Esa noche, después de que todos en la mansión se fueron a dormir, el mayordomo se dirigió a la casa de fuego. Sus hombros estaban encorvados por la preocupación, una linterna temblaba en la mano del anciano.Incluso antes de llegar al edificio de piedra, pudo oler el insoportable hedor.—Diosa Luna querida —susurró, sus ojos estaban llorosos.Cuanto más se acercaba, más fuerte se volvía el olor. Fluidos desconocidos habían comenzado a filtrarse bajo la puerta, atrayendo moscas y gusanos, por lo que una terrible premonición se formó en su mente.Me puse frente a él, aunque no podía verme, mi forma espectral bloqueaba su camino.—Vuelve ahora, Eduardo —dije, aunque mi voz no podía llegar a sus oídos—. No mires. Es verdaderamente repulsivo y si lo ves, nunca podrás dormir bien, ahórrate este recuerdo.El mayordomo era un buen hombre, había intentado defenderme una vez, pero su posición era muy baja, y necesitaba demasiado ese trabajo, ya que era muy bien pagado, por lo que no podía ser de
Leer más