¿Cómo llegué a estar en una situación tan deprimente y dolorosa? Me cité con Elías Miller, esa misma tarde, después del evento donde todo fue un éxito, me gustaría repetirlo mejor planeado, por supuesto. Llego en taxi a la dirección de la tarjeta que me extendió, se encuentra cerca de un restaurante de comida italiana, me parece muy bien, quizás lo invito a cenar por aquí y de esa manera cerrar un buen trato. Tengo todo visualizado, ganaré su confianza y lograré que nos rente por un precio más bajo los departamentos. Voy con esa meta fija y concentrada, y sobre todo confiada de que aceptará, tan emocionada y feliz que no me percato de cuan solitaria esta la oficina, aunque no me extraña porque es domingo por la tarde, miro mi reloj y en efecto, son las cinco para ser exacta. Dejé a Fabrizio con su ceño fruncido, no le dije hacia dónde me dirigía, de lo que me provoca una punzada de arrepentimiento, en fin, toco la puerta y me encuentro a un muy animado Elías, me hace pasar a su ofi
Fabrizio. La escena que estoy presenciando es espantosa, Diana está dormida, sedada, tiene golpes en el rostro, una herida en su labio inferior que esta hinchado, producto del golpe que le dio ese maldito bastardo, su hombro izquierdo está entablillado, no tiene lesiones graves solo fisura, su rostro morado e hinchado por los golpes. No, no se va a quedar así. Me duele el alma de verla en esas condiciones, yo no debí dejarla sola, debí seguirla, debí protegerla. Rodrigo había visto a Diana, bajar de un taxi en la oficina de Miller, no la siguió de inmediato, dijo que quería hablar con ella, según le comentó a Valentino, para aclararle que no había sido idea de él enviarle la invitación de su boda, pero al pasar el tiempo y no verla salir decidió esperarla dentro, lo que fue una buena idea porque de no ser así, no sé qué le hubiera hecho ese sádico maldito. —Diana, se ha enfrentado a hombres más grandes que Elías ¿Cómo fue posible que le hiciera tanto daño? —pregunto mientras me sie
Cambio de planes, tía Maritza, con su jardinero Carlos, decidieron extender la lista de invitados, ¡Genial! La casa no será un buen sitio para tantas personas, así que alquilaron un local bastante grande y elegante, no es por ser amargada, no me mal entiendan, para mi mucha gente quiere decir que hay mucha molestia, sus amistades más sus hijos solteros es igual a problemas. Como soy la única soltera en la familia del sexo femenino seré presa fácil y los gemelos y yo estaremos pendientes como presa al asecho de solteros y solteras como si sostuviéramos en nuestras manos un cartel enorme de «presas de amor disponibles, ataquen». —¿Teníamos que parecernos tanto? —se queja Tiziano a mi derecha con una copa de champagne llevándola a la boca, me encojo de hombros, no es mi culpa. —Parecemos unos malditos trillizos, ¿cómo puedo fingir que eres mi novia? —Stefano, a mi izquierda con la misma expresión, los tres vigilamos a los posibles cazadores. —Ni siquiera Virginia está disponible ahor
La tarántula, perdón Izma, digo Priscila, hace acto de presencia como todos los putos días.—Buenos días —saluda por sobre el hombro—, dile a Fabri, que ya estoy aquí. —es raro en ella que salude.—Buenos días, señora, como usted es tan íntima del señor, pase con confianza —responde Sammy. La mira ceñuda, yo aprieto mis labios para no soltar una sonora carcajada.—¡Bien! —se va contoneando las caderas, que, por cierto, no tiene.—Sam —la reprendo.—¿Qué? —se encoje de hombros sin darle importancia a mi reprimenda.Quince minutos después, sus siluetas salen de la oficina del jefe, él mira con ceño fruncido unos globos de carita feliz que Alessandro me ha enviado junto a una caja de chocolates blancos sin nueces.Dijo que era para alegrarme mi día, no sin antes recriminarle que él es de mi hermana, a lo que riendo me aclaró que los que le envió a ella, eran con forma de corazones.¡Tan lindo mi cuñis!—¿Otro regalo? —pregunta.—¡Aja! —digo metiendo en mi boca un trozo de chocolate y degu
Me voy hacia el hospital, necesito verla, al menos un momento, solo un momento y saber que estará bien. La enfermera de recepción me indica dónde está la sala de espera, me acerco y veo a Luci sentada viendo un punto fijo sin percatarse de mi presencia. —Luci —susurro, mientras camino hacia donde está, y me mira y se le cristalizan los ojos. —¡Oh, cariño! Estás aquí. —me agacho junto a ella tomando sus manos. —Lo siento Luci, le fallé, todo es mi culpa. —¡Oh, no cariño, no lo es! solo fue un accidente. —Los accidentes pasan sin previo aviso. —El General trae un par de vasos con café y extiende uno a su esposa, me levanto y estrecho muestras manos en saludo. —¿Cómo está? —pregunto temiendo su respuesta. —La tienen en coma inducido, tiene muchos hematomas y un golpe en la cabeza—responde el general sin verme a la cara, la bolsa de aire le ayudó un poco. —Ella no debía salir a esa hora, yo la llevé a esto, siempre me lleva la contraria, ¿por qué tenía que hacerme caso ahora? —Po
Despierto en la habitación de un hospital, con un par de fisuras en mis costillas, moretones en el cuerpo y rostro, mi mano entablillada. —Diana, estás en buen estado, mañana haremos la tomografía para ver cómo has avanzado. Qué bueno que estás bien —me sonríe—, tu novio estuvo cuidándote. ¿Fabrizio?, sonrió, no sé si alegrarme o no. —Gracias. —suelto con voz suave. Conversando con Virginia, me doy cuenta de que está molesta con Fabrizio, y la verdad yo también lo estoy. Reprocho a mamá el hecho de haberlo dejado que me cuidara y no ella, pero se defiende diciendo que él está muy mal porque se siente culpable. —Pues, qué bien que se sienta así —escupe Virginia, molesta—, por su culpa, casi la perdemos —agita las manos indignada. —Pero no fue así —lo defiende mamá—, tenía sus razones y él te las dará a su tiempo. —La verdad, no sé si quiero escucharlo. —No hay razón que valga, Lucifer —nunca las había visto discutir en serio, yo solo las observo en silencio, determinando quien t
Tiziano me llama para que salga, ya que están esperándome fuera de casa. Stefano, sale del lado del copiloto, nos saludamos con un beso en la mejilla y me sostiene la puerta mientras él se pasa al asiento de atrás. —Gracias, primo. —De nada, jefa. —Tiziano rueda los ojos. —Ya empiezas a lamer botas. —Lo regaña mientras me saluda igual que su hermano. —¿Qué? —se queja el otro —es mi jefecita de mi corazón— se defiende, los tres reímos. Suspiro de manera audible. —¿Nerviosa? —pregunta Tiziano sin quitar la vista de la carretera. —Mucho, no sé por qué. —hago una mueca. —¿Por el trabajo o por…? —la pregunta queda en el aire al interrumpirlo. —¡No lo digas! —¡Vamos! Di, tienes que hablar de esto algún día —regaña Stefano. —Y ese día no será hoy —me defiendo. —¡Bien! —dicen ambos al unísono. —Solo te diré que él ya no está solo. Escuchar eso me da una punzada en mi pecho. Trago saliva con dificultad y un torbellino de emociones aparece. «Él ya no está solo» revota en mi cabeza
Todos me saludan, se presentan y me dan la bienvenida, a los gemelos los tengo uno a cada lado, me están dando referencias, buenas, de cada empleado que se presenta. Desde que entré a la sala con mi tío, sentí la mirada de alguien en especial, una chica, la cual se acerca a mí, es la última en presentarse. —Señorita Diana, un gusto conocerla en persona —¿Persona? Enarco una ceja—, mi nombre es Elena. Me extiende su mano la cual no tomo, solo la veo y me quedo como un tempano petrificada, Tiziano, me vuelve a la realidad con un golpecito en el hombro, me doy cuenta de que sus ojos están viéndome extrañada, la estoy dejando con la mano extendida, reacciono y tomo su mano dándole una sonrisa muy poco convincente, una sonrisa nerviosa. —Elena, mucho gusto. —digo estrechando su mano, una mirada de alivio llega a sus ojos. —¡Usted es una genio! Nos facilitó mucho los datos estadísticos desde que propuso el sistema de datos Galcor —frunzo el ceño—, sí, así le llamó el de informática por s