Un mal plan

Capítulo 

Un mal plan 

Eva estaba muerta de nervios sentía que se le removía todo por dentro. Y las ganas de irse de ese lugar eran inmensas  

Dorian le había mandado un mensaje para verse en ese lugar, debía admitir que estaba ligeramente decepcionada, hubiera preferido que él la llamara había algo romántico en una conversación telefónica con un pretendiente.

La verdad ella lo sentía así porque eran contadas las veces que pudo tener una cita normalmente algun pretendiente muy valiente o muy estúpido la llamaba y era para ella la cosa más romántica. 

Se sentía segura y protegida estando en su propia habitación mientras compartía sus pensamientos con alguien que estaba demasiado lejos para darle demasiada

importancia a cualquier cosa que ella revelara.

Ahora estaba en el mismo bar al que Emma  y ella habían ido la noche

anterior. 

Dorian  le había pedido que se  encontraran allí. Ya eran exactamente

las diez en punto y no se le veía por ningún sitio.

Ella esperanza con todas sus fuerzas que no la dejara plantada o todo el esfuerzo que hizo en convencer a Víctor de que estaba durmiendo y de paso convencer a su prima que se hiciera pasar por ella para poder ir al bar seria en vano. 

Lo complicado fue que Emma estuviera quieta durante más de diez minutos.

―Eva―La gruesa voz de de Dorian le produjo un escalofrío placentero ―. Has venido. Me temía que no vinieras.

Eva sonrió tímidamente, temia que si sonreía ampliamente su corazón saldría de su boca de lo acelerado que estaba.

―Crei que no vendrías ¿Bailamos? ―dijo ella; los nervios sacaban lo mejor de ella.

―¿Te párese mejor si hablamos en otro lugar? 

―¿Hablar? ―pregunto no muy convencida, con todo ese ruido no creí que fuera posible. 

El se rió. 

―Aquí abajo no. Podemos ir arriba. Ven, te lo enseño.

Dorian la guió a la parte superior donde se podía ver perfectamente a todas esas personas sudorosas en medio de la pista. 

―Desde aquí arriba se ve todo. ―Su voz acarició su oreja.

Observó la forma en que se movía, algunos más cohibidos que otros

Era fascinante.

―Apuesto a que esta escena quedaría perfecta en un lienzo―comentó Dorian.

Eva se giró para mirarle, dirigiéndole una tímida sonrisa.

Ambos permanecieron allí, mirando por encima de la barandilla la pista de baile que se encontraba mucho más abajo. 

Era grato pero a la vez aterrador estar en ese lugar con un  Hombre con un Aura tan misteriosa y siniestra como la de Dorian. 

Se inclinó hacia ella, dejando que su mejilla rozara la de ella.

―¿me tienes miedo?

―No.— dijo ella, porque así era. Por extraño que pareciera, no tenía miedo de él. A decir verdad, se temía

más a sí misma. Su cuerpo entero era consciente de ese hombre. 

Él recorrió con delicadeza el borde de su oreja con los labios.

―Entonces, ¿de qué tienes miedo? ¿Eh?

―Tengo miedo de las tremendas ganas que tengo de volver a besarte―dijo, sorprendida por su audacia.

Dorian la rodeó con los brazos. 

Ella saboreó la sensación de tener el cuerpo duro de él apretado contra el suyo. 

Ella estaba cuestionando se seriamente si realmente se conocía así misma.  Porque ella no era de estar tan a gusto con un hombre extraño. Ella era muy… puritana. 

No se apartó cuando él bajó la cabeza para besarla. En lugar de eso, se

puso de puntillas en busca de sus labios abrazo su cuello con sus brazos y enterró sus dedos en el cabello de Dorian disfrutando se la suave textura de cu cabello negro. 

Movió la boca contra la de ella, deslizándole la lengua por la comisura de

los labios hasta que ella abrió la boca para él. 

Evaa saboreó el tentador sabor de su masculinidad y supo que si él le pedía que se desnudara y le hiciera el amor en ese mismo lugar, lo haría.

Ella lo beso con intensidad, con ganas, jamás había besado así a algún hombre no es como que hubiera besado a muchos tampoco, Pero igual tenía unas ganas terribles de besarlo y el dejo que ella lo besara siguiendo su ritmo.

Dorian no podía seguir fingiendo que había ido allí a hacer el trabajo para

el que le habían contratado. 

La había llevado allí con lo que deberían haber sido falsas promesas de una aventura que habría acabado mal cuando Eva cayera por encima de la barandilla y muriera.

Mientras la sostenía entre sus brazos, admitió sin reservas que nunca había tenido ninguna intención de llevar a cabo su plan mal concebido.

Le gustaba tenerla contra sí. Sus curvas encajaban perfectamente con su cuerpo.

Pudo sentir cómo se le endurecían los pezones y empujaban contra la tela de

su vestido, suplicando su contacto.

Él deslizó la mano por su torso, extendiéndola por sus costillas. Rozó con los nudillos la parte inferior de su suave pecho. Adoró la forma de cada uno

de sus llenos montículos y supo que encajarían perfectamente en sus manos.

Además, estaba completamente absorto en la idea de acariciarle los duros pezones con la lengua.

Dorian apretó con delicadeza uno de sus pechos y obtuvo un rápido jadeo

como recompensa. Emitió un suave gemido de placer y tiró con cuidado del

labio inferior de él con los dientes. Su beso se volvió más lento, haciéndose

perezoso y aún así intensamente sensual. 

Le hizo el amor con la boca, exactamente como pretendía hacer con su cuerpo.

Ella le pasó las manos por los hombros. Arañó el tejido de su camiseta con las uñas antes de continuar hacia abajo. 

Cuando le tocó los abdominales, Dorian gimió.

Apenas soportaba tener sus manos tan cerca de su pene. Quería que hundiera los dedos por dentro de la cintura del pantalón y que tocara la punta de su hinchada erección. Estaba tan excitado que temía correrse en el boxer. Nunca antes una mujer le había puesto tanto.

El instinto se apoderó de Dorian, agarró a Eva del trasero y la apretó contra su erección. A un ritmos exquisito. El roce del cuerpo de ella contra el suyo a través de la tela de la ropa bastó para llevarle al límite. 

Ella bailó contra él, todavía provocando su boca con la lengua. Todo en ella era erótico y le excitaba. La deseaba con tanta desesperación que apenas podía contenerse.

―Te deseo, Dorian ―murmuró.

No era el momento ni el lugar, pero no parecía que a su cuerpo le importara. La iluminación del bar era tenue, pero estaban demasiado expuestos para correr el riesgo. Aun así, la deseaba desesperadamente e incluso más: deseaba hacerle sentir placer.

Dorian  le agarró el muslo con la mano y lentamente fue levantándole la

pierna hasta que la rodilla de ella quedó anclada cerca de su cadera. Se abrió

paso entre sus piernas abiertas. El fino tejido de su falda no suponía una gran

barrera entre ambos. Podía notar el calor de su entrepierna en el muslo. Unió los dedos por detrás del cuello de él y se agarró con fuerza.

Eva empezó a balancear las caderas para apretar su entrepierna contra él. El delicioso roce de sus sexo húmedo contra su pantalón bastó para volverle loco. Ella gimió y cerró los ojos. 

Sus movimientos se hicieron más intensos y apretó las caderas contra el cuerpo de Dorian, con sus piernas rodeando la de él.

Él la levantó más hacia sí, sosteniéndola con un solo brazo. Ella se entregó por completo. Le soltó el cuello y se recostó contra su brazo hasta que estuvo colgando. 

El puro atractivo sexual de esa postura hizo que se le escapara líquido preseminal en los bóxer. Estaba totalmente erecto y

preparado. Era imposible no imaginar cómo sería ver a Eva montándole en

esa postura.

―Voy a… ―Todo su cuerpo se tensó contra el de él―. Voy a correrme,

Dorian ―dijo con voz ronca. 

Notó el momento en que llegó al orgasmo. 

La expresión de su rostro se llenó de asombro. Con los ojos cerrados y los labios carnosos apretados, emanaba tal sensación de liberación que anheló sentirlo él también. Buscó los brazos de Dorian  con sus pequeñas manos, agarrándose con fuerza mientras

llegaba al final del orgasmo.

Dorian  dejó que cayera contra él. Le rodeó con los brazos el tembloroso

cuerpo y depositó una serie de besos en su cabello. 

Nunca antes se había sentido tan protector con una amante. Evidentemente, tampoco se había encontrado en una situación similar antes.

Eva Gil era su objetivo. 

Supuestamente tenía que morir. En ese

mismo momento él debería terminar el trabajo. Tenía un vuelo para irse de la

ciudad esa noche y al día siguiente recibiría los detalles de un nuevo encargo.

Para el fin de semana siguiente habría estado al menos en tres ciudades

diferentes.

¿Cuándo se había vuelto su vida tan increíblemente aburrida y repetitiva?

No recordaba la última vez que se había salido del plan establecido. Se había

convertido en los ojos, los oídos y las manos de su padre en todo el mundo.

Puede que su trabajo fuera importante, pero le dejaba muy poco tiempo para

cualquier cosa cercana a una existencia normal. ¿Cuándo le tocaba a Dorian 

tener una vida?

―No me puedo creer que acabe de hacer eso ―murmuró Anna avergonzadamente―. Debes de pensar que soy una descarada.

―Para nada. ―Nada más lejos de la verdad―. Me pareces refrescante

y sensual.

―Sólo estás intentando hacerme sentir mejor conmigo misma. Funciona, así que no pares.— le dijo haciendo un puchero que a él le pareció de lo más tierno. 

Una nueva ola de excitación invadió a Dorian. ¿Pero qué mierdas? ¿Dónde estaba el asesino frío y calculador? Tenía todo el autocontrol y era el  asesino más eficiente del mundo y aun así no podía resistirse a esa mujer que tenía contra su cuerpo. 

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