Meses después de la emotiva ceremonia de unión, la vida en la manada Nueva Niebla Plateada seguía su curso, Jericó y Estrella se habían convertido en los nuevos líderes de la manada.Estrella por su parte, se había dedicado a entrenar a las mujeres de la manada, preparándolas para cualquier desafío que pudiera surgir. Era una líder fuerte y determinada, y su embarazo no había disminuido su espíritu combativo.—¡Más fuerte, chicas! ¡Vuestros enemigos no tendrán piedad! —. Estrella gritaba con fervor mientras observaba a las mujeres de la manada Nueva Niebla Colmillo Plateado, practicar sus movimientos defensivos. A pesar de su abultado vientre, se movía con la gracia y precisión de una guerrera experimentada.—Estrella, ¿qué estás haciendo? —. La voz regañona del Rey cortó el aire fresco de la mañana, acompañado de Yara y la presencia sigilosa de Brad.Estrella, sudorosa y con una sonrisa en el rostro, se detuvo para hablar con ellos.—Entrenando —, respondió Estrella, girando hacia e
Los días se convirtieron en semanas y estás en meses. Estrella se encontraba en su lugar de trabajo, una habitación que habilitó para seguir estudiando la situación de Jericó, cuando entró su cuñada.—¿Estás segura de que todo va bien, Estrella? ¿No será que no quieres vernos en tu manada? —Yara preguntó, su mirada perforando la concentración de Estrella. La chica levantó la vista de sus pergaminos y frascos, donde líquidos burbujeaban con colores místicos.—¿Qué dices? ¿Estás loca? —inquirió Estrella, con una sonrisa—. Ustedes son mi familia, por supuesto que me gusta que vengan a visitarnos, y a mi pequeña le gusta jugar con su primo.—¿Entiendo? Entonces, ¿por qué esa cara de preocupación? —inquirió con una mezcla de curiosidad y ansiedad.—Es Jericó —admitió Estrella, su voz se quebró como el cristal bajo presión —. Osiris no rompió la maldición, pero él... está bien. No tiene síntomas, lo he estado monitoreando y se ve sano, no se ha inflamado más su corazón y no le ha dado ning
Quince años después.Ana trapeaba el piso del gran salón, el último espacio que le faltaba por terminar. Se había levantado temprano, cuando aún estaba oscuro, para terminar con prontitud y ver si podía tener un momento de descanso.Exprimía el último trapo, sus dedos enrojecidos por la fricción. La sala relucía bajo un sol que se asomaba tímidamente a través de las ventanas altas. Con una sonrisa cansada, observó su trabajo casi completado. Pero antes de que pudiera saborear la satisfacción del deber cumplido, la hija del Alfa, Rania, con un gesto despectivo, pateó el cubo. El agua jabonosa se esparció como un río desbordado sobre el piso recién limpio.—¡¿Por qué hiciste eso?! —Ana no pudo contener su rabia. Las gotas salpicaron sus mejillas, reflejo de su sorpresa e indignación—¿No ves que me ha tomado mucho tiempo? —su voz era un hilo tenso, vibrante de frustración.La chica se mantenía soberbia, mirándola con absoluto desprecio.—¿Por qué me odias tanto? —. Las palabras salieron
El abrazo entre Yara y su cuñada Estrella fue un cálido refugio de bienvenida. Se apartaron, sus ojos destilando la alegría del reencuentro, y sin más preámbulos, después de saludar a su hermano, su sobrina y estos a Harvey. Se sentaron en el confortable diván de la sala de estar, decorado con pieles y motivos tribales que evocaban la majestuosidad de la manada. —¿Has sabido de Roxana? —preguntó Yara, su mirada entrelazada con su cuñada— ¿Has ido a verla? —Está bien —aseguró Estrella con calma—. La estamos visitando cada seis meses. —¿Cada seis meses? —Yara masticó las palabras, como si probara un alimento extraño— ¿Y has ido sin avisar? Estrella, la gente oculta cosas, y no sé, pero últimamente me he sentido inquieta por ella. —Sé que tienes razón —, admitió Estrella, su voz en un susurro—. Pero a pesar de ser prima del rey, mi posición, como Luna de otra manada, complica que pueda ir a visitar otra sin avisar. —Es cierto, pero yo puedo —dijo Yara, firmeza brotando de su voz —,
La chica no dejaba de llorar y eso no solo angustiaba a Harvey, sino que King también estaba ansioso y preocupado.—Por favor, no llores más, —murmuró Harvey con una voz que envolvía como manto cálido, mientras sus brazos fuertes y seguros rodeaban a la temblorosa figura de ella. Las lágrimas dejaron de brotar, y en el silencio que siguió, se apartó un paso, apenas suficiente para mirarla a los ojos. —¿Estás bien?Ella asintió, aún cautiva, en el resguardo de su presencia. —Gracias —susurró.—No tienes que agradecerme —Su sonrisa era un refugio para ella —. ¿Cómo te llamas?Por un momento ella se quedó en silencio, estaba reacia a soltar su verdadera identidad, temía que cuando supiera quién era la tratara como lo habían hecho lo demás, por eso prefirió calla, había encontrado en él, un oasis de calma y protección, se sentía demasiado segura y era la primera vez que tenía esa sensación.—Ann —mintió ella, —Encantado, Ann. Soy Harvey —. Le ofreció su mano, que ella tomó brevemente,
—¡Ann! —. La voz de Harvey perforó el aire fresco del río, llevando consigo un alivio que ablandó su determinación. Ella levantó la vista y lo vio allí, firme como un roble, con esa sonrisa que desarmaba todas sus defensas.—Harvey... —llamó, su nombre salió en un suspiro mientras él cerraba la distancia entre ellos. Sus brazos se extendieron, retirando la pesada carga de sus hombros y antes de que pudiera protestar, la elevó en el aire. Anna se aferró a él, riendo con el corazón ligero, sin peso alguno, literal y metafóricamente.—Te he extrañado tanto.Las palabras de él eran una caricia cálida contra su oído.—Y yo a ti —se aferró a su cuello, sintiendo el mundo desaparecer en ese abrazo. Pero entonces, Harvey se tensó, al ver el ligero carmesí en su mejilla, su expresión cambió de alegría a preocupación.—¿Qué te pasó aquí? —. Sus dedos trazaron con delicadeza el contorno de la marca en su mejilla.—No es nada, no te preocupes —. Desvió la mirada, incapaz de sostener la suya cu
—Te deseo —Harvey susurró, sus labios encontrando los de Ann con una urgencia que borraba el mundo alrededor.Era la sensación más extraordinaria que había vivido en su vida. Ella se entregó a ese beso, cada pensamiento racional disuelto en la pasión que él despertaba en su interior.—Harvey... hazme tuya —balbuceó Anna entre besos, su cuerpo vibrando con una necesidad insaciable, una que nunca había sentido y que la hacía sentir en el mismo cielo.—¿Estás segura? —. La voz de Harvey era ronca, teñida de un deseo igualmente poderoso.—Sí —murmuró ella sin vacilación, y como si fuera su confirmación, la llave a su contención.Él la levantó en brazos como si fuera tan ligera como el aire y caminó con ella, con cuidado, la depositó en la suave orilla del río, donde el murmullo del agua se mezcló con sus latidos acelerados y los gemidos que salían presurosos de la boca de Anna.Harvey inició un lento peregrinaje con sus labios, desde las delicadas canillas de Anna hasta los muslos palpit
—¿Dónde diablos, estabas metida? ¿Dónde está ese hombre con quien estabas retozando? — increpó la jefa de los omegas cuando la vio. La voz de la mujer era como un látigo, cortante y cruel; ella aún se estaba vistiendo cuando llegó a su lado. —Yo... no sé de qué habla —tartamudeó. El corazón latiéndole en la garganta a mil por horas, mientras trataba de abrocharse el último botón de la blusa a toda prisa. Pero Alaina no le creía, y mucho menos iba a escuchar alguna justificación de parte; las venas de su cuello se marcaron con cada palabra escupida en dirección a la joven. —¡Mentirosa! ¡Zorra! —gritó. Sintió el peso de sus acusaciones como si fueran piedras.—Yo no soy una zorra, está equivocada, yo…—trató de justificarse, pero se escuchó el gruñido de la mujer y luego un fuerte golpe en su rostro.—Lo vas a pagar, no te va a ir nada bien —expresó en tono amenazante, prometiéndole un futuro lleno de infortunios.Mientras hablaban, la mujer hizo un gesto y dos hombres aparecieron.