2 ALEX

― ¿Entonces aquí es donde llegan las cajas? ―Pregunté volteándome para mirarla.

―Si―Asintió y corrió hacia la orilla hasta pararse a unos metros de mí―Justo aquí las consigo siempre.

― ¿Y tú las llevas hasta la cabaña? ―Cuestioné incrédulo―Son al menos dos kilómetros hasta allá.

Esa caja pesaba al menos 20 kilos, no creía posible tal hazaña viniendo de tan pequeña persona.

―Por supuesto que la llevo yo, tonto―Respondió riéndose― ¿Quién más si no?

― ¿Y cómo lo haces?

―La arrastro hasta la pendiente y pongo varias hojas de plátano ¡Las más grandes que consiga! ―Exclamó emocionada―Y luego ya es más fácil así...

― ¿Y con los escalones del porche?

Volvió a reír, girando alrededor de mí en círculos.

―Pues la voy volteando escalón por escalón hasta tenerla arriba, algunas son más pesadas que otras porque contienen ropa, libros y otras cosas, pero siempre consigo subirlas.

Me mareé al estar girando con ella para poder verle la cara, así que desistí el seguirle el ritmo y me detuve.

― ¡Deja de actuar como una niña! ―Grité exasperado―Hazme el favor de... Espera, ¿Qué? ¿Hay ropa?

―Si.

― ¿Y entonces por qué rayos tienes que usar esa jodida bata y enseñármelo todo?

―No digas groserías...

― ¡No estoy en tú puta casa! ―Grité a punto de un colapso mental― ¡Mientras esté afuera puedo decir lo que me plazca!

Me miró molesta, cruzando los brazos por debajo de su pecho y yo me obligué a mantenerle la mirada y no bajarla para ver sus pezones.

Sus claros y rosados pezones con unos suaves y tiernos picos que me atraían y llamaban la atención, clamando ser conquistados por mi boca y manos...

¿Y qué decir de su entrepierna?

Maldición.

Podía ver la sombra de vello de un rubio oscuro, que se notaba a través de la diáfana tela del camisón que llevaba.

Podía sentir la espalda cubierta de sudor, y no se debía a las altas temperaturas del lugar, sino por la candente imaginación que aquella hermosa mujer hacía que mi cerebro tuviera.

― ¿Acaso no te das cuenta del calor que hace aquí?

―Si...―Murmuré dándome por vencido y viendo ese tiernas montañas que se burlaban de mí.

―Entonces ahora entiendes el por qué ando así, Alexander.

―Llámame Alex―Dije, sintiendo que el deseo le cedía el paso a la rabia.

―Alex―Repitió pensativa, probando mi nombre entre sus lindos labios, para después sonreírme aprobándolo―Me gusta, va más contigo.

De pronto se puso seria y viendo hacia el cielo, me dio la espalda y salió disparada tomando la misma dirección por donde habíamos llegado.

― ¿Para dónde vas? ―Pregunté extrañado, yendo detrás de ella lo más rápido que mi pierna me permitía.

― ¡Es hora de mi baño! ―Respondió mirando sobre su hombro y aceleró el ritmo, dejándome rezagado por andar descalzo.

¿La hora de su baño?

¿Acaso era una bebé?

Seguí corriendo por inercia, pero me detuve debajo de un árbol para recuperarme.

Sencillamente no estaba acostumbrado a estos lugares tan húmedos. Por supuesto, vivía en Nueva York y los veranos ahí eran calurosos, pero la humedad en esta isla podía con mis pulmones.

Mientras más me alejaba de la costa y me adentraba en la selva, más me preguntaba qué otras cosas escondía aquel lugar.

Un sonido a unos metros a mi izquierda, trajo mi atención de vuelta al sitio.

Seguí un camino hecho de piedras y unos minutos después, escuché agua cayendo ruidosamente.

Al pasar un arbusto frondoso, me encontré ante un río con una cascada de al menos tres metros de altura.

Noté algo dorado zambullirse al agua y aparecer en el centro del río.

Abigail.

―Dios mío, qué hermoso...

Por supuesto, no me refería al río ni al agua cristalina, sino a la chica que nadaba lentamente hasta llegar bajo la cascada y sumergirse bajo esta.

Curioso y preocupado porque pasaran unos minutos y Abbie no apareciera, me quité la camiseta y sin pensármelo, me lancé al agua.

El aire de mis pulmones me abandonó al chocar contra el agua tan fría, pero igual nadé hasta la cascada, respirando hondo antes de sumergirme y nadar por el lugar que vi a Abigail tomar.

Noté que una de las piedras de la cascada tenía un hoyo y nadando a través de esta, me encontré pronto con una piscina natural en la cual caían una serie de chorros de agua, algo así como unas regaderas.

― ¡Alex! ¡Supiste llegar!

Giré hacia el lugar de donde provenía la voz de Abigail, quedándome de piedra por lo que veía.

Ella estaba bajo un chorro de agua, sacándose la espuma del cabello, sonriéndome emocionada y completamente desnuda.

¡Completamente desnuda!

¡Joder!

―Mierda―Murmuré mientras me impulsaba del borde de piedra y me salía del agua.

¿Era posible sudar cuando aún sentía el agua fría correr por mi cuerpo?

―Abigail...―Me aclaré la garganta mientras veía su cuerpo totalmente descubierto.

― ¿Te bañas también?

Subí la mirada hasta su cara, sin saber si se refería a una invitación a bañarme con ella o qué tal vez estaría incomoda o avergonzada por encontrarla así, pero con lo que en realidad me encontré, fue con una mirada curiosa, y con su sonrisa aún en los labios.

― ¿No te quieres cubrir?

La respiración la tenía atascada en algún sitio de cuerpo.

― ¿Para qué? Me estoy bañando―Y dicho esto, se giró y me dio la espalda― ¿Acaso en Nueva York se bañan con ropa?

A la mierda la respiración ¿Quién necesitaba llevar aire a sus pulmones cuando tenía ante sí, el más hermoso y redondeado culo que haya tenido la dicha de ver?

―Oh, Dios mío, esto está mal.

Detuve mi mano cuando esta se encontraba a medio camino de tocar aquella piel mojada y bronceada, y me reproché ante lo que estuve a punto de hacer.

Me acomodé la bragueta, ya que, a mi pene, no le importaba el frío que había en aquella cueva y me aclaré la garganta intentando, en un vano esfuerzo, aclarar también mis lujuriosos pensamientos.

―Abigail ¿Me puedes explicar por qué no te importa que yo te vea desnuda?

Ella volvió a girarse para mirarme a la cara totalmente confundida.

― ¿A qué te refieres?

― ¡A que no deberías andar por ahí con tan escasa ropa y desnudarte ante un completo extraño! ―Grité perdiendo los estribos― ¡Podría hacerte algo malo! ¡Muy, muy malo!

Muy tarde me fijé, que su labio había comenzado a temblar y pronto sus sollozos se hicieron escuchar.

― ¡No llores! ¡Por el amor a Cristo, no lo hagas!

― ¡Entonces no me grites ni me regañes! ―Gritó entre hipidos.

― ¡No te gritaría si no anduvieras por ahí mostrándolo todo! ―Giré buscando alguna mierda para tapar su desnudez.

― ¿Todo de qué? ―Preguntó dejando de llorar― ¿Y qué buscas?

―Una maldita toalla para tapar tu cuerpo―Gruñí dándole la espalda―Eso es lo que deberías dejar de mostrar...

―Es solo mi cuerpo, Alex―Dijo, haciéndome ver que realmente no comprendía lo que yo le pedía.

―Abigail, está mal visto ir por ahí desnuda, a menos de que se trate de una jodida playa nudista ¿Es eso en donde estamos? ¿Por eso te encanta andar en pelotas?

―Ando como ando, sencillamente porque siempre estoy sola―Respondió seria, pero no creo que lo dijera con malicia.

Realmente dudaba que aquella chica entendiera lo que la palabra malicia significaba.

O privacidad.

O vergüenza.

O pena...

Creo que su inocencia iba más allá de cualquiera de esas palabras.

―Tienes veinticinco años, ten un poco de respeto hacia ti misma.

―No entiendo por qué me atacas, pensé que eras mi amigo―Murmuró a mis espaldas.

Su tono de voz no me dejó de otra, más que de voltearme para enfrentarla.

Con una mueca, me di cuenta, de que sus ojos volvían a inundarse de lágrimas, pero sin llegar a derramarlas.

Abbie―Me acerqué, aún en contra de lo que la razón me gritaba y la tomé de sus hombros para fijar nuestras miradas―Un hombre y una mujer jamás podrían ser amigos, y mucho menos cuando esa mujer tiene un cuerpo como el tuyo...

―Tú también tienes cuerpo y yo no me molesto por eso.

Su infantil respuesta, casi hizo que riera.

Casi.

―Apenas llevo cinco horas en este lugar, no podemos ser amigos en tan poco tiempo.

―Yo pensé que lo éramos―Susurró entrecortada―Pensé que Dios al fin había escuchado mis oraciones y te había enviado a mí para no seguir estando sola...

Su comentario caló profundamente en mí, y haciendo algo que iba en contra de mis principios en lo referente a las mujeres―Y mucho más si la mujer estaba desnuda y mojada―la acerqué a mí y la abracé fuerte.

―Shh, pequeña―Llevé mi boda a su oído y le fui hablando suavemente para que se calmara―No sigas llorando ¿Sí? ¿Por qué no te calmas y hablamos más tranquilos en casa?

Pero ella me abrazó también, estremeciéndose a la vez que comenzaba a llorar de nuevo.

―No te caigo bien, ¿Verdad? ―Preguntó sollozando― ¿Por eso me regañas tanto?

―Abbie―Me separé un poco y tomé su cara entre mis manos―No me caes mal, ya te lo dije, llegué apenas unas horas atrás y todo ha sido abrumador para mí, no pretendo insultarte o decirte qué hacer o no hacer con tu cuerpo cuando llevas mucho más tiempo que yo aquí... Perdóname ¿Sí?

¿Cuándo había sido la última vez que le pedí perdón a una mujer?

¿Cuándo fue siquiera la primera?

―Está bien―Murmuró abrazándome de nuevo.

Haciéndome sentir su pecho húmedo y frío contra el mío.

Sus pezones turgentes apuñalándome mi pecho, aunque dudaba que fuese por deseo en vez del frío del agua y de la cueva.

En realidad, no creía que aquella chiquilla supiera lo que pasaba entre un hombre y una mujer, al sentirse tan cómoda entre mis brazos estando de la manera en la que se encontraba.

― ¿Ya terminaste de bañarte?

―Si―Susurró sin alejarse, poniéndome aún más nervioso de lo que ya estaba.

―Bueno, ¿Qué tal si vas a vestirte y yo me quedo aquí bañándome? Así tienes un poco de privacidad y yo también...

―Está bien―Respondió separándose y yendo hacia la piscina por donde se entraba―Entiendo que para ti es importante tener privacidad.

Puedes apostarlo...

Lo digo por ti, no por mi―Comenté mintiendo.

―He tenido doce años de mucha privacidad, Alex. ¿No crees que ya ha sido suficiente?

Pero en vez de esperar mi respuesta, se lanzó al agua y desapareció de mi vista.

Y yo a punto de tener un colapso neurótico, me quité el pantalón y el bóxer y me metí debajo del chorro de agua.

Sorprendentemente, Abigail tenía productos de aseo personal ahí; este realmente era su baño, tenía jabón, shampoo y acondicionador con olor a fresa. Obviamente eso último lo omití.

Al igual que omití mi dolorosa y sobreexcitada polla. Preferí ignorarla a hacer algo por su estado. Principalmente porque no lo sentía justo, cuando la imagen de cierta chica totalmente inocente, era con la que me descargaría.

Así que tomándome mi tiempo para tranquilizarme y enfocarme en el agua fría y no en la sensación de haber tenido a Abigail entre mis brazos, me di un baño a conciencia, lo que me detuvo de seguir bajo el relajante chorro, fueron mis tripas quejándose por la escasa comida que había ingerido el día de hoy.

Así que me dispuse a vestirme nuevamente y a salir de aquel baño natural, fijándome cuando estuve afuera, que ya estaba anocheciendo y comenzaba a bajar la temperatura.

Rodeaba la casa, cuando me fijé que había una fogata hecha a unos metros y que la dueña de todos mis pensamientos, se encontraba sentada justo al frente.

Sin importarme que estuviera anocheciendo, que comenzaba a hacer frío y yo cargaba la ropa mojada, caminé hasta llegar a su altura y me senté a su lado.

―Hola―Dije intentando sonar sereno.

―Hola―Murmuró sin quitar la vista del fuego.

Noté que estaba completamente vestida, llevaba un pantalón deportivo y un suéter oscuro, al parecer, todo de hombre.

― ¿Hay más ropa como esa? ―Pregunté interesado.

―Te dejé algunas prendas en la cama que creo, podrás usar―Comentó.

― ¿No me vas a ver a la cara mientras hablamos?

―No quiero que me recuerdes que necesitas intimidad―Repuso ella―Así que no, no te veré.

―No era eso a lo que me refería, Abbie―Llevé mi mano y tomé la suya suavemente, pensando en una respuesta concisa, pero ella simplemente se apartó de mi tacto.

―Iré a ver a Peter y al resto―Comentó levantándose―Te dejo para que te vistas tranquilo...

― ¿Quién es Peter? ―Pregunté confundido.

―Tengo pollos y gallinas, y Peter es el líder del grupo.

― ¡Pollos! ―Exclamé sorprendido― ¿Tienes pollos en este lugar y me has hecho pasar hambre a propósito?

― ¿Pretendes comerte a los únicos amigos que tengo? ―Preguntó deteniéndose en seco, aún de espaldas a mí.

― ¿Qué? Eh... No ¡No! ―dije, cuando en realidad sí quería―Solo preguntaba...

―Si tanta hambre tienes―Comenzó a decir―En casa hay unas cañas de pescar y todo lo necesario para que te calmes el hambre.

―Abbie, espera―Corrí hacia ella, tomándola del brazo para que me esperara―Estás molesta y no sé por qué, pero me gustaría que me lo dijeras y así...

―Mi nombre a Abigail―Me interrumpió zafándose―Recuérdalo.

Y se fue.

Se fue dejándome de piedra ante su contestación y su actitud.

Pero por encima de todo, me sorprendía más mi actitud sumisa ante aquella chica.

De haber sido otra, ya la hubiese puesto en su lugar con algún comentario ácido de mi parte, pero con Abbie... Abigail, me sentía incapacitado de hacer algo como aquello.

Tal vez se debía a que me recordaba a Maggie, mi sobrina de siete años y que era la única debilidad que tenía, aparte de las hijas de Mark, claro está. Quise pensar que era eso lo que sucedía, pero muy dentro mío, sabía que no era eso lo que pasaba.

Había hecho molestar a Abigail con mi comentario sobre la privacidad sin llegar a explicarme bien, gracias a la excitación que me había invadido apenas la vi encuerada.

Sabía también que aquello no volvería a pasar, es decir, el verla desnuda nuevamente. Y no porque mi estúpida explicación hubiese funcionado, ya que esa chica no sufría de pudor alguno, sino por mí y el hecho de que no podía estar cerca de ella sin que mis lujuriosos sentidos se pusieran a tope.

Y eso que apenas llevábamos juntos menos de un día, así que no sabía lo que ocurriría en los próximos días.

Esperaba que Pierre se diera prisa en encontrarme.

Aunque no era eso lo que me preocupaba, ya que sabía que tarde o temprano lo harían, sino en lo que haría cuando eso sucediera.

¿Querría Abigail venirse conmigo por su cuenta? ¿O tendría yo que usar la fuerza bruta para llevarla?

Porque de algo si estaba seguro, ahora que había encontrado a aquella chica, se me hacía imposible abandonarla.

Creo que estoy jodido...

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