Fuera, todo se estaba congelando: los árboles, la fuente e incluso el invernadero de la señora Liora. Sin embargo, dentro, Calia ardía de calor, atrapada bajo el cuerpo de Aleckey, con sus piernas envueltas en su cintura mientras él daba sus últimas embestidas, culminando con un bajo gruñido.Se mantuvo firme, con los brazos apoyados a cada lado de su cabeza. Ella suspiró pesadamente antes de mirarlo a los ojos, que brillaban en un intenso dorado.—Mmm… mi luna —gruñó antes de besarla.—Alfa… —Un gruñido de molestia escapó de sus labios.—¿Qué? —interrogó sin apartar la mirada de los ojos de Calia, quien intentó escabullirse de debajo de él. Aleckey, sin embargo, apoyó más su peso, haciéndolo imposible.—Nada de escapar, mi luna —advirtió, moviendo su cadera lentamente. Calia dejó escapar un bajo gemido.—Shh… el imbécil puede escuchar —murmuró antes de volver a besarla, tomando sus gemidos solo para él.—Los alfas del exterior han empezado a llegar —la voz de un guardia se escuchó a
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