Gregory se acerca a Ana con una suavidad inusual en él.Sus manos se deslizan firmes, seguras, pero llenas de ternura, comenzaron a despojarla de su ropa lentamente, sin apuro, sin forzarla. Primero la blusa, luego el sujetador. Ana no se resiste. Su respiración es pausada, confiada. Se siente segura con él.Cuando su falda cayó al suelo, Gregory se detuvo un instante para observarla. No solo con deseo, sino con una admiración silenciosa, como si comprendiera la fragilidad que escondía detrás de su aparente fortaleza. Luego, arremanga su camisa hasta los codos y, sin más demora, la toma de la mano y la guia hasta la gran bañera.—Entra —le susurra con una sonrisa apacible.Ana obedece sin dudar. Sumerge primero los pies, sintiendo el calor reconfortante del agua. Luego se deja caer lentamente, cerrando los ojos cuando el agua cubre su cuerpo hasta el cuello. La sensación de alivio fue inmediata.Gregory se arrodilla a su lado, toma una esponja y comienza a pasarla con delicadeza por s
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