Brad se quedó inmóvil, la mirada fija en los ojos suplicantes de Yara. Podía sentir el cálido peso de su petición colgando entre ellos como una soga tensa. Quería gritar que sí, que la deseaba como su compañera para toda la vida, pero el miedo anudado en su garganta lo detenía.—Yara, no puedo —balbuceó, finalmente, su voz, un murmullo roto. —El peligro... que corres, mi muerte puede acabar también con la tuya y ¿Nuestro hijo? Tenemos que pensar en él también, es difícil crearse sin una madre… lo digo por mi propia experiencia.Ella dio un paso adelante, sus manos encontraron las de él, y Brad sintió la firmeza de su agarre. —No voy a morir, no me importa el dolor que pueda padecer —insistió ella con vehemencia—. Quiero estar a tu lado. Llevar tu marca... será mi orgullo. ¡Viviré por nuestro hijo!Brad cerró los ojos por un momento, luchando contra la corriente de emociones.El aroma de Yara lo envolvía, recordándole que ella era más fuerte de lo que cualquiera podía imaginar.—¿Y
La luz del alba se filtró a través de las rendijas de la persiana, tiñendo la habitación con tonos suaves de un nuevo día. Brad se removió en la cama y abrió los ojos, encontrando el rostro sereno de Yara a su lado. Con un gesto delicado, rozó su frente con los labios, una caricia efímera cargada de promesas y despedidas, sintiendo la calidez de su piel bajo sus labios. Yara se removió ligeramente en sueños, pero no despertó. Brad sonrió con cariño y se fue a duchar y a vestirse con cuidado, preparándose para el día que se avecinaba.Cuando estuvo listo, Yara abrió los ojos y lo miró con una sonrisa adormilada.—¿Por qué no me despertaste? —no esperó respuesta y se incorporó —Te acompañaré —susurró ella, sus palabras, apenas un hilo en el silencio matutino. Sus ojos, reflejos de tormentas que contenían un mar de emociones indescifrables.—Está bien, aguardaré —dijo él, con una voz que pretendía firmeza, pero traicionaba su vulnerabilidad.Después de que ella se preparó, caminaron man
Las paredes de piedra rezumaban humedad, y el aire frío de la mazmorra envolvía a Izan como una promesa de muerte. Encerrado en la sombra, con la única compañía del goteo monótono del agua, sentía cómo el tiempo se le escapaba entre los dedos mientras anhelaba desesperadamente la calidez de una familia, de esa que perdió por haber sido ambicioso, insensible, por dejarse seducir por una mujer malvada.—Te han traído esto —gruñó el custodio, deslizando un plato con comida insípida a través de las rejas oxidadas—. El Alfa se casa hoy en la manada Niebla Plateada, es una Gran celebración.Izan levantó la mirada, su estómago retorciéndose no de hambre, sino de ansiedad. —¿Se casa mi hijo? ¿Y Harvey cómo está? —preguntó con voz ronca, incapaz de ocultar el temblor de preocupación que lo invadía.—Así es, dicen que mañana lo operarán por algo relacionado con una maldición —. El custodio encogió los hombros, indiferente al peso de sus palabras.La noticia cayó sobre Izan como una losa. ¿Qué
Brad vio cómo la penumbra del bosque se cerraba sobre él como una prisión de sombras y ramas entrelazadas.En forma de lobo corría con libertad, pero con evidente agitación. Sus patas, fuertes y ágiles, apenas rozaban el suelo mientras corría; su pelaje oscuro se fundía con la noche que lo envolvía. No sabía cuánto tiempo había estado corriendo; el instinto le guiaba, un llamado mudo que resonaba en su pecho de manera salvaje y lo arrastraba a ese lugar.Al fin llegó, emergió en un claro iluminado solo por el brillo lechoso de la luna. Allí, junto a una antigua fuente de piedra cubierta de musgo, encontró a otro lobo. Por un momento no lo reconoció, estaba cubierto por una sombra de tristeza, tanto que a él le causó infinito pesar. Al detallarlo bien, se dio cuenta de que era Elio, el noble lobo compañero de su padre, cuyos ojos reflejaban un dolor profundo. Con un sollozo quebrado, Elio se transformó, revelando la figura abatida de su padre.—Brad —empezó a decir su padre, las pala
Después de enterarse de que su padre había muerto, se levantó y se dirigió a la habitación donde yacía inmóvil en la cama, se acercó silenciosamente. No sabía cómo sentirse, porque sus sentimientos eran contradictorios. Se sintió abrumado, caminó por los pasillos del hospital con pasos pesados, con el corazón lleno de incertidumbre. Finalmente, llegó a la habitación donde su padre yacía inmóvil en la cama, sin vida.Brad se detuvo en el umbral, mirando a su padre con una mezcla de sentimientos encontrados. Durante tanto tiempo, había odiado a este hombre por su indiferencia, por el trato a su madre, por su ausencia en su vida, por las decisiones que había tomado. Pero ahora, ante el sacrificio supremo que había hecho por su hijo, Brad no podía evitar sentir una profunda conmoción.Levantó la sábana que cubría el cuerpo sin vida de su padre y lo miró con ojos llenos de tristeza y asombro. A pesar del tiempo transcurrido desde que se habían visto por última vez, sintió dolor.—Padre..
El bosque se alzaba envuelto en misterios mientras Minerva avanzaba tambaleándose. Respiraba de manera entrecortada, decía que el mundo le daba vueltas y se inclinaba como si estuviera a punto de desvanecerse. Pronto ocurrió, ella se llevó una mano a la frente, antes de empezar a desplomarse sin poder resistirse.—Brad...El nombre sonó como una súplica, arrancada de su garganta reseca mientras se lanzaba hacia delante. Ella tenía la esperanza, en su aparente estado de debilidad, de que él la atrapara, de que sus brazos fueran su santuario en ese momento de vulnerabilidad. Pero él no se movió.Ella cayó al suelo con un golpe sordo, mientras su cuerpo se estremecía. A través de unos ojos nublados, vio la mirada indiferente de Brad, que se limitó a hacer un gesto a uno de sus escoltas. El hombre corpulento que estaba a su lado se movió con rapidez, con las manos firmes bajo sus brazos mientras la apoyaba contra el tronco de un árbol.—Creo que debemos volver —la voz de uno de los homb
Minerva se debatía en su interior, entre la ambición de su humana y la lealtad de su loba. Arinda, su loba interior, se oponía firmemente a las intenciones de Minerva. No estaba dispuesta a acompañarla en un camino que lastimara aún más a su hija, Yara, a quien ya habían causado suficiente daño en el pasado.La voz de Arinda, su loba interior, resonaba con autoridad y firmeza en su mente.“¡Te prohíbo que hagas eso!", gruñó Arinda. Su presencia era un muro infranqueable dentro de Minerva. “No voy a ser cómplice de tus acciones destructivas. Ya le hemos causado demasiado sufrimiento a nuestra hija en el pasado, no permitiré que lo hagamos de nuevo.”Minerva, en su desesperación por obtener poder y control, se enfrentaba a una feroz resistencia interna. Arinda era una loba poderosa, y su deseo de proteger a su descendencia era más fuerte que cualquier ambición humana.«No me importa lo que tú quieras, Arinda» respondió Minerva con obstinación. «No voy a ir a la cárcel, ni voy a correr e
Brad subió al auto y condujo a toda velocidad a la manada Niebla Plateada, debía decirle la verdad a Yara, aunque desconocía que esa noticia desencadenaría una tormenta de emociones en Yara.Pasó directamente al hospital, pasó a ver a su hijo, y allí estaba Yara, cuando ella lo vio se lanzó sobre sus brazos mientras él la abrazaba.—¿Mi amor, todo bien? —interrogó ella al verme, por completo preocupada—. Sé que ocurre algo porque me estás bloqueando cierta parte.Él suspiró con impotencia y dibujó una expresión de preocupación en su cara.—Lo siento mi amor, no lo hice con mala intención, es que no quería preocuparte… tu madre apareció, está en Colmillo Plateado, creo que está fingiéndose herida y… —aunque se quedó callado, ella terminó de completar sus palabras.—Intentó seducirte y luego apeló a su vínculo conmigo, definitivamente es una descarada. Pero no voy a permitir que nos siga haciendo daño, ella tiene que pagar por lo que hizo —espetó.Yara se encontraba en un estado de crec