Capitulo 3
Esa noche, después de que todos en la mansión se fueron a dormir, el mayordomo se dirigió a la casa de fuego. Sus hombros estaban encorvados por la preocupación, una linterna temblaba en la mano del anciano.

Incluso antes de llegar al edificio de piedra, pudo oler el insoportable hedor.

—Diosa Luna querida —susurró, sus ojos estaban llorosos.

Cuanto más se acercaba, más fuerte se volvía el olor. Fluidos desconocidos habían comenzado a filtrarse bajo la puerta, atrayendo moscas y gusanos, por lo que una terrible premonición se formó en su mente.

Me puse frente a él, aunque no podía verme, mi forma espectral bloqueaba su camino.

—Vuelve ahora, Eduardo —dije, aunque mi voz no podía llegar a sus oídos—. No mires. Es verdaderamente repulsivo y si lo ves, nunca podrás dormir bien, ahórrate este recuerdo.

El mayordomo era un buen hombre, había intentado defenderme una vez, pero su posición era muy baja, y necesitaba demasiado ese trabajo, ya que era muy bien pagado, por lo que no podía ser de verdadera ayuda.

Quizás mi advertencia, aunque inaudible para él, surtió algún efecto, porque el mayordomo retrocedió varios pasos, luego se dio la vuelta y se fue sin mirar atrás.

La mañana siguiente, mi padre amaneció de excelente humor. Después del desayuno, rebuscó en un armario y sacó una elegante caja de regalo.

Esperó a que su hijastra estuviese descuidada viendo hacia otro lado, para colocar la caja frente a ella. —Amber, feliz cumpleaños. Mira tu regalo.

El rostro de Amber se iluminó y sus ojos azules se abrieron por la sorpresa. —Gracias, papá. ¡Te acordaste!

Ella desgarró el envoltorio con rapidez, hasta encontrar un elegante estuche negro dentro. Al abrirlo, encontró una pistola personalizada nueva, de plata con incrustaciones de oro y sus iniciales grabadas en el mango. Era más costosa y mucho más letal que la pistola que me había quitado, la que había causado todo el problema.

—De todos modos, la pistola de Scarlett era vieja. Las cosas de segunda mano son indignas de ti —le dijo mi padre, inflando su pecho con orgullo—. La mandé a diseñar especialmente para ti, tiene balas de plata por si acaso debes enfrentarte a los renegados, balas estándar para práctica, e incluso algunas balas de fuego para casos de emergencia.

Amber levantó el arma con reverencia, probando el peso en sus manos. Su sonrisa se volvió depredadora mientras apuntaba a un objetivo imaginario en la habitación.

—Me encanta, es perfecta.

El mayordomo se acercó en ese momento, dudó un poco antes de hablar. —Señor, ¿no es hora de liberar a la señorita Scarlett de la casa de fuego?

Mi padre frunció el ceño con desagrado. —Eduardo, hoy estás siendo inusualmente hablador.

—Señor, hoy es el décimo día. La casa de fuego es tan caliente que ninguna persona podría soportarlo durante tanto tiempo.

El olor del día anterior había llevado al mayordomo a intuir la verdad. Debía sentirse atormentado, sabiendo que apenas a unos cientos de metros de distancia, yacía un cadáver en descomposición. Imagina cuán nauseabundo debe ser ese conocimiento.

—Sí, papá —intervino Amber—. Scarlett ya debe haber reflexionado sobre sus errores. Por favor, déjala salir.

Al escuchar las palabras de Amber, la expresión de mi padre se suavizó de inmediato. —Muy bien, si eso es lo que quieres.

Se volvió hacia Eduardo y dijo con un tono despectivo, ordenó. —Cuando salga, infórmale que he cancelado todas sus tarjetas. Puede conseguir un trabajo y ganar su propio dinero a partir de ahora. En esta casa no hay espacio para una chica tan cruel.

Qué risible, era verdaderamente ridículo.

Todo lo que ahora poseía; la mansión, su puesto en la manada y el imperio empresarial, los había obtenido gracias a las conexiones familiares y la herencia de mi madre.

Además de su identidad como padre, no era más que un hombre ingrato que se había casado con alguien de mejor posición social, pero traicionó la memoria de su esposa antes de que su cuerpo siquiera estuviera frío.

Ahora le había agregado otra identidad: asesino.

Al darle la orden, el mayordomo inmediatamente lideró a varios sirvientes hacia la casa de fuego.

Después de fermentar durante la noche, el hedor de la muerte era aún más pronunciado, haciendo que fuera insoportable estar cerca del área, por lo que todos cubrieron sus narices, algunos incluso comenzaron a vomitar en el acto.

—¿Qué es ese olor? Es horrible.

—¿Alguien murió allí?

Mi padre y Elizabeth, con Amber entre ellos, caminaron al final del grupo, también arrugaron la nariz ante el hedor, pero al ver las reacciones indignas de los sirvientes, el sentido de superioridad de mi padre se activó.

—¿Qué es todo este alboroto? ¿Por qué se comportan así?

—Debe ser el olor de Scarlett. Con este calor, después de estar encerrada durante diez días, es obvio que apesta. Después de sacarla, limpien este lugar a fondo, no puedo soportar ni mirarlo.

—¡Abran la puerta! ¡Sáquenla ahora, o todos están despedidos!

Mi padre ladró órdenes, por lo que varios sirvientes no tuvieron más remedio que acercarse, luchando contra las náuseas, uno de ellos desbloqueó la pesada puerta y la empujó hacia afuera.

En el centro del suelo chamuscado no yacía una forma humana, sino los restos carbonizados y retorcidos de una loba —mi loba—, enrollados en una posición defensiva.
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