Capítulo 25 No eres tan malo Felipe sintió un torbellino de emociones tras la pregunta de Belinda. Su corazón latía con fuerza, y una mezcla de sorpresa y confusión lo abrumó. La forma en que ella lo miraba, con esos ojos llenos de anhelo, le hizo recordar momentos compartidos, risas y una conexión que había intentado enterrar desde que ella se casó con Javier. La realidad es que ella era su cuñada, y había una línea que no podía cruzar. —Eres mi cuñada —respondió nuevamente, tratando de mantener la voz firme—. Has estado casada con mi hermano. Y es mi deber ayudarte. Eso es todo. No significa nada más. Belinda frunció el ceño, y Felipe notó cómo la decepción se reflejaba en su bello rostro. Era evidente que su respuesta no era la que esperaba. La tensión en el aire se tornó palpable, y él sintió el peso de su responsabilidad. Sabía que debía mantener la distancia, pero el deseo de protegerla y su instinto de cuidar de ella lo hacían dudar. — ¿Estás seguro de eso? —preguntó ella
Capítulo 26 No necesitas estar aquí. ¡Eres malo! — ¡Maldita sea! —gruñó ella tratando de recobrarse mientras los brazos la sostenían.— ¿Estás bien? —volvió a repetir Felipe a escasos centímetros de su oído con su voz aterciopelada, y quizás, solo quizás le pareció escuchar una muestra de preocupación y algo más que la hizo estremecerse.—Yo… sí, estoy bien… —balbuceó, aunque entrecortada. Su corazón latía desbocado, y no solo por el susto de la caída. Daniela dejó de respirar y tragó con dificultad, sintiendo cómo Felipe seguía sosteniéndola, presionando su fuerte y cálido cuerpo contra el de ella. Descansando sus manos grandes con firmeza en su cintura, enviando ondas de calor a través de su ropa como si quemaran; respirándole en la nuca como si estuviera oliendo su cuello.Felipe no la soltó de inmediato. Parecía estar teniendo una lucha consigo mismo y la manera en las que sus dedos se clavaban en la piel de Daniela la hizo sentir asustada.—Tienes que tener más cuidado —murmur
Capítulo 27 No cometa de nuevo el mismo error o lo lamentará.Al escuchar las palabras de Ángela, Manuela indicó también con sus ojos llorosos, mirándolo tristemente:—Yo no sé hacer mucho, mamita, solo nos mandaba a recoger nuestros juguetes, pero podría aprender a trabajar. Fabián sí sabe; él ayudaba a mami a sacudir el polvo de la casa grande. Solo pedimos que dejes a Lilo entrar en casa, hace mucho frío afuera, él ha estado llorando toda la tarde.Daniela se puso la mano en la boca, tratando de combatir los sollozos que casi escapaban de sus labios. Maldecía su suerte.—Lo lamento, niños, lamento ser tan inútil que los he dejado vivir esta situación. Llegué solo pensando en el pastel, no me di cuenta de lo de Lilo, tampoco sabía que él había ordenado eso.Felipe la miró con rabia.—Yo no tengo nada que ver con todo eso. No he dado esas órdenes. Ni hablé con ella de nada de eso —se defendió Felipe, ante las miradas acusadoras de Fabián y Daniela.Luego les dijo a las gemelas y a Fa
Capítulo 28 Déjale la educación de los niños a su madreFelipe, como era su costumbre, terminó la conversación y salió rápidamente de la habitación. Daniela levantó a Ángela y lo siguió, preguntándole qué iba a hacer con Renata. Solo los niños observaron la mirada de desprecio en la cara de la niñera cuando los vio retirarse y el modo en que tomo en sus manos el teléfono móvil para comenzar a marcar un número.— ¡Ven, hermana, apúrate! —dijo Fabián, tomando velozmente de la mano a Manuela para sacarla de allí lo más pronto posible.Al llegar a la cocina, vieron a Ángela sentada en una silla al lado de la mesa, y a Felipe sentado en otra silla, con Renata en sus piernas. La niña estaba sonriendo, tocándole la nariz y los ojos, y parecía muy divertida.— ¿Puedes darme a Renata?, le pidió Daniela a Felipe.—La sostendré mientras cocinas el pastel —sugirió Felipe.—Puedo ponerla en su coche; en realidad, eso es lo que iba a hacer con anterioridad. Pensaba buscarla después de que ordenara
Capítulo 29 Yo solo quiero que estemos juntos—En realidad, mamá, el niño mayor, tiene ocho años, y tú y papá llevaban separados físicamente más de veinte años. Esa es una verdad que no puedes ignorar. Papa ha sido siempre tu angustiosa obsesión—dijo Felipe, su voz ahora más suave, casi un susurro lleno de tristeza—. Deberías ya pensar en olvidarlo y seguir adelante. Eres muy joven todavía, podrías rehacer tu vida, agrego en un tono suplicante.Eugenia respiró hondo, tratando de mantener la calma a pesar de la rabia que burbujeaba dentro de ellaSe cruzó de brazos, su cuerpo rígido como un muro. Su mirada se oscureció, y por un momento, Felipe vislumbro el destello doloroso de una herida antigua. Lamento de inmediato haber pronunciado esas palabras.— ¿Qué dices? Jamás me habías hablado así. Siempre me has apoyado. Esa mujer te ha embrujado a ti también —respondió Eugenia, su voz temblando con desilusión y confusión. Sentía cada palabra de su hijo como un cuchillo que se hundía lentam
Capítulo 30 ¿Cómo salir de esta situación?Daniela salió temprano de la casa de huéspedes, en dirección a la cocina. No esperaba encontrar allí a Georgina. Aunque había planeado hablar con ella. Entre esta mujer y la señora Eugenia, prefería tratar con la malhumorada Georgina. Al menos, con ella sabía a qué atenerse.Su plan era simple y constaba de varias acciones: buscar a Georgina, pedirle permiso de salida, salir de esa atmósfera opresiva, comprarle un regalo a Fabián por su cumpleaños y reunirse con el abogado que su amiga Elena le había recomendado la noche anterior.Al entrar en la cocina, encontró a Georgina adelantando el desayuno de Eugenia. Había más empleados allí, incluso un chef. Daniela no entendía por qué demonios tenía ella que prepararle el desayuno a la dueña de la casa. Por supuesto que si entendía, era parte del plan para humillarla y hacerle pagar sus pecados.Georgina, con su habitual gesto severo, dejó de darle vueltas al café por un momento y la escaneó de arr
Capítulo 31 ¿Están locos todos?A Daniela le parecía que habían pasado siglos, desde que entro en esta habitación. No apartó la mirada de Felipe.Aunque la incomodidad inicial había sido evidente, algo en su interior la insto a rebelarse. Era una mujer adulta de 25 años, y tenía claro que no iba a avergonzarse por estar frente a un hombre semidesnudo, ni siquiera si ese hombre era tan intimidante como Felipe.No pudo evitar que sus ojos recorrieron su figura con calma, desde su torso firme hasta el cabello despeinado que le daba un aspecto descuidado pero atractivo. Si él se había dado cuenta de su descaro, no dio señales de molestia inmediata.El torso de él era como una obra esculpida en mármol, cada músculo definido con una precisión casi irreal.Los pectorales se alzaban firmes, como si sostuvieran la fuerza de todo su cuerpo, mientras los abdominales formaban un relieve marcado, una línea perfecta de fuerza y control que descendía hacia su cintura estrecha. Su piel, tersa, pero
Capítulo 32 Ella es solo una amiga— ¡Maldito demonio, solo déjanos ir! —gritó Daniela, su voz cargada de rabia y desesperación—. Dame lo que les corresponde a los niños. Solo quiero lo suficiente para mantenerlos hasta que Renata tenga más edad y yo pueda salir a trabajar. Nos iremos lejos, y nunca más sabrán de nosotros. Tú y tu mamá vivirán felices y comerán perdices. No seremos más su problema, no seremos su motivo de vergüenza. Nos perderemos en el horizonte, nadie jamás sabrá de nosotros. Nunca voy a reclamar nada, —le aseguro con firmeza.Daniela respiró hondo, había estado conteniendo la respiración, intentando contener las lágrimas que amenazaban con salir, pero la furia seguía creciendo en su interior. Sabía que todo lo que él decía estaba dirigido a su mamá, por eso hervía de furia.—Soy perfectamente capaz de trabajar —continuó, la voz quebrándose apenas por un momento—. Si no lo he hecho es porque son cuatro niños… ¡cuatro! Y hay un bebé. Nos dejaste sin una casa, sin un