Capitulo 2

Al quitar la envoltura de esta frase, sentí un gran alivio, ya que pude sacar a mi cuerpo del estado anormal en que se encontraba. Ahí mismo, también pude reparar de que se trataba de un ave inofensiva, al recordar que cuando niño había leído mucho sobre este tipo de pájaro. Por los colores blanco y azul turquesa de sus plumas y por sus patas y pico negros pude sopesar que era un ave Urraca de las que habitan en las montañas que quedan al norte de México y Costa Rica. Son pájaros totalmente vocingleros que por lo general les gusta volar en grupo, lo raro y extraño de todo esto, fue ver a este pájaro llegar solo a mi oficina, pero este pequeño detalle ya no me importaba, para ser sincero, me hizo sentir un hombre dichoso ya que su presencia permitió que aquel largo y lluvioso día no se me fuera en blanco.  

Me senté nuevamente y al ver que se quedó tranquilo y muy cómodo donde estaba, no me molesté ni siquiera en decirle que pasara adelante. De su pico salió un saludo de amistad, rompiendo aquel silencio que nos unía, yo creo que fue ¡buenas tardes! Lo que me dijo, pero si no fue eso, me atrevo a asegurar que fueron esas palabras las que salieron de su negro pico. Enseguida se echó a hablar  como carreta. No me dejó mentir con respecto a lo que había aprendido sobre él, cuando apenas yo era un pequeñín que aprendió a leer más por las figuras que había en el libro que por sus propias letras. 

Al comienzo no nos entendíamos en nada, pero en la medida que rodé mi sillón acercándome más a él, nos fuimos entendiendo mejor hasta que llegó un momento en el que por fin nos encontramos con el mismo idioma. Por su fino estilo de expresión pude percatarme de que se trataba de un pájaro educado, cuando me dijo: Soy un ave Urraca, proveniente de la zona montañosa de Costa Rica, que queda justo al norte de su situación geográfica. El sueño de mis padres era conocer y vivir algún día en la patria de Duarte, por la que sintieran desde muy jóvenes gran admiración y respeto, pero nunca encontraron la forma fácil de viajar hasta ella, dado a la enorme distancia que los separaba, hasta que en una mañana cualquiera de mayo por allá por los años sesenta, burlando la vigilancia de un barco marino, lograron subir a su proa para zarpar rumbo a la tierra más maravillosa del mundo.

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