Capítulo 102 ¿Puedes entenderme?Felipe había vivido treinta y cinco años, estaba casi cerca de los 36 años y hasta hace poco era un hombre decidido, firme. Sin embargo, en este momento, se sentía nervioso.Pensó que el tiempo que trascurrió para la llegada del ascensor a la planta baja le daría una idea de cómo comenzar a explicarse.¿Le diría que nunca tuvo intención de ocultarle la verdad?No, eso no era cierto; después de conocerla, esa fue siempre tuvo su intención.Tal vez podría decirle que nunca quiso que los niños vivieran en la miseria o que ella tuviera que trabajar de sirvienta en su casa mientras él omitía la información de que los niños eran herederos de su padre.No. Tampoco podía decir eso. eso se le ocurrió casi inmediatamente después de conocerla.—Daniela, escucha… —comenzó a decir, pero ella ya estaba frente a la puerta del ascensor…Sus pensamientos fueron interrumpidos al ver el rostro de Daniela encendido de rabia, ella presionó el botón varias veces para llamar
Capítulo 103 ¿Volvió a convencerte?Daniela apretó los puños y parpadeó para contener las lágrimas. Se concentró en su respiración para disminuir el dolor que sentía en el pecho, y retiro de la cara un mechón de cabello inexistente.—He tratado de entenderte, pero se me hace muy difícil —dijo con un suspiro—. Eres un hombre muy complejo, y llevas a cuestas muchas cargas y responsabilidades.Él bajó la mirada, como si esas palabras le pesaran.—Tú… estás acostumbrado a cuidar y defender a Eugenia; es casi una adicción para ti —respondió, con un tono de resignación. —A veces, la presión de proteger a otros puede dificultar la conexión entre dos personas. Por esa razón, es que veo que cualquier relación entre nosotros es más que imposible—No es cierto —replicó, levantando la vista—. El amor puede hacer posible lo imposible.Daniela movió la cabeza asintiendo.—Es una idea poderosa —asentí—, pero también debemos considerar la realidad. Estar juntos es un desafío. No solo por la diferenci
Capítulo 104 Un hombre que no se permitía tener emocionesDaniela, ante las palabras que escucho, se puso rígida. Las palabras de Javier fueron expresadas en un tono muy brusco. Lo único que le faltaba a él fue gruñir y golpearse el pecho a continuación.—Javier no puedo hablar en este momento. Estoy bastante ocupada. No te preocupes, todo está muy bien.— ¡Espera! No creas en nada de lo que dice. Él es muy astuto, te puede engañar fácilmente.— ¡Debo trabajar! Vete tranquilo y no te preocupes por mí!—Te recogeré a la salida—No es necesario. Felipe vendrá a buscarme. Vete tranquilo.«Vete ahora. Solo hazlo»Corto la llamada y continúo con sus asuntos sin prestarle mayor atención. Los hermanos Ortiz terminarían por volverla loca o al menos harían que la despidieran.A la hora de salida, contemplo desde la puerta principal el cielo, este estaba gris y brumoso. Busco a Felipe con la mirada. Lo observo recostado en su vehículo de lujo. En cuanto él la vio camino hacia ella.Su cuerpo
Capítulo 105 Verdades amargas — ¡Ni muerta o loca te apoyaré en esa estupidez! —gritó Eugenia, su voz temblando de indignación—. Dejando de lado el hecho de que esa mujer es la hija de la amante de tu padre. Es una pueblerina, sin educación, sin prestigio, sin estatus. Una mujer que no vale nada. ¿Te imaginas el escándalo en el que nos veremos envueltos? Todos hablarán de la tenebrosa historia de los hijos de tu padre. Dirán cómo el hijo ahora anda con la hija de la amante. Eso me salpicará; seguiré siendo humillada por todos. ¡Será mejor morirme!Eugenia se pasó las manos por el rostro, sintiendo que la rabia y la tristeza se entrelazaban en su pecho. La angustia le nublaba la mente.—Te he formado para que seas el hombre que eres. Eres admirado por todos los que te conocen. Todos te envidian. Eres inteligente, adinerado. ¿Cómo podría aceptar que la hija de una amante se presentara al lado de mi hijo en sociedad? ¡Qué vergüenza! Dios mío, es que mi humillación no tendrá fin algún dí
PrólogoEn el momento en que se enteró de que su padre había sufrido un accidente de automóvil. Felipe Ortiz acudió rápidamente a su lado sin saber si este estaría vivo o no cuando llegara. Él sabía de sobra que su mamá iba a necesitar su ayuda, mucho más si como temía su padre no lograba superar el accidente.Felipe era un hombre adulto de 35 años; no obstante, seguía sin entender como su madre, aun con todas las dificultades que enfrentaba su matrimonio por las infidelidades de su marido desde hace años, nunca le dio el divorcio a su padre, soportó todas y cada una de sus infidelidades. Estaba obsesionada con ser su esposa y no darles el gusto a las demás mujeres.Felipe fue el último en llegar al hospital y al hacerlo corrió a toda velocidad al lado de Eugenia, su madre, estaba escuchando la información sobre la evolución del paciente.La menuda figura de su madre estaba de pie con una expresión de sufrimiento, tenía los hombros caídos y la mirada en el suelo. Felipe le colocó una
Capítulo 1 Los hijos de mi padreFelipe Ortiz, conocido como uno de los empresarios más jóvenes y con mayor poder económico a nivel mundial, Presidente de la Corporación Ortiz/Atkins, lanzó con violencia el documento que había estado leyendo sobre el escritorio del viejo abogado de su padre. Algunos de los papeles que estaban sobre el escritorio cayeron sobre el piso.Observando fijamente al viejo abogado de su padre, se pasó la mano por el cabello con frustración, comenzó a hablar sin parar, lo que denotaba su estado de ánimo.— ¡¿Cómo es todo esto posible?! — Interrogó con tono autoritario— ¿Mi papá tenía 4 hijos más? — ¿Estás seguro de que son sus hijos? Mi padre ya era mayor ¿Cómo pudo tener la capacidad para tener más hijos? Ese hombre aun después de muerto, cómo puede seguir perturbando mi vida y la de madre.El abogado no estaba acostumbrado a que Felipe tomara esta actitud, con frecuencia era calmado; sin embargo, continuó explicando —Debo informarte que el primero es varón y
Capítulo 2 El futuro de los Cuatro niños. Daniela Blanco había permanecido sentada, y respondía amablemente a su prometido. .de pronto al escuchar sus últimas palabras se levantó bruscamente del sofá, su cuerpo tenso, sus ojos se oscurecieron. La ira la consumía como un fuego voraz.— ¿Adopción? ¿Te has vuelto loco? —le gritó, su voz cortante, como un cuchillo afilado. La idea de separarse de sus hermanos la llenaba de un dolor insoportable. Recordó la promesa que le había hecho a su madre en su lecho de muerte: cuidaría de ellos como si fueran lo más preciado del mundo.—. ¡Son mis niños! No los daré en adopción.Mateo, su prometido, la miró con una mezcla de frustración y cansancio. No pudo evitar hablarle con amargura.—Estamos a punto de casarnos, Daniela. Nuestra situación económica no nos permite mantener tantos hijos. Ganamos bien, pero cuando nos casemos solo estará mi sueldo, no será suficiente para tantas personas y encima un bebé.—Y ¿qué quieres que haga, Mateo? ¿Dejarlos
Capítulo 3 ¿Quién eres?Al escuchar esa pregunta, Daniela y Mateo dirigieron su mirada hacia la puerta de entrada de la casa. Ella se quedó atónita al comprobar que allí había un hombre de pie en la puerta, con una expresión iracunda.Tuvo que parpadear para combatir la luz del sol y ver más claramente al hombre. Cuando lo hizo, Daniela inmediatamente adivinó de quién se trataba. Las facciones eran inconfundibles, las veía todos los días en la cara de tres de sus hermanos.Este era un hombre extraordinariamente atractivo. Daniela se quedó contemplando en silencio. Tenía el mismo pelo negro, los impresionantes ojos negros y las mismas largas pestañas que veía en sus hermanos, pero en él sus pestañas le daba a su mirada un aire penetrante y turbador. lo reconoció, sin duda era el hijo mayor de Federico Ortiz. Era muy alto, casi uno noventa, y tenía una complexión atlética y musculosa. Incluso, el corte y el tejido de su traje lo hacían sobresalir. Indiscutiblemente, habría llamado la a