«Hermes, tú tienes la culpa de este dolor», pensó Darina, abrazando a sus hijos, con el corazón lleno de una rabia amarga que no lograba calmar.La pequeña Rossyn, en su ingenuidad infantil, aún no comprendía la gravedad de la pérdida.—Mami, dile a papito que baje del cielo, Rossyn quiere a papito de vuelta.El dolor se clavó en el pecho de Darina como una lanza.Tomó a su hija en sus brazos, besando su cabeza con ternura mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas.—No lloren, por favor, papá siempre nos cuida desde el cielo, y nos ama mucho, más de lo que puedan imaginar. Pero, èl no puede bajar, cuando las personas van al cielo, ya no pueden venir.Los niños, con los ojos llenos de tristeza, limpiaron las lágrimas con sus pequeños dedos, asintiendo sin entender del todo.A pesar de su tristeza, el sonido de su voz intentaba ser calmante.Darina trató de sonreírles, pero dentro de ella el vacío crecía, hiriente, feroz.Los sentó a la mesa y comenzó a prepararles la comida,
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