Capítulo 61: El sacrificio.

Brad vio cómo la penumbra del bosque se cerraba sobre él como una prisión de sombras y ramas entrelazadas.

En forma de lobo corría con libertad, pero con evidente agitación. Sus patas, fuertes y ágiles, apenas rozaban el suelo mientras corría; su pelaje oscuro se fundía con la noche que lo envolvía.

No sabía cuánto tiempo había estado corriendo; el instinto le guiaba, un llamado mudo que resonaba en su pecho de manera salvaje y lo arrastraba a ese lugar.

Al fin llegó, emergió en un claro iluminado solo por el brillo lechoso de la luna. Allí, junto a una antigua fuente de piedra cubierta de musgo, encontró a otro lobo.

Por un momento no lo reconoció, estaba cubierto por una sombra de tristeza, tanto que a él le causó infinito pesar. Al detallarlo bien, se dio cuenta de que era Elio, el noble lobo compañero de su padre, cuyos ojos reflejaban un dolor profundo. Con un sollozo quebrado, Elio se transformó, revelando la figura abatida de su padre.

—Brad —empezó a decir su padre, las pala
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