu combativo.—¡Más fuerte, chicas! ¡Vuestros enemigos no tendrán piedad! —. Estrella gritaba con fervor mientras observaba a las mujeres de la manada Nueva Niebla Colmillo Plateado, practicar sus movimientos defensivos. A pesar de su abultado vientre, se movía con la gracia y precisión de una guerrera experimentada.—Estrella, ¿qué estás haciendo? —. La voz regañona del Rey cortó el aire fresco de la mañana, acompañado de Yara y la presencia sigilosa de Brad.Estrella, sudorosa y con una sonrisa en el rostro, se detuvo para hablar con ellos.—Entrenando —, respondió Estrella, girando hacia e
Los días se convirtieron en semanas y estás en meses. Estrella se encontraba en su lugar de trabajo, una habitación que habilitó para seguir estudiando la situación de Jericó, cuando entró su cuñada.—¿Estás segura de que todo va bien, Estrella? ¿No será que no quieres vernos en tu manada? —Yara preguntó, su mirada perforando la concentración de Estrella. La chica levantó la vista de sus pergaminos y frascos, donde líquidos burbujeaban con colores místicos.—¿Qué dices? ¿Estás loca? —inquirió Estrella, con una sonrisa—. Ustedes son mi familia, por supuesto que me gusta que vengan a visitarnos, y a mi pequeña le gusta jugar con su primo.—¿Entiendo? Entonces, ¿por qué esa cara de preocupación? —inquirió con una mezcla de curiosidad y ansiedad.—Es Jericó —admitió Estrella, su voz se quebró como el cristal bajo presión —. Osiris no rompió la maldición, pero él... está bien. No tiene síntomas, lo he estado monitoreando y se ve sano, no se ha inflamado más su corazón y no le ha dado ning
Quince años después.Ana trapeaba el piso del gran salón, el último espacio que le faltaba por terminar. Se había levantado temprano, cuando aún estaba oscuro, para terminar con prontitud y ver si podía tener un momento de descanso.Exprimía el último trapo, sus dedos enrojecidos por la fricción. La sala relucía bajo un sol que se asomaba tímidamente a través de las ventanas altas. Con una sonrisa cansada, observó su trabajo casi completado. Pero antes de que pudiera saborear la satisfacción del deber cumplido, la hija del Alfa, Rania, con un gesto despectivo, pateó el cubo. El agua jabonosa se esparció como un río desbordado sobre el piso recién limpio.—¡¿Por qué hiciste eso?! —Ana no pudo contener su rabia. Las gotas salpicaron sus mejillas, reflejo de su sorpresa e indignación—¿No ves que me ha tomado mucho tiempo? —su voz era un hilo tenso, vibrante de frustración.La chica se mantenía soberbia, mirándola con absoluto desprecio.—¿Por qué me odias tanto? —. Las palabras salieron