Capítulo 23 ¿Te gusta mi esposa?—Ya la has visto Felipe, ese es su verdadera personalidad. Busca lastimarme a como de lugar. Seguramente siente celos de que yo haya sido la esposa legal de tu padre y ella solo una amante insignificante de pueblo.Felipe estaba a punto de responder a las acusaciones de Eugenia cuando notó que el teléfono móvil estaba sonando. Lo miró con gesto de contrariedad. Le molestaba que le interrumpiesen en aquellos momentosLa pantalla iluminó su rostro con el nombre de Belinda, la esposa de su hermano Javier. Al instante, una punzada de preocupación le atravesó el pecho. No habían hablado en semanas, y la tensión entre ellos había crecido desde que Javier había comenzado a presionarla por el divorcio.—Disculpen un momento —dijo Felipe, interrumpiendo la confrontación. Se apartó de ellas, sintiendo la mirada intensa de Eugenia en su espalda mientras atendía la llamada.— ¿Belinda? —su voz era un susurro, lleno de inquietud.—Felipe… —la voz de Belinda temblab
Capítulo 24 Intentas buscar otra forma de ofender a tu esposa.Felipe se quedó en silencio, asqueado por la pregunta de Javier. La pregunta le pareció asquerosa, sobre todo porque tenía algo de verdad. Se dio cuenta de que tenía varios días sin ser atormentado por sus sentimientos hacia Belinda. La tensión en la sala era palpable, y decidió retirarse.—Espera un momento Felipe, escucho la voz de Javier a sus espaldas.—¿Qué más quieres decirme? Intentas buscar otra forma de ofender a tu esposa.—Mama me dijo que en el incidente del centro comercial, había una mujer joven y tres niños, ¿quiénes son? Tienes una mujer e hijos por aquí, al mejor estilo de nuestro padreFelipe sintió un estremecimiento de alerta—No responderé a esa pregunta, si tengo hijos o no, no es algo que te importe, cuida de tu propia vida y deja de interesarte en lo que hago—No te parece irónico que me digas eso, cuando vives entrometiéndote en mi matrimonio. Mi preocupación es… únicamente porque tengo la impresi
Capítulo 25 No eres tan malo Felipe sintió un torbellino de emociones tras la pregunta de Belinda. Su corazón latía con fuerza, y una mezcla de sorpresa y confusión lo abrumó. La forma en que ella lo miraba, con esos ojos llenos de anhelo, le hizo recordar momentos compartidos, risas y una conexión que había intentado enterrar desde que ella se casó con Javier. La realidad es que ella era su cuñada, y había una línea que no podía cruzar. —Eres mi cuñada —respondió nuevamente, tratando de mantener la voz firme—. Has estado casada con mi hermano. Y es mi deber ayudarte. Eso es todo. No significa nada más. Belinda frunció el ceño, y Felipe notó cómo la decepción se reflejaba en su bello rostro. Era evidente que su respuesta no era la que esperaba. La tensión en el aire se tornó palpable, y él sintió el peso de su responsabilidad. Sabía que debía mantener la distancia, pero el deseo de protegerla y su instinto de cuidar de ella lo hacían dudar. — ¿Estás seguro de eso? —preguntó ella
Capítulo 26 No necesitas estar aquí. ¡Eres malo! — ¡Maldita sea! —gruñó ella tratando de recobrarse mientras los brazos la sostenían.— ¿Estás bien? —volvió a repetir Felipe a escasos centímetros de su oído con su voz aterciopelada, y quizás, solo quizás le pareció escuchar una muestra de preocupación y algo más que la hizo estremecerse.—Yo… sí, estoy bien… —balbuceó, aunque entrecortada. Su corazón latía desbocado, y no solo por el susto de la caída. Daniela dejó de respirar y tragó con dificultad, sintiendo cómo Felipe seguía sosteniéndola, presionando su fuerte y cálido cuerpo contra el de ella. Descansando sus manos grandes con firmeza en su cintura, enviando ondas de calor a través de su ropa como si quemaran; respirándole en la nuca como si estuviera oliendo su cuello.Felipe no la soltó de inmediato. Parecía estar teniendo una lucha consigo mismo y la manera en las que sus dedos se clavaban en la piel de Daniela la hizo sentir asustada.—Tienes que tener más cuidado —murmuró
Capítulo 27 No cometa de nuevo el mismo error o lo lamentará.Al escuchar las palabras de Ángela, Manuela indicó también con sus ojos llorosos, mirándolo tristemente:—Yo no sé hacer mucho, mamita, solo nos mandaba a recoger nuestros juguetes, pero podría aprender a trabajar. Fabián sí sabe; él ayudaba a mami a sacudir el polvo de la casa grande. Solo pedimos que dejes a Lilo entrar en casa, hace mucho frío afuera, él ha estado llorando toda la tarde.Daniela se puso la mano en la boca, tratando de combatir los sollozos que casi escapaban de sus labios. Maldecía su suerte.—Lo lamento, niños, lamento, ser tan inútil que los he dejado vivir esta situación. Llegué solo pensando en el pastel, no me di cuenta de lo de Lilo, tampoco sabía que él había ordenado eso.Felipe la miró con rabia.—Yo no tengo nada que ver con todo eso. No he dado esas órdenes. Ni hablé con ella de nada de eso —se defendió Felipe, ante las miradas acusadoras de Fabián y Daniela.Luego les dijo a las gemelas y a Fa
Capítulo 28 Déjale la educación de los niños a su madreFelipe, como era su costumbre, terminó la conversación y salió rápidamente de la habitación. Daniela levantó a Ángela y lo siguió, preguntándole qué iba a hacer con Renata. Solo los niños observaron la mirada de desprecio en la cara de la niñera cuando los vio retirarse y el modo en que tomo en sus manos el teléfono móvil para comenzar a marcar un número.— ¡Ven, hermana, apúrate! —dijo Fabián, tomando velozmente de la mano a Manuela para sacarla de allí lo más pronto posible.Al llegar a la cocina, vieron a Ángela sentada en una silla al lado de la mesa, y a Felipe sentado en otra silla, con Renata en sus piernas. La niña estaba sonriendo, tocándole la nariz y los ojos, y parecía muy divertida.— ¿Puedes darme a Renata?, le pidió Daniela a Felipe.—La sostendré mientras cocinas el pastel —sugirió Felipe.—Puedo ponerla en su coche; en realidad, eso es lo que iba a hacer con anterioridad. Pensaba buscarla después de que ordenara
Capítulo 29 Yo solo quiero que estemos juntos—En realidad, mamá, el niño mayor, tiene ocho años, y tú y papá llevaban separados físicamente más de veinte años. Esa es una verdad que no puedes ignorar. Papa ha sido siempre tu angustiosa obsesión—dijo Felipe, su voz ahora más suave, casi un susurro lleno de tristeza—. Deberías ya pensar en olvidarlo y seguir adelante. Eres muy joven todavía, podrías rehacer tu vida, agrego en un tono suplicante.Eugenia respiró hondo, tratando de mantener la calma a pesar de la rabia que burbujeaba dentro de ellaSe cruzó de brazos, su cuerpo rígido como un muro. Su mirada se oscureció, y por un momento, Felipe vislumbro el destello doloroso de una herida antigua. Lamento de inmediato haber pronunciado esas palabras.— ¿Qué dices? Jamás me habías hablado así. Siempre me has apoyado. Esa mujer te ha embrujado a ti también —respondió Eugenia, su voz temblando con desilusión y confusión. Sentía cada palabra de su hijo como un cuchillo que se hundía lentam
Capítulo 30 ¿Cómo salir de esta situación?Daniela salió temprano de la casa de huéspedes, en dirección a la cocina. No esperaba encontrar allí a Georgina. Aunque había planeado hablar con ella. Entre esta mujer y la señora Eugenia, prefería tratar con la malhumorada Georgina. Al menos, con ella sabía a qué atenerse.Su plan era simple y constaba de varias acciones: buscar a Georgina, pedirle permiso de salida, salir de esa atmósfera opresiva, comprarle un regalo a Fabián por su cumpleaños y reunirse con el abogado que su amiga Elisa le había recomendado la noche anterior.Al entrar en la cocina, encontró a Georgina adelantando el desayuno de Eugenia. Había más empleados allí, incluso un chef. Daniela no entendía por qué demonios tenía ella que prepararle el desayuno a la dueña de la casa. Por supuesto que si entendía, era parte del plan para humillarla y hacerle pagar sus pecados.Georgina, con su habitual gesto severo, dejó de darle vueltas al café por un momento y la escaneó de arri