Salvada por... Él

SALVADA POR… ÉL 

Hace poco ella estaba fantaseando con cuál sería su hombre ideal  y el que la estaba salvando de ese tipejo era el hombre perfecto, el hombre de sus fantasías, era grande con un aura oscura y siniestra.

Sus brazos descubiertos estaban completamente llenos de tatuajes, era muy… musculoso, impresionante con una fiera expresión en su rostro y cualquiera podría decir que era un criminal. 

… 

Dorian tenía ganas de terminar con la vida de ese insignificante miserable. 

El fracasado estaba apunto de abusar de ella y aún así ella peleaba para defenderse.

El único problema si mataba a ese hijo de puta agresivo sería deshacerse del cadáver. No era imposible, claro estaba,  pero aún así le daría problemas. 

No era nada bueno que llamara la atención en la ciudad antes incluso de conocer los detalles de su objetivo, y como Dorian se consideraba un profesional no quería ser notado. 

pero eso no le impedía intimidarlo. 

Sostuvo al violento fracasado por la muñeca derecha que le había dejado machacada y lo fulminó con la mirada. El hombre tardó sólo unos segundos en darse cuenta de que estaba mirando a la muerte a la cara. Dorian podía incluso oler su miedo. Fue más que clara su advertencia 

―Lárgate y No vuelvas nunca. ¿Quedó claro? ―Dorian pausadamente  para evitar el acento ruso que se le notaba al hablar. 

―S.sí, señor. ―el muy cobarde movió la cabeza frenéticamente en afirmación —  Me voy ahora mismo.

Dorian empujó al hombre para que se largara de su vista y posó su mirada en la mujer asustada a su lado, tenía el vestido arrugado. Miserable hombre había arruinado su bello atuendo, estaba arrepintiéndose de haberlo dejado ir. 

Suspiro y le sonrió de la manera mas cordial que pudo, intentando que ella no saliera corriendo 

―No voy a hacerte daño.

―Lo sé.— Dijo ella, él no pudo oírla pero si ver el movimiento de sus labios.

―¿Estás bien? ―le preguntó.

Dorian se acercó a ella con pasos vacilantes y le tendió una mano y al juntar las una sensación cálida lo invadió, su piel hormigueo como nunca antes y un escalofrío placentero lo recorrió completo.

Dorian nunca antes había experimentado nada igual. 

Cada célula de su cuerpo reaccionó a esa mujer.

Era innegable que la deseaba,  no lo iba a negar, eso sería estúpido, por favor, pero de algún modo ella había accedido a sus instintos protectores más profundos, que habían permanecido ocultos en el alma de Dorian.

Con gentileza, la acercó a él. Se fijó, con sorpresa, en que ella se aproximaba por voluntad propia. La rodeó con los brazos y dejó que se inclinara sobre su pecho. La acompañó hacia al margen de la pista de baile y encontró un lugar donde podían respirar. Ella exhaló y él experimentó una

profunda sensación de alivio. Estaba a salvo y él la mantendría así.

Acercó su boca al oído de ella.

―¿Estás bien?

―Sí. ―Giró la cara. Dorian habría jurado que le estaba olisqueando―. Gracias por ayudarme.

―Tiene suerte de que no acabara con él. ―Dorian intentó mantener un tono relajado pero dejaba muy en claro que con él nada le iba a suceder.

―No valía la pena el esfuerzo ―convino―. Hoy en día es difícil

deshacerse de los cadáveres.

Dorian se rió y su risa fue tan inesperada, tanto Para él como para que quedó embobada por el sonido de su risa. 

ella sonrió, y a él le pareció que era la sonrisa más divina y angelical que había visto jamás. 

―No creo que tú amiga sea de mucha ayuda.

Había visto a su acompañante al otro lado de la pista bailando pegada a quien

parecía ser un nuevo amigo.

―¿Cuánto tiempo llevabas observándome?— le pregunto un poco inquieta. 

―Un rato.

Dorian no añadió que había captado su atención en el instante en que atravesó la puerta. Con sus sexys curvas y su suave cabello que enmarca impecablemente su cara, parecía la inocencia en persona. 

―¿Cómo te llamas? ―preguntó.

―Dorian. ―Alzó una ceja―. ¿Y tú?

―Eva.

«Eva». Repitió su nombre. ¡Le iba perfecto! La pureza rodó por su lengua como si fuera miel. Era la mujer más tentadora a la que hubiera conocido jamás.

―Si pido tu número de teléfono… ¿Me veré muy descarada? ―le preguntó.

Dorian soltó una risita.

―Para nada, yo me preguntaba cómo pedirtelo sin parecer un acosador.

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