Capítulo 107 ¡Sabes quién soy!Felipe se volvió hacia Gianina, sintiéndose asqueado.—Gianina, deberíamos hablar a solas. Creo que aquí hay una gran equivocación —dijo Felipe, su voz tensa.Eugenia sonrió llena de confianza.—Los dejaré a solas. Me iré a desayunar en mi habitación. Hablen, hablen todo lo que quieran. Eso será extraordinario. ¡Se acerca una nueva fase de nuestras vidas! ¡Ya verán que bonito es!— ¡Déjanos a solas, mamá! —Felipe exclamó, frustrado. — ¡Pero no te hagas ilusiones! No soy un niño de pecho. Soy un hombre con la edad suficiente para tomar mis propias decisiones, así que ve sacándote eso de la cabeza.—Habla con Gianina hijo. —Eugenia insistió, su tono ahora más suave. — Sé que sus argumentos te convencerán. Ya verás. Confía en mí.Felipe tomó un respiro profundo, buscando las palabras adecuadas. Gianina lo miraba expectante, pero él sabía que debía ser lo bastante honesto para evitar conflictos. Conocía de sobra a esta mujer y sus métodos comerciales.—Giani
Capítulo 108 ¿Cuánto quieres?Georgina escuchó sus palabras y siguió tan calmada como siempre. Ya estaba acostumbrada a las subidas de tono de esta mujer.Se conocían desde niñas. Eran primas, aunque Eugenia se negara a reconocerlo. Ni siquiera Felipe lo sabía. Ellas vivían juntas desde que murieron sus padres y el padre de Eugenia la llevo a la casa. Eugenia era una niña de su misma edad y desde el principio había dejado claro que Georgina estaba allí para servirle y así fue hasta ahora. Aunque… ya estaba cansada de ella y todo su drama.—Lo que menos necesito son tus consejos. No olvides que solo eres una sirvienta. Prepara todo para mañana, nos iremos a la costa. No deseo que haya muchos preparativos para no alertar a Felipe. Prepara lo elemental. Solo estaremos un día. Quiero hablar con esa mujer y dejarle claro la situación. Arreglaré esto a mi manera. ¡Voy a eliminar ese riesgo de una buena vez!, tal y como lo hice con Belinda, esa otra pobretona despreciable —sentencio con voz
Capítulo 109 No eres tan distinto a tu mamá.Eugenia giró la cabeza, con un gesto de sorpresa en su rostro.— ¿Qué haces aquí?—Eso te pregunto yo a ti, mamá. ¿Qué haces tú aquí? —le respondió Felipe, con un aspecto cansado.Eugenia se calmó. Pensó que no tenía razones para sentirse avergonzada; tenía todo el derecho de velar por la felicidad de su hijo.—Solo estoy hablando con esta despreciable mujer.Daniela respiró hondo, decidida a no perder la paciencia, pero sabía que tenía que aclarar las cosas.—Tu mamita está intentando comprarme para que me aleje de ti. Ella quiere darme dinero para que desaparezca —le dijo con claridad, manteniendo la mirada firme—. Ah, y casi lo olvidaba: quiere que le devuelva las acciones que Federico le dejó a los niños.Felipe frunció el ceño, mirando a su madre con incredulidad.— ¿Es así, mamá? ¿Has intentado sobornarla? —La decepción en su voz era visible.—Quiero lo mejor para ti, Felipe. Y esta vividora y esos bastardos no son lo mejor —replicó E
Capítulo 110 Siempre podrán contar con sus hermanos Al llegar al hospital, Felipe y Daniela corrieron hacia el área de emergencia pediátrica. Felipe comenzó a preguntar en el puesto de enfermeras por Renata; no obstante, sin esperar respuesta, vio a lo lejos la figura de Teresa y dando pasos largos se dirigieron hacia ella.— ¿Cómo está Renata? —preguntó rápidamente Felipe.—Está con los médicos, —respondió Teresa llorosa deteniendo su caminata.Había estado caminando de un lado a otro nerviosa, sintiéndose culpable.—Pero ¿qué sucedió? —inquirió Daniela, visiblemente preocupada.—Esta mañana estaba bien —respondió Teresa, comenzando a llorar de nuevo, muy nerviosa—. Estaba tranquila, pero de pronto comenzó a vomitar y comenzó la fiebre. —Sollozó—. Se puso tan débil… No supe qué más hacer. Estoy tan preocupada.—No te preocupes Teresa, seguramente no es nada malo, —le aseguro DanielaAl poco tiempo, un médico salió del área de emergencias y se acercó a ellos tres. Con una expresión s
Capítulo 111 Siempre segura en mis brazos— ¡Maldición! ¿No nos piensan decir nada? —exclamó Felipe, visiblemente frustrado. —He buscado información. Cerca de aquí hay un hospital pediátrico privado. Tal vez sea mejor trasladarla —sugirió, preocupado.—Cálmate, Felipe. Ya nos indicaron que están atendiéndola —le respondió Manuela, tratando de tranquilizarlo.— ¿Cómo puedes estar tan tranquila? ¿No te parece que tardan mucho? La niña está allí sola. Deberías pasar a ver qué sucede.—Acabo de entrar y está dormida. Ya no vomita, la fiebre le bajó. No podemos estar allí, el espacio es reducido. Imagínate a todos los familiares allí —explicó Manuela.—Entonces será mejor una habitación privada. Veré que la trasladen al hospital pediátrico —insistió Felipe.—Felipe, cálmate —repitió Manuela, intentando mantener la calma en medio de la tensión.Felipe se pasó la mano por el cabello, un gesto de nerviosismo que repetía cada vez que se sentía abrumado. La preocupación por la niña lo consumía.
Capítulo 112 El propósito de vida de Javier En la sala del hospital, el momento íntimo fue interrumpido por la enfermera de turno. Ella revisó a Renata y, al asegurarse de que todo estaba en orden, se despidió. La niña seguía dormida en los brazos de Felipe, quien se negó a acostarla en la cuna. Así que continuó sosteniéndola, como si su cercanía fuera el único remedio que ella necesitaba.Daniela no podía evitar mirarlo con admiración. El contraste entre la imagen varonil de Felipe y la pequeña niña que yacía en sus brazos era notable. Su espalda era tan sólida como una roca, proyectando una sensación de fuerza y protección. En un instante, deseó estar en el lugar de Renata, sintiendo la calidez y la seguridad que parecía emanar de él. Esa idea la mantenía cada vez más nerviosa, especialmente porque estaban solos en ese pequeño espacio.Felipe, sintiendo su mirada, la volvió a ver con esa intensidad ardiente que le hacía palpitar el corazón. Él se preguntó por qué sus mejillas estab
Capítulo 113 Nadie amenaza a Javier Ortiz.Javier se detuvo en seco al ver a Belinda. El hermoso rostro que antes le atrajo tanto mostraba un rictus de desesperación, como si hubiera estado huyendo de algo aterrador. Ella corría hacia él, sus pasos apresurados resonaban en el vestíbulo del hotel y se lanzó a sus brazos. La mirada de Javier se endureció, pero no pudo evitar que un destello de preocupación atravesara su mente.— ¡Javier! —exclamó Belinda, su voz temblando—. ¡Ayúdame! No quiero estar sola… me siento muy mal.La súplica en sus ojos era visible. Javier sintió un poco de resentimiento; aquí estaba, la mujer que había intentado dejar atrás, acudiendo a él en busca de apoyo.— ¿Qué te sucede? —preguntó, tratando de mantener la distancia emocional. La escena era incómoda; ella le inspiraba desprecio, su debilidad para aceptar las situaciones y seguir adelante lo molestaba. En un tiempo, esa forma de ser le pareció femenina y atractiva; ahora, estaba claro que era puro y llano
Capítulo 114 ¡Te necesito!Felipe salió temprano para buscar a Daniela y llevarla a su empleo y a los niños al colegio. Su guardaespaldas ya tenía el vehículo al frente, listo para partir. Había recibido buenas noticias: Renata estaba mejor, según le había informado hace poco Teresa por teléfono.Esta noche invitaría a Daniela a cenar. El problema que le aquejaba, es que: ¿cómo salir con una mujer que tenía cuatro hermanos pequeños? Ella no querría dejarle toda la responsabilidad a Teresa.Mientras sus pensamientos giraban en torno a buscar una solución y en cómo organizar esa cita, una voz familiar y no deseada lo sacó de su ensueño.— ¡Felipe!El mal presagio se instaló en su corazón al girarse y ver a Belinda. Su asistente, Ernesto, ya le había notificado que ella había salido de la clínica de reposo, pero lo que menos quería era un enfrentamiento con su exesposa justo antes de un momento que deseaba que fuera especial.— ¿Qué quieres? —preguntó, finalmente, resignado. La última co