4 ALEX

―Alex, creo que moriré...

―Resiste, sé que lo lograremos.

―Duele mucho, Alex...

―Silencio cariño, ahí vienen.

―No importa, igual ya estoy muerta...

Desperté sobresaltado, producto del relámpago que resonó en la oscuridad de la habitación.

La pesadilla me dejó confundido al no recordar en donde me encontraba, pero pronto mi mente se despejó.

Estaba en la cabaña de Abbie, y esta no se encontraba en su cama.

Me senté, aun intentando normalizar mi respiración, y escaneé la habitación en busca de la dueña. Otro relámpago alumbró la estancia, haciendo que la cabaña se estremeciera y pude visualizar una sombra frente a la ventana que daba a la playa.

― ¿Abbie?

Me levanté y me acerqué a ella, ya que, al parecer, no me había escuchado cuando la llamé.

― ¿Abbie? ―Se sobresaltó cuando la tomé de sus hombros para girarla― ¿Qué pasa, pequeña? ¿No puedes dormir?

―No―Murmuró con los ojos completamente abiertos y dilatados―Nunca lo hago cuando hay tormenta.

― ¿Te quedas en vela por si algo sucede? ―Pregunté curioso.

―No―Repitió con el mismo semblante.

―Te da miedo la lluvia―Dije adivinando.

―Simplemente no me gustan los sonidos que hacen los truenos y como se alumbra todo cuando pasa.

― ¿Y si encendemos una vela? ―Pregunté apartándola de la ventana―Tal vez eso ayudé un poco. Al menos así pasa con mi sobrina.

―Ya lo he intentado y no funciona.

Dio un pequeño brinco cuando otro relámpago cayó y sentí pena por ella.

¿Cuántas veces en todos estos años, se había quedado en vela gracias a su temor a los truenos?

Me acosté en su cama y la jalé para que se acostara a mi lado, apretándola a mi costado para que apoyara la cabeza en mi hombro.

― ¿Qué haces? ―Preguntó curiosa, levantado la cabeza para mirarme.

―Intento darte apoyo―Respondí incomodo por la cercanía.

Pero no se debía a la extraña posición en la que me encontraba porque jamás había hecho esto con alguna mujer, sino porque dicha posición, se sentía extrañamente bien.

Suponía que se debía a la compleja chica que tenía abrazada.

Pero lo más probable es que se debiera al deseo insatisfecho que me había embargado desde que llegara a la isla hacía tres días atrás.

Desde entonces habíamos caído en una extraña, pero a la vez confortable rutina.

Yo me había dedicado a explorar la isla, descubriendo que Abbie tenía un huerto, y no sólo tenía a Peter y a Wendy (Sus pollos) sino que también tenía una cantidad considerable de crías a las cuales ella les llamaba los niños perdidos...

También tenía a un jabalí y a un mono de mascotas.

Lo peor es que esos dos últimos, actuaban ridículamente emocionados apenas la veían.

Cabía aclarar que, en cuanto me vio cerca de ella, Pumba ―como Abbie me había obligado a llamarle― había intentado atravesarme con uno de sus muy punzantes colmillos, por lo que yo me había mantenido apartado desde entonces.

Por no rememorar el hecho de que George, me había lanzado bananas, mangos y con cuanta fruta se topara.

Era increíble lo celosos que eran los amigos de Abbie con ella.

―No me puedo dormir, Alex―Murmuró contra mi camiseta.

―Cuenta ovejas.

Comencé a acariciarle el cabello, intentando relajarla, pero fue mala idea ya que su olor a fresa comenzó a entrar por mis fosas nasales.

―Nada―Dijo minutos después cuando la creía dormida― ¿Qué tal si me cuentas más de dónde vienes?

― ¿Qué quieres saber?

―Algo que no sea de trabajo―Apoyó la cabeza sobre la mano que tenía en mi pecho y me miró fijamente―Siempre me hablas de trabajo y no es divertido.

Reí ante su mirada de fastidio y pensé un poco en lo que podía contarle.

―Está bien―Solté un suspiro y comencé a hablar―Tengo una hermana menor llamada Alessia, ella tiene una hija, Maggie, de siete años a la cual adoro con toda mi alma y también está mi mamá. Ellas tres viven juntas a unas manzanas de mí, y siempre me van a visitar cuando no estoy viajando por mi trabajo.

― ¿Y viajas mucho? ―Preguntó interesada.

―Oh, sí. Afortunadamente mi empresa es muy conocida, tal vez se deba a que trabajé en el servicio secreto y fui la sombra del presidente por dos años seguidos.

― ¿Y qué tal era?

―Muy divertido. Siempre estaba contando historias de cuando estaba en la universidad y antes de conocer a la primera dama.

―Debe ser divertido el rodearse de personas tan emblemáticas e importantes―Comentó soñadoramente.

―Al principio así es, pero ya llega un momento en el que deseas tener un tiempo a solas y rodearte de silencio.

―Dudo que tengas mucho de eso con lo que haces.

― ¿Ves? Siempre terminamos hablando de mi trabajo―Dije intentando cambiar de tema―Yo creo que te interesa más de lo que piensas...

Río divertida, su cuerpo entero estremeciéndose por las carcajadas y provocado que yo me le uniera.

―Eres muy divertido―Comentó minutos después cuando al fin nos callamos.

― ¿En serio? ―Pregunté sorprendido.

Abigail era la primera persona en decirme aquello, y eso me hacía sentir... Muy bien en realidad.

―Siempre me haces reír, Alex. Así que si, lo eres.

La miré fijamente unos instantes antes de hacer algo de lo que me había estado reprimiendo desde hacía días.

Alcé la cabeza y posé mis labios sobre los suyos.

Y por unos instantes no existió tormenta, relámpagos ni problemas.

Tampoco existieron las pesadillas o los miedos, ni el hecho de que estábamos perdidos en medio de la nada o de que era madrugada cerrada.

Por unos instantes, para mí, solo existió Abbie y el roce de sus labios sobre los míos.

Y fue una sensación que jamás en mi vida había sentido.

Aquí estaba yo, dando un beso totalmente inocente, sabiendo que aquella chica jamás había sido besada y no la quería traumar, y que aún con el solo roce de su boca contra la mía, me daba más satisfacción que un beso con lengua y movimientos insinuantes.

¿Cuándo fue la última vez que antepuse los sentimientos y las necesidades de una mujer ante los míos?

¿Cuándo siquiera fue la primera vez?

La respuesta era simple:

Jamás.

Y con Abbie, estaban resultando ser muchas primeras veces para mí, y más allá de sentirme asustado, el sentimiento que me embargaba, me calmaba.

¿Qué me estaba haciendo aquella chica?

Me separé de ella unos instantes después y la miré fijamente.

Abrió los ojos y me miró sorprendida y por primera vez desde que la conociera, parecía que no sabía qué decir.

―Ya sé cómo dejarte sin palabras―Dije divertido.

― ¿Qué me acabas de hacer? ―Preguntó con la mirada brillante.

―Te acabo de besar―Murmuré mirándola fijamente.

― ¿Se debe sentir así? ―Algo revoloteó en mi estomago cuando su lengua lamió aquellos labios dulces e inocentes.

―Eso creo―Respondí con el corazón acelerándose― Si sabes lo que son los besos, ¿Cierto?

―Claro―Asintió ella mirando mi boca con intensidad―Jamás en persona, claro. Pero si en revistas y en televisión cuando podía.

―Y también a tus padres―Insistí, quedando sorprendido cuando sacudió su cabeza― ¿Jamás viste a tus padres besarse?

―Sólo en la mejilla―Respondió trabando sus ojos con los míos― ¿Puedes hacerlo de nuevo?

― ¿El qué?

Ahora el confundido era yo.

―Es que me gustó mucho lo que sentí―Explicó entusiasmada―Entonces... ¿Puedes?

Antes de poder hablar o de prepararme mentalmente, ella ya se había impulsado con sus manos sobre mi pecho y pegado sus labios a los míos.

La tomé de la cintura por inercia, y me obligué a no abrir la boca y dar rienda suelta al deseo punzante de penetrarla al menos con mi lengua.

Dejé que chocara sus labios contra los míos varias veces y sonreí bajo sus labios cuando rio divertida ante su nuevo descubrimiento.

―Me siento muy mala―Comentó sin apartarse de mi boca.

― Ah, ¿sí?

―Siento que debo hacer algo más.

― ¿Y qué será eso? ―Pregunté nervioso.

―No lo sé―Respondió en un murmullo.

―Hmm, yo tengo una idea...

Antes de que hiciera sonido alguno, nos giré para quedar sobre ella y no pude perderme la sorpresa que llenó su rostro.

― No te vayas ―Enrolló sus brazos alrededor de mi cuello y me acercó más a ella, quedando nariz contra nariz y conmigo encajado entre sus piernas―Duerme conmigo, no te vayas a tu cama...

―Pequeña, no me voy. Dije que te daría apoyo y eso estoy haciendo.

― ¿Entonces? ―Miré sus expresivos y grandes ojos y sentí como la sed de hacerla mía, me abandonaba poco a poco.

―Solo...―Tragué saliva sin saber muy bien qué decir―Solo te voy a besar de una manera diferente.

―Oh...

No pude evitar pensar que me recordaba a alguien más.  

―Me recuerdas a alguien, pero no sé a quién.

― ¿A alguien que conoces?

―No creo―Me acerqué otra vez para rozar nuevamente mis labios contra los suyos―Creo que es solo a alguien que apenas he visto... Abre la boca.

― ¿Qué? ―Preguntó confundida.

―Que abras la boca, Abbie ¿O no quieres que te bese?

Automáticamente abrió la boca y yo bajé la cabeza para inevitablemente, tomar su labio inferior entre los míos.

Lo jalé suavemente, sintiendo cómo se tensaba, y luego de soltarlo, comencé a mover mi boca sobre la suya, evitando que mi lengua hiciera contacto alguno con sus labios. Solo era un beso superficial, pero me sentía generoso y entusiasmado por ir enseñándole poco a poco, el arte de besar; pero me separé un rato después cuando noté que ella no me devolvía el beso.

Tenía los ojos vidriosos y me miraba fijamente.

― ¿Estás bien? ―Pregunté preocupado.

―Tu vello facial me hace cosquillas―Dijo finalmente, haciéndome reír a carcajadas.

― ¿No te gusta? Puedo quitármelo mañana en la mañana...

― ¡No! ―Exclamó sorprendiéndome―Perdón, no quise asustarte. Pero no te afeites, me gusta mucho, es solo que no estoy acostumbrada.

― ¿Por eso no me devolviste el beso?

― ¿A qué te refieres?

―A que tienes que mover tus labios contra los míos, así como yo lo hago sobre los tuyos...

Su ceño fruncido desapareció y otra vez su sonrisa tomó su lugar.

―Pensé que era una persona quien daba y la otra recibía y ya después se cambiaban los lugares...

―Pues ya sabes que no, así que ahora haz como yo hago y bésame.

Su entusiasta risa murió apenas volvimos a juntar nuestros labios, y por más asombroso que pareciera, me sentí satisfecho ante aquellos inocentes y delicados besos que nos dedicamos a dar y recibir por lo que quedaba de noche.

***

Desperté cuando un rayo de luz casi quema mi retina aún con los ojos cerrados y me encontré en una cabaña calurosa, iluminada y en silencio.

Me dolía el cuerpo entero por haber dormido tan mal.

Abigail era una mujer que dormía de una manera muy particular.

Cuando sentí que los besos pronto subían de tono, y que la excitación volvía a poseer mi cuerpo, había dado la sesión por terminada y la había vuelto apoyar sobre mi hombro para dormir un poco.

No sabía en qué momento había parado de llover, solo sabía que mi boca aún conservaba el dulce sabor a fresas del protector labial que Abbie le gustaba usar para dormir.

También sabía que me dolía el cuello y la espalda, ya que, en algún momento, yo me había girado sobre mi estómago y ella...

¡Ella se había subido a mi espalda como un jodido gato y dormido ahí por lo que quedaba de noche!

Pero más estúpido era yo al dejarla tranquila porque no quería interrumpir su sueño y prefería dormir aplastado.

Había sentido su respiración acompasada sobre mi cuello y un brazo y una pierna rodeándome el cuerpo hasta que finalmente me había dormido nuevamente.

Me levanté estirando todos los músculos, y salí al porche.

De seguro Abbie se encontraba dándose su respectivo baño de playa y a mí me gustaba verla desde donde estaba.

Habíamos establecido un código de privacidad: yo la dejaba bañarse desnuda y ella me dejaba a mí hacer lo mismo, pero lejos uno del otro.

No estaba preparado para explicarle lo que era un pene y lo que se hacía con él.

Bueno, suponía que ella sabía lo que era un pene y para qué se usaba, pero no como funcionaba. Igual dudaba mucho que me dejara ver sin pantalones para luego tener que dar otro tipo de explicaciones.

La vi a unos pocos metros de la orilla, y sin querer, una tonta sonrisa apareció en mis labios, mientras la veía nadar.

Al contrario de lo que temía, no quería salir corriendo en dirección contraria por lo que aquella chica comenzaba a despertar en mí, porque para ser honestos ¿Para dónde iba a coger?

No es como si tuviese muchas opciones de poder huir despavorido ante esa emoción que nunca antes había sentido.

Y claro, no era amor... ¿Cierto?

Es decir, la conocía de apenas unos días atrás, me gustaba su actitud, su inocencia, su risa, su... En fin, ella me gustaba y mucho, ¿Pero amor? ¿Era posible enamorarse tan rápido? Me gustaba la chica, punto; pero no me sentía capaz de profundizar en los sentimientos que comenzaba a albergar por ella y la manera que me hacía sentir.

No podía negar el cariño que aquella chiquilla comenzaba a sembrar en mi interior. Pero no me preocupaba mucho por eso. Es decir, no lo admitía en voz alta ya que siempre estábamos peleando, pero yo sentía un inmenso cariño por Olivia y también sabía que ella sentía lo mismo por mí.

Lo único diferente, es que a Olivia nunca la había deseado ni tampoco había querido besarla para conocer su sabor.

¿Y cuando quieres besar realmente a alguien? Realmente la voz de Mark debería abandonar mi cabeza.

Vi que Abbie me saludaba y yo le devolví el gesto antes de que mis ojos se fijaran a unos pocos metros detrás de ella y sintiera que toda la sangre abandonaba mi cuerpo.

Vi como ella giraba también y notaba lo que mis ojos habían visto.

Corrí velozmente hacia la orilla al ver una aleta dorsal acercarse aún más rápido hasta donde ella estaba y comencé a nadar precipitadamente hacia Abigail, pero ya era muy tarde.

Levanté la cabeza para ver en dónde estaba la gran mancha de sangre, pero no la vi por ningún lado y comencé a sentir como el dolor atenazaba mi pecho ante el reconocimiento de haberla perdido tan rápidamente.

― ¡¡¡Abbie!!!

Grité lo más fuerte que pude, pero nada sucedió.

Simplemente había desaparecido.

―Oh, Dios...―Escuché como se me quebraba la voz, pero no me importó, la había perdido para siempre.

Abbie...

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