La tarántula, perdón Izma, digo Priscila, hace acto de presencia como todos los putos días.—Buenos días —saluda por sobre el hombro—, dile a Fabri, que ya estoy aquí. —es raro en ella que salude.—Buenos días, señora, como usted es tan íntima del señor, pase con confianza —responde Sammy. La mira ceñuda, yo aprieto mis labios para no soltar una sonora carcajada.—¡Bien! —se va contoneando las caderas, que, por cierto, no tiene.—Sam —la reprendo.—¿Qué? —se encoje de hombros sin darle importancia a mi reprimenda.Quince minutos después, sus siluetas salen de la oficina del jefe, él mira con ceño fruncido unos globos de carita feliz que Alessandro me ha enviado junto a una caja de chocolates blancos sin nueces.Dijo que era para alegrarme mi día, no sin antes recriminarle que él es de mi hermana, a lo que riendo me aclaró que los que le envió a ella, eran con forma de corazones.¡Tan lindo mi cuñis!—¿Otro regalo? —pregunta.—¡Aja! —digo metiendo en mi boca un trozo de chocolate y degu
Me voy hacia el hospital, necesito verla, al menos un momento, solo un momento y saber que estará bien. La enfermera de recepción me indica dónde está la sala de espera, me acerco y veo a Luci sentada viendo un punto fijo sin percatarse de mi presencia. —Luci —susurro, mientras camino hacia donde está, y me mira y se le cristalizan los ojos. —¡Oh, cariño! Estás aquí. —me agacho junto a ella tomando sus manos. —Lo siento Luci, le fallé, todo es mi culpa. —¡Oh, no cariño, no lo es! solo fue un accidente. —Los accidentes pasan sin previo aviso. —El General trae un par de vasos con café y extiende uno a su esposa, me levanto y estrecho muestras manos en saludo. —¿Cómo está? —pregunto temiendo su respuesta. —La tienen en coma inducido, tiene muchos hematomas y un golpe en la cabeza—responde el general sin verme a la cara, la bolsa de aire le ayudó un poco. —Ella no debía salir a esa hora, yo la llevé a esto, siempre me lleva la contraria, ¿por qué tenía que hacerme caso ahora? —Po
Despierto en la habitación de un hospital, con un par de fisuras en mis costillas, moretones en el cuerpo y rostro, mi mano entablillada. —Diana, estás en buen estado, mañana haremos la tomografía para ver cómo has avanzado. Qué bueno que estás bien —me sonríe—, tu novio estuvo cuidándote. ¿Fabrizio?, sonrió, no sé si alegrarme o no. —Gracias. —suelto con voz suave. Conversando con Virginia, me doy cuenta de que está molesta con Fabrizio, y la verdad yo también lo estoy. Reprocho a mamá el hecho de haberlo dejado que me cuidara y no ella, pero se defiende diciendo que él está muy mal porque se siente culpable. —Pues, qué bien que se sienta así —escupe Virginia, molesta—, por su culpa, casi la perdemos —agita las manos indignada. —Pero no fue así —lo defiende mamá—, tenía sus razones y él te las dará a su tiempo. —La verdad, no sé si quiero escucharlo. —No hay razón que valga, Lucifer —nunca las había visto discutir en serio, yo solo las observo en silencio, determinando quien t
Tiziano me llama para que salga, ya que están esperándome fuera de casa. Stefano, sale del lado del copiloto, nos saludamos con un beso en la mejilla y me sostiene la puerta mientras él se pasa al asiento de atrás. —Gracias, primo. —De nada, jefa. —Tiziano rueda los ojos. —Ya empiezas a lamer botas. —Lo regaña mientras me saluda igual que su hermano. —¿Qué? —se queja el otro —es mi jefecita de mi corazón— se defiende, los tres reímos. Suspiro de manera audible. —¿Nerviosa? —pregunta Tiziano sin quitar la vista de la carretera. —Mucho, no sé por qué. —hago una mueca. —¿Por el trabajo o por…? —la pregunta queda en el aire al interrumpirlo. —¡No lo digas! —¡Vamos! Di, tienes que hablar de esto algún día —regaña Stefano. —Y ese día no será hoy —me defiendo. —¡Bien! —dicen ambos al unísono. —Solo te diré que él ya no está solo. Escuchar eso me da una punzada en mi pecho. Trago saliva con dificultad y un torbellino de emociones aparece. «Él ya no está solo» revota en mi cabeza
Todos me saludan, se presentan y me dan la bienvenida, a los gemelos los tengo uno a cada lado, me están dando referencias, buenas, de cada empleado que se presenta. Desde que entré a la sala con mi tío, sentí la mirada de alguien en especial, una chica, la cual se acerca a mí, es la última en presentarse. —Señorita Diana, un gusto conocerla en persona —¿Persona? Enarco una ceja—, mi nombre es Elena. Me extiende su mano la cual no tomo, solo la veo y me quedo como un tempano petrificada, Tiziano, me vuelve a la realidad con un golpecito en el hombro, me doy cuenta de que sus ojos están viéndome extrañada, la estoy dejando con la mano extendida, reacciono y tomo su mano dándole una sonrisa muy poco convincente, una sonrisa nerviosa. —Elena, mucho gusto. —digo estrechando su mano, una mirada de alivio llega a sus ojos. —¡Usted es una genio! Nos facilitó mucho los datos estadísticos desde que propuso el sistema de datos Galcor —frunzo el ceño—, sí, así le llamó el de informática por s
Fabrizio. Diana se tarda tanto en el baño que empiezo a preocuparme, aun no hay señales de ella, y el lugar está a reventar. Pensé que se había ido, pero en realidad no había traído auto, ya que había llegado con los gemelos, lo que me recuerda que ella, ya no tiene auto. Necesitaba dejar en claro todo con Elena, no la amo, no me gusta, solo me agrada, tomé una decisión apresurada al decirle que lo podíamos intentar si las cosas se daban sin ser forzadas. Es linda persona, buena chica, pero no es Diana. Así que decidimos que es mejor seguir como buenos amigos. Todo por el malentendido de las fotos que me enviaron, y que sospecho que Priscila pudo estar detrás de todo eso. Después de media hora, veo que está en la pista de baile y un tipo la sostiene de la cintura así que lo advierto a los gemelos. El tipejo poza su cabeza en su cuello, a lo que ella pone mala cara. Me hierve la sangre que la toque. —Vamos, esto no está bien. —dice Tiziano. —Ese gesto no fue de su agrado quitémos
Mi auto ha llegado del taller así que Fabrizio y yo estamos revisando que esté en perfecto estado, cuando regresamos, los veo a todos, sentados alrededor de la mesa del patio, riendo a carcajadas y me sospecho que no me gustará saber de quien se burlan, ya que mamá esta hable y hable, y todos están riendo. Tiene mi álbum de fotografías, y se las está mostrando a todos, siento que hoy voy a morir. ¿Cómo llegamos hasta esto? Es mi cumpleaños, y todos estamos en casa celebrándolo. —Ahora recuerdo porqué tengo mi álbum bajo llave. —dice Virginia. —Antes de mudarnos, los busqué por todos lados —digo sorprendida—, los tenías tú escondidos —señalo a mamá quien está riendo— ¡papá! —me quejo. Muestra las palmas de sus manos. —A mí, no me mires, juro que no sabía nada. —se defiende. —Eras un panquesito. —Samuel, hace una mueca arrugando su boca. Tomo los álbumes y se quejan. —Se acabó la función, vamos a comer. —Hagamos un brindis y unas palabras para la cumpleañera —se levanta Virgini
6 meses después… Estoy en el baño dando grandes arcadas, llevo un par de días así y desde que me levanté estoy tan mareada y débil de tanto vomitar, no puedo retener nada en el estómago. Fabrizio me lleva con Daniel, después de seis meses de relación, mi plan con anticonceptivos llegó a su final, porque las pastillas estaban irritando mi estómago. Así que optamos por la inyección de tres meses. Tengo un retraso, lo que notábamos como normal, porque ese efecto me dio la inyección y luego la cambiaríamos por la de un mes. Pero para salir de dudas necesitamos que me hagan un examen de sangre. Un examen de embarazo. —¿Cuándo tendrán los resultados? —pregunto viendo un punto fijo en el laboratorio estoy ansiosa por saber. —A más tardar mañana, señorita. Genial otro día de tortura. Por recomendación del médico al que nos remitió Daniel, si queríamos tener relaciones será con condón. No tardó en extendernos una buena cantidad. Si no estoy embarazada, deberán hacerme unos exámenes para