Brad irrumpió en la habitación, con la respiración agitada y los ojos desorbitados al ver el cuerpo inerte de Osiris en el suelo. —Ella no me dejó otra alternativa, iba a lanzar una maldición en contra de Estrella y mi hijo, yo no podía permitirlo —dijo Jericó visiblemente afectado, tirando el corazón al suelo.Brad asintió lentamente, entendiendo la gravedad de la situación. Sabía que la amenaza de Osiris era real y que había estado dispuesta a usar magia oscura para retener a Jericó a su lado.—De acuerdo, entiendo la situación, pero debemos actuar con cautela. Los hermanos de Osiris están afuera, exigiendo verla —dijo Brad, señalando hacia la entrada de la cabaña—. Esto podría desatar una guerra entre nuestras manadas.Yara, quien había estado observando la escena en silencio, intervino.—Tienes razón, Brad. Esto podría volverse muy peligroso. Los hermanos de Osiris son poderosos y no van a tomar su muerte a la ligera. Deberíamos considerar nuestras opciones antes de tomar una dec
—¿Me vas a dejar? —Jericó quebró el silencio con su pregunta, sus ojos buscando los de Estrella con desesperación. Ella se quedó inmóvil, procesando cada palabra. La confesión de Jericó la había dejado sin habla, pero él no esperó una respuesta y continuó con urgencia en su voz. —Sabes que yo nunca confié en Osiris completamente —admitió—, pero ustedes me convencieron y yo accedí, pero eso no tiene importancia ahora, preferí matarla, que arriesgarme a que me separara de ti o fuera en contra de ustedes. —Pero ¿Y la maldición? No vas a poder curarte. —Prefiero mantener la maldición y no alejarme de ti. —Jericó... —Estrella intentó interrumpir, pero él la cortó con una súplica. —Perdóname Estrella —, dijo, su voz temblorosa—. Perdóname por esos minutos en que no pude reconocerte. Ella lo observó, su corazón palpitó furioso contra su pecho. En un impulso, cerró la distancia entre ellos y lo abrazó con fuerza, sus brazos rodeando su torso y su rostro escondido en su pecho. —Yo debe
La tierra aún fresca marcaba la tumba anónima de Minerva, en una población vecina de humanos. No hubo lamentos ni susurros de despedida, solo el silencio de una vida que se había extinguido sin dejar rastro de amor en el mundo. Mientras observaban, el rey anunció su intención de regresar al palacio. —Debemos regresar al palacio, ya he estado fuera por mucho tiempo. Brad y Yara, quiero que me acompañen. —Abuelo, Jericó y yo queremos hacer nuestro ritual de unión — reveló Estrella, con una mirada firme hacia el anciano soberano. —No será aquí —dijo con firmeza—. Lo celebraremos en el palacio —, declaró el rey con solemnidad—. Es mi deseo ver salir de allí a mi nieta, con su compañero a su lado. —¿Y por qué no le pediste lo mismo a Brad, que también es tu nieto y además heredero? —replicó Estrella, cruzándose de brazos—. Se casó lejos de aquí. ¿Acaso hay dos medidas, una diferente para mí porque soy mujer? ¿No me digas que tengo a un abuelo machista? —inquirió con evidente molestia.
Meses después de la emotiva ceremonia de unión, la vida en la manada Nueva Niebla Plateada seguía su curso, Jericó y Estrella se habían convertido en los nuevos líderes de la manada.Estrella por su parte, se había dedicado a entrenar a las mujeres de la manada, preparándolas para cualquier desafío que pudiera surgir. Era una líder fuerte y determinada, y su embarazo no había disminuido su espíritu combativo.—¡Más fuerte, chicas! ¡Vuestros enemigos no tendrán piedad! —. Estrella gritaba con fervor mientras observaba a las mujeres de la manada Nueva Niebla Colmillo Plateado, practicar sus movimientos defensivos. A pesar de su abultado vientre, se movía con la gracia y precisión de una guerrera experimentada.—Estrella, ¿qué estás haciendo? —. La voz regañona del Rey cortó el aire fresco de la mañana, acompañado de Yara y la presencia sigilosa de Brad.Estrella, sudorosa y con una sonrisa en el rostro, se detuvo para hablar con ellos.—Entrenando —, respondió Estrella, girando hacia e
Los días se convirtieron en semanas y estás en meses. Estrella se encontraba en su lugar de trabajo, una habitación que habilitó para seguir estudiando la situación de Jericó, cuando entró su cuñada.—¿Estás segura de que todo va bien, Estrella? ¿No será que no quieres vernos en tu manada? —Yara preguntó, su mirada perforando la concentración de Estrella. La chica levantó la vista de sus pergaminos y frascos, donde líquidos burbujeaban con colores místicos.—¿Qué dices? ¿Estás loca? —inquirió Estrella, con una sonrisa—. Ustedes son mi familia, por supuesto que me gusta que vengan a visitarnos, y a mi pequeña le gusta jugar con su primo.—¿Entiendo? Entonces, ¿por qué esa cara de preocupación? —inquirió con una mezcla de curiosidad y ansiedad.—Es Jericó —admitió Estrella, su voz se quebró como el cristal bajo presión —. Osiris no rompió la maldición, pero él... está bien. No tiene síntomas, lo he estado monitoreando y se ve sano, no se ha inflamado más su corazón y no le ha dado ning
Quince años después.Ana trapeaba el piso del gran salón, el último espacio que le faltaba por terminar. Se había levantado temprano, cuando aún estaba oscuro, para terminar con prontitud y ver si podía tener un momento de descanso.Exprimía el último trapo, sus dedos enrojecidos por la fricción. La sala relucía bajo un sol que se asomaba tímidamente a través de las ventanas altas. Con una sonrisa cansada, observó su trabajo casi completado. Pero antes de que pudiera saborear la satisfacción del deber cumplido, la hija del Alfa, Rania, con un gesto despectivo, pateó el cubo. El agua jabonosa se esparció como un río desbordado sobre el piso recién limpio.—¡¿Por qué hiciste eso?! —Ana no pudo contener su rabia. Las gotas salpicaron sus mejillas, reflejo de su sorpresa e indignación—¿No ves que me ha tomado mucho tiempo? —su voz era un hilo tenso, vibrante de frustración.La chica se mantenía soberbia, mirándola con absoluto desprecio.—¿Por qué me odias tanto? —. Las palabras salieron
El abrazo entre Yara y su cuñada Estrella fue un cálido refugio de bienvenida. Se apartaron, sus ojos destilando la alegría del reencuentro, y sin más preámbulos, después de saludar a su hermano, su sobrina y estos a Harvey. Se sentaron en el confortable diván de la sala de estar, decorado con pieles y motivos tribales que evocaban la majestuosidad de la manada. —¿Has sabido de Roxana? —preguntó Yara, su mirada entrelazada con su cuñada— ¿Has ido a verla? —Está bien —aseguró Estrella con calma—. La estamos visitando cada seis meses. —¿Cada seis meses? —Yara masticó las palabras, como si probara un alimento extraño— ¿Y has ido sin avisar? Estrella, la gente oculta cosas, y no sé, pero últimamente me he sentido inquieta por ella. —Sé que tienes razón —, admitió Estrella, su voz en un susurro—. Pero a pesar de ser prima del rey, mi posición, como Luna de otra manada, complica que pueda ir a visitar otra sin avisar. —Es cierto, pero yo puedo —dijo Yara, firmeza brotando de su voz —,
La chica no dejaba de llorar y eso no solo angustiaba a Harvey, sino que King también estaba ansioso y preocupado.—Por favor, no llores más, —murmuró Harvey con una voz que envolvía como manto cálido, mientras sus brazos fuertes y seguros rodeaban a la temblorosa figura de ella. Las lágrimas dejaron de brotar, y en el silencio que siguió, se apartó un paso, apenas suficiente para mirarla a los ojos. —¿Estás bien?Ella asintió, aún cautiva, en el resguardo de su presencia. —Gracias —susurró.—No tienes que agradecerme —Su sonrisa era un refugio para ella —. ¿Cómo te llamas?Por un momento ella se quedó en silencio, estaba reacia a soltar su verdadera identidad, temía que cuando supiera quién era la tratara como lo habían hecho lo demás, por eso prefirió calla, había encontrado en él, un oasis de calma y protección, se sentía demasiado segura y era la primera vez que tenía esa sensación.—Ann —mintió ella, —Encantado, Ann. Soy Harvey —. Le ofreció su mano, que ella tomó brevemente,