La noche continuó su curso en un silencio profundo, interrumpido solo por el ocasional crujir de la madera y el suave susurro del viento que se filtraba entre las paredes de piedra. Dorian se encontraba en la habitación donde Somali había recibido atención, sentado nuevamente en la misma silla en la que había permanecido antes, para asegurarse de que ella comiera.Había dejado la habitación unas horas antes, permitiendo que la mujer descansara. Pero cuando la oscuridad envolvió el entorno, Dorian regresó para comprobar cómo se encontraba Somali, y al entrar, la encontró durmiendo tranquilamente. Entonces, se colocó de nuevo en esa silla.Aunque su postura parecía relajada, con un codo apoyado en el reposabrazos y la mano sosteniendo su mandíbula, en realidad no dormía. Su mirada estaba incrustada en la silueta que yacía en la cama, frágil en apariencia, pero con la testarudez de un animal salvaje que se negaba a doblegarse.Todo parecía en calma, hasta que notó el cambio en su respira
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