Reggins, obedeciendo las órdenes de su amigo y jefe, inyectó suero para rehidratar a Elizabeth, seguido de glucosa y algunos medicamentos para estabilizar su estado. —Va a estar bien, Xavier. Logramos actuar a tiempo —dijo Reggins, acomodándose en una silla junto a la cama principal. —¿Y ahora? —Esperar a que despierte —resopló el doctor, recostando la cabeza con un suspiro de agotamiento. Xavier comenzó a caminar nerviosamente por la habitación, vigilando cada movimiento de Elizabeth. Sin embargo, en las horas que siguieron, ella permaneció inmóvil. Finalmente, se sentó en el suelo junto a la cama y, agotado, apoyó su cabeza sobre el colchón, cayendo dormido. ***Un jadeo lo despertó de golpe. —¡Humm! Los pies de Elizabeth se movieron, y, afortunadamente, él tenía un sueño ligero. Se incorporó de un salto; ya era de mañana. —Elizabeth. Ella abrió los ojos lentamente, luchando por tragar con dificultad.—Reggins, Elizabeth se ha despertado. El doctor movió la cabeza y se lev
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