Brad, con su pecho subiendo y bajando por el esfuerzo reciente, con el corazón latiendo con fuerza, observó el cuerpo sin vida del médico inerte en el suelo, una mezcla de alivio y satisfacción se apoderó de él. Había vencido a un enemigo poderoso y protegido a su manada y a Yara.—Recojan el cuerpo y quémenlo —ordenó a sus hombres, quienes asintieron y se acercaron para cumplir sus órdenes.Los lobos se apresuraron a recoger el cuerpo del médico y se lo llevaron. Brad sabía que no podía permitir que quedara ningún rastro de ese peligroso híbrido. Una vez que el cuerpo fue retirado, Brad se giró hacia su padre, quien aún se encontraba parado detrás de él. Las palabras se atascaron en su garganta, no sabía qué decir. Había pasado tiempo desde que lo exilió de la manada, y ahora aparecía para ayudarlo en su momento de necesidad.—Gracias —fue lo único que Brad pudo decir en ese momento, su voz llena de gratitud y confusión.Su padre asintió, bajando la mirada en señal de sumisión.—Es
El anciano rey, con la autoridad aún palpable en su voz quebrada por los años, hizo un gesto con la mano. —Llévenselo —ordenó con un susurro cargado de poder. De inmediato, Los guardias obedecieron sin cuestionar, avanzando con determinación hacia Izan. El hombre se mantuvo erguido, sus ojos oscuros fijos en el pequeño que dormitaba en los brazos de su hijo. —¿Es mi nieto? —preguntó, una sombra de vulnerabilidad atravesando su semblante severo. —Lo es —asintió Brad, sosteniendo a Harvey con un cuidado infinito. Pero antes de que pudiera añadir una palabra más, los soldados tomaron a Izan por los brazos y lo comenzaron a arrastrar fuera del salón del trono. Brad y su abuelo, caminaron al salón y allí se quedaron en silencio. —Abuelo... La voz de Brad cortó el silencio que se había asentado como un manto pesado sobre la sala. La figura del rey se desplomó en una silla, su edad haciéndose más evidente con cada segundo que pasaba. —Hay cosas que no entiendo, ¿por qué no
—¿Cómo ha sucedido? —logró articular Brad, aunque parte de él no quería saber, como si el desconocer los detalles pudiera mantener viva la llama de la esperanza.—Estaba de cacería, y en ese momento su corazón estalló —respondió Aldric con pesar—. Fue rápido, no sufrió.—Gracias —murmuró el Rey, aunque el agradecimiento sonaba vacío en su propia voz. Gracias por la rapidez del destino, gracias por la muerte sin dolor, pensamientos absurdos que danzaban en su mente mientras una parte de él se negaba a aceptar la realidad, lo conocía desde hace años y sabía que Jacob era un buen hombre.—Yara necesita saberlo —dijo finalmente, reuniendo las fibras de su fuerza. —Necesita saberlo ahora.Entretanto, las manos de Yara se movían con facilidad práctica, poniendo las energías necesarias para aliviar las dolencias de los heridos. Pero en mitad del gesto, una repentina opresión le oprimió el pecho, un preludio del desastre susurrado a través de los tendones y los huesos. En su interior, la v
Los ojos de Yara escrutaron el rostro de Brad, un pliegue de preocupación se formó entre sus cejas. —¿Qué sucede, Brad? —preguntó, con una voz de urgencia que le hizo temblar las manos. Brad desvió la mirada hacia Estrella y luego hacia Yara, con un nudo en la garganta. —Están demasiado callados ¿Qué me están ocultando? ¿Me dirán la verdad? — insistió Yara, con sus instintos encendidos de sospecha. Intentó a través del vínculo conectar con Leo el lobo de Brad, pero solo encontró un muro donde antes había una puerta abierta, la habían bloqueado para que no supiera de qué se trataba todo ese misterio.Su corazón se hundió; la traición, aguda y repentina, le punzó la piel. —¿Es que ya no me quieres como tu Luna? Si es así, lo acepto — dijo, con una amarga aceptación en sus palabras—, debe ser por eso que has dudado en fijar una fecha para el ritual de enlace. Con esas palabras, giró sobre sus talones, dispuesta a huir, pero la mano de Brad salió disparada, agarrándola del brazo.Le
Brad se quedó inmóvil, la mirada fija en los ojos suplicantes de Yara. Podía sentir el cálido peso de su petición colgando entre ellos como una soga tensa. Quería gritar que sí, que la deseaba como su compañera para toda la vida, pero el miedo anudado en su garganta lo detenía.—Yara, no puedo —balbuceó, finalmente, su voz, un murmullo roto. —El peligro... que corres, mi muerte puede acabar también con la tuya y ¿Nuestro hijo? Tenemos que pensar en él también, es difícil crearse sin una madre… lo digo por mi propia experiencia.Ella dio un paso adelante, sus manos encontraron las de él, y Brad sintió la firmeza de su agarre. —No voy a morir, no me importa el dolor que pueda padecer —insistió ella con vehemencia—. Quiero estar a tu lado. Llevar tu marca... será mi orgullo. ¡Viviré por nuestro hijo!Brad cerró los ojos por un momento, luchando contra la corriente de emociones.El aroma de Yara lo envolvía, recordándole que ella era más fuerte de lo que cualquiera podía imaginar.—¿Y
La luz del alba se filtró a través de las rendijas de la persiana, tiñendo la habitación con tonos suaves de un nuevo día. Brad se removió en la cama y abrió los ojos, encontrando el rostro sereno de Yara a su lado. Con un gesto delicado, rozó su frente con los labios, una caricia efímera cargada de promesas y despedidas, sintiendo la calidez de su piel bajo sus labios. Yara se removió ligeramente en sueños, pero no despertó. Brad sonrió con cariño y se fue a duchar y a vestirse con cuidado, preparándose para el día que se avecinaba.Cuando estuvo listo, Yara abrió los ojos y lo miró con una sonrisa adormilada.—¿Por qué no me despertaste? —no esperó respuesta y se incorporó —Te acompañaré —susurró ella, sus palabras, apenas un hilo en el silencio matutino. Sus ojos, reflejos de tormentas que contenían un mar de emociones indescifrables.—Está bien, aguardaré —dijo él, con una voz que pretendía firmeza, pero traicionaba su vulnerabilidad.Después de que ella se preparó, caminaron man
Las paredes de piedra rezumaban humedad, y el aire frío de la mazmorra envolvía a Izan como una promesa de muerte. Encerrado en la sombra, con la única compañía del goteo monótono del agua, sentía cómo el tiempo se le escapaba entre los dedos mientras anhelaba desesperadamente la calidez de una familia, de esa que perdió por haber sido ambicioso, insensible, por dejarse seducir por una mujer malvada.—Te han traído esto —gruñó el custodio, deslizando un plato con comida insípida a través de las rejas oxidadas—. El Alfa se casa hoy en la manada Niebla Plateada, es una Gran celebración.Izan levantó la mirada, su estómago retorciéndose no de hambre, sino de ansiedad. —¿Se casa mi hijo? ¿Y Harvey cómo está? —preguntó con voz ronca, incapaz de ocultar el temblor de preocupación que lo invadía.—Así es, dicen que mañana lo operarán por algo relacionado con una maldición —. El custodio encogió los hombros, indiferente al peso de sus palabras.La noticia cayó sobre Izan como una losa. ¿Qué
Brad vio cómo la penumbra del bosque se cerraba sobre él como una prisión de sombras y ramas entrelazadas.En forma de lobo corría con libertad, pero con evidente agitación. Sus patas, fuertes y ágiles, apenas rozaban el suelo mientras corría; su pelaje oscuro se fundía con la noche que lo envolvía. No sabía cuánto tiempo había estado corriendo; el instinto le guiaba, un llamado mudo que resonaba en su pecho de manera salvaje y lo arrastraba a ese lugar.Al fin llegó, emergió en un claro iluminado solo por el brillo lechoso de la luna. Allí, junto a una antigua fuente de piedra cubierta de musgo, encontró a otro lobo. Por un momento no lo reconoció, estaba cubierto por una sombra de tristeza, tanto que a él le causó infinito pesar. Al detallarlo bien, se dio cuenta de que era Elio, el noble lobo compañero de su padre, cuyos ojos reflejaban un dolor profundo. Con un sollozo quebrado, Elio se transformó, revelando la figura abatida de su padre.—Brad —empezó a decir su padre, las pala