Una noche de sueño horrible más tarde, Liam y yo apenas si nos decimos buenos días y empezamos a prepararnos para la escuela. De igual modo, cuando estamos desayunando tampoco hablamos más allá de un simple comentario de su parte de que me llevará en su auto, pero no hice más que asentir y seguir comiendo.
El camino a la escuela fue igual de silencioso, incluso lo sentí eterno porque ni siquiera puso un poco de música como para aligerar la carga que había alrededor.
—Bueno, supongo que este es el adiós definitivo —me dice cuando estamos en la entrada de la escuela.
—Lo siento —murmuro como si eso fuera necesario.
—Entiendo —me dice, encogiéndose de hombros—. Tal vez esto no fue posible desde un principio.
—Yo… lo lamento, en verdad no quería…
—Está bien —Liam asiente, dándome una sonrisa agridulce—. No hay nada más que decir.
La pesadez en el pecho y la tensión en todo mi cuerpo resulta insoportable,
Durante una semana estuve caminando como zombi a cualquier sitio que fuera. En el trabajo, Clover me dijo que no me concentro en nada y todo lo hago mal por estar deprimido. Brody también me preguntó muchas veces qué me sucedía, pero lo único que quería decirle era “nada”. Intenté con todas mis fuerzas ocuparme de cualquier cosa que me sirviera para alejar esta pesadez que me causaba insomnio, pero lo más que logré es alimentarme un poco y asearme solo porque tengo que asistir a la escuela y trabajar. Hasta estaba pensando faltar unos días a clases porque lo único que hacía era pensar y pensar en cosas inútiles. En esos momentos en los que tenía mi cuerpo en automático y mi mente era la única que funcionaba manualmente, pensé que podría buscar a Liam para explicarle por qué quise acabar con todo y escapar lejos. Luego, la misma idea de siempre, que seré rechazado y hasta lo veré correr aterrado, frenó todo intento de salir corriendo a buscarlo. Tampoco ayudaba que de
Un día, unos demonios locos decidieron molestarme. Como no reaccioné a su sistema de meter miedo por ser los mocosos de una familia mafiosa, se encapricharon por conseguir alguna reacción de mi parte. Eso nunca es bueno, lo sé por experiencia. Lo mejor que podía hacer era acabar con esto enfrentándolos o dejándome atrapar. La primera opción me traería problemas más a mí que a ellos porque, a pesar de que yo dijera que me andaba defendiendo, ellos tendrían más peso. Nadie se atrevería a echar a los hijos de alguien importante. La segunda opción era la más razonable, ellos se desquitarían conmigo todo lo que quisieran y se les pasaría la manía que tenían con tan solo verme llorar un poco. Mi orgullo no me dejó actuar como las circunstancias lo requerían, cuestión que me causó más líos porque terminé por frustrar más a las dos monos disfrazados de humanos. Pero hubo un margen de tiempo en el que fui feliz. Pasar el rato con Liam era algo que esperaba todos los días, me
Mi teléfono comienza a sonar. ¡¿Quién en todo el maldito mundo llama un sábado a las seis de la mañana?! —Hola. —Saca tu culo de la cama, te estoy esperando afuera de tu casa. —Maldita hija de... —¡Muévete! —El eslabón perdido parece un león rugiendo—. Tienes diez minutos. Por esta m****a renuncié a mi trabajo, pero resulta que es esta m****a la única solución que encontré. Lanzo las sábanas y mantas por ahí en cuanto salto de la cama para buscar ropa, tratar de encontrar una barra energética en la cocina e importándome poco si tengo aliento de búfalo. Su majestad quería que saliera rápido, entonces deberá aguantar el aroma a alcantarilla de un hombre recién salido de la cama. Salgo de la casa con hambre porque no encontré lo que quería, pero con la esperanza de no hallar al eslabón perdido y poder volver a mi cama a pensar en las razonables decisiones que tomo. Para mi desgracia, hay un SUV BMW esperando por mí. Acepta
El glacial humano camina hacia el eslabón perdido que por poco no tiene enterrada la cabeza en el cuenco de cereal, un cuenco de unicornio con cuerno incluido. Irina y su secuaz sangriento intercambian algunas palabras, luego voltean hacia el lado donde estamos nosotros. —Mason. —Miro hacia el glacial humano que pronuncio mi nombre—. Soy Jeffrey, el segundo al mando. Adler, el chiquito que no puede aguantar un bolso cargado de ropa, es el encargado de elaborar brillantes planes y quien tiene control sobre un porcentaje de los gorilas que viste abajo, y Wyatt es el tipo omnipresente que se ocupa de navegar por las profundas redes del internet para tener todo lo que queremos y se convierte en nuestros ojos cuando corremos a ciegas hacia la muerte. Irina pone los ojos en blanco y sale de la habitación. —Tú serás otro omnipresente en las misiones —sentencia Jef—. No te preocupes, no matarás a nadie. Ese es mi trabajo. —Lo suponía. El hielo con pie
Doce de la noche del domingo. Irina me arrastró de la cama porque era el único que se había pegado al colchón. Le repetí hasta el cansancio que pondría todas las quejas posibles porque me daba la gana y no le permitiría tratarme como un pedazo de m****a. Pronto Jef intervino en la pelea, apartando a la líder y dejando que protestara tanto como quisiera hasta que por fin se me agotaron las ganas de pelear y pudimos armarnos hasta los dientes, volver a repasar el plan de acción, y subir al auto que nos llevaría hacia la muerte. Subir al auto parece el único paso inofensivo, pero se trata de mucho más que solo poner el culo en el asiento trasero. En el auto de esta chica hay que mantener la cordura cuando un chico de dieciséis malditos años comienza a hablar de volar cabezas cada que acaricia un arma. Eso ya lo escuché en alguna parte, solo que la rata de m****a que lo decía sí tenía pesadillas en la noche después de volarle los sesos a un tipo y no se llamaba a sí mismo asesin
A medida que pasa el tiempo, las imágenes en las pantallas que observo se convierten. Pongo extremo cuidado a la hora de dejar de ver una para analizar otra. Noto que Jef se ha quedado solo para enfrentar a dos orangutanes que son el doble de su tamaño. —Jef… —No te preocupes, esto no es nada. Le hago una seña a Wyatt para que calibre mejor la imagen de la pantalla número cuatro. Ahora son cuatro tipos que rodean al asesino como si fueran lobos a punto de comerse a un conejo. En un abrir y cerrar de ojos Jef saca dos pistolas del cinturón y dispara como si estuviera lanzando agua en vez de balas mortales. Los sujetos ahora son coladores humanos. Pronto llegan otros dos hombres que ni siquiera logran acercarse al asesino porque caen heridos al instante. Jeffrey no se detiene, dispara sobre los cuerpos moribundos para asegurarse de que no vuelvan a levantarse. —Te lo dije —habla de nuevo, agitado—, no era para tanto. De pronto sus ojos a
Cierro la puerta de mi casa tan despacio como puedo. —Espero que tengas una muy buena excusa para aparecer a esta hora. Brody se encuentra apoyado en el borde del sofá de la sala. Su mirada es la de un perro buldog a punto de atacar y estoy más que seguro que sus manos ya se han fusionado a sus brazos de tanto tenerlos cruzados sobre el pecho. —¿Soy mayor de edad y puedo hacer lo que quiera? —Bueno, recoge tus cosas y vete de mi casa. —Sus dedos se entierran todavía más en los brazos—. Si ya estás tan grande para hacer tu propio camino, ¿qué estás haciendo aquí? Me recargo contra la puerta. —Lo siento. Brody señala la cocina con el pulgar. —Ve a la cocina, desayuna algo y hablemos de esto. Doy grandes zancadas hacia la cocina donde un nutritivo desayuno me da la bienvenida. Quizás Brody hizo todo eso para él solo, pero como aparecí mágicamente, la cosa debe compartirse. Alcanzo un tazón y me sirvo porciones igua
A las tres en punto estoy en la puerta de la casa de Liam con una mochila llena de sus cosas. En todo el camino hasta aquí mi cuerpo atravesó todas las estaciones del año: sudé como loco, temblé de solo pesar que él podría solo sacar las cosas y cerrarme la puerta en la cara y hasta quise tener fiebre al imaginar que no me recibía, sino sus padres eran quienes recogían las cosas y yo me quedaba con ganas de verlo. —¿Vas a entrar o solo me dejarás las cosas y te irás? Vuelvo la vista hacia la puerta ahora abierta. Él está allí, con suaves rizos enmarcando su bonito rostro y rozando sus hombros. También están los mismos ojos expresivos que me persiguen en la noche. Tengo que reconocer que lo extrañé… Lo extraño tanto. —Si quieres que pase, lo haré. Los dos caminamos en silencio hasta su cuarto. Cuando entramos, no se ve como si el apocalipsis hubiera sucedido. Todo está en su lugar y me sorprende la cantidad de almohadas y peluches que hay en su