Calia llevaba pantalones ajustados de cuero y una blusa sin mangas, su largo cabello recogido en una trenza. Frente a ella, un hombre de complexión fuerte, un compañero de entrenamiento y el que ha resaltado más en cada prueba.—Vamos, luna, muéstreme lo que tiene —provocó su oponente, un lobo llamado River.Calia apretó los dientes, sintiendo el temblor de sus músculos. No tenía idea de cómo pelear. Intentó imitar lo que había visto en los entrenamientos previos y lanzó un golpe torpe. River lo esquivó con facilidad y le dio un empujón que la hizo caer de espaldas contra el suelo terroso.Algunas risas surgieron entre los observadores, pero Aleckey no sonrió. Él la observaba en silencio con los brazos cruzados. Calia sintió el ardor de la humillación encenderse en su pecho y, sin pensarlo, se levantó de un salto. Demasiado rápido. Demasiado ágil.El murmullo entre los presentes se apagó. Calia parpadeó, sorprendida por su propia reacción. Su cuerpo no le dolía, su respiración no esta
Al principio, Calia pensó que se estaba volviendo loca, pero la voz la guio con precisión, y sus instintos la llevaron a superar cada obstáculo con una facilidad sobrehumana.Ahora, sentada en la habitación que ha estado compartiendo con el rey alfa, con los dedos entrelazados y la mente revuelta, sabía que tenía que hablar con Aleckey. Respiró profundo antes de ponerse de pie y dirigirse hacia la oficina del alfa.Al entrar, lo encontró con la mirada fija en un mapa sobre la mesa, su torso desnudo iluminado por la luz de la chimenea. Su presencia era imponente, pero en cuanto alzó la vista y la vio, su expresión se suavizó.—Calia —dijo con calma, notando su rostro tenso—. ¿Qué sucede?Ella tragó saliva y cerró la puerta tras de sí.—Hay algo que necesito contarte —murmuró, jugando con sus manos—. Algo extraño me está ocurriendo. Cuando termine de entrenar anoche, me fui al bosque. Sentí que me llamaba, cerré mis ojos conectando con algo en mi cabeza —la mirada de Aleckey seguía pues
Dimitri ajustó el abrigo alrededor de los hombros de Aria con una precisión casi ensayada, asegurándose de que estuviera bien cubierta. Sus dedos rozaron la piel de la joven por un breve instante, provocándole un escalofrío que no tenía nada que ver con el frío.La monja apartó la vista con rapidez, pero no pudo evitar notar lo cerca que él estaba. A pesar de su imponente presencia y del aura dominante que lo envolvía, había en él una calidez inesperada. La fragancia que emanaba de su piel, rocío de lluvia y bosque recién llovida, se filtró en sus sentidos, dejándola momentáneamente atrapada en su esencia. Era el tipo de aroma que evocaba algo primitivo, algo que despertaba la naturaleza dormida en lo más profundo del alma.—¿Lista? —preguntó Dimitri, con una sonrisa apenas perceptible en los labios.Aria asintió, reprimiendo el impulso de retroceder cuando él extendió un brazo, indicándole que avanzara primero. Caminaban a paso lento, sin prisa, recorriendo el corazón de la manada. A
Los pasos de Calia la llevaron esta vez hasta el invernadero, donde Aleckey ayudaba a la señora Liora a revivir algunas plantas con su poder. Lo observó darle vida nuevamente a las flores marchitas; no esperaba verlo hacer algo de jardinería.—Señora —la primera en verla fue Liora, quien hizo una leve reverencia.Aleckey sacudió la tierra de sus manos antes de posar su mirada en su luna, quien todavía vestía la ropa de entrenamiento.—Hola, Liora —saludó con una sonrisa.—Gracias, alfa, por restaurarlo. Espero ahora cubrir mejor los agujeros que permitieron que se colara el viento helado —aseguró, a lo que Aleckey le dio un breve asentimiento de cabeza antes de acercarse a Calia.—¿Todo bien con el entrenamiento? —cuestionó, llevando sus dedos hasta su mejilla, de la cual intentó quitar un poco de suciedad.—Jezebel me ha ayudado mucho. Creo que nos entendemos bien —murmuró, a lo que el alfa sonrió—. Es extraño tener una vocecita allí, me resulta aterrador —concluyó.—Te acostumbrarás
El rostro de Calia descansaba sobre el torso de Aleckey. Estaban envueltos en una fina capa de piel de cordero, ambos sumidos en sus propios pensamientos, satisfechos y en paz. Ella, olvidando su venganza por un momento; él, sintiéndose en armonía tal y como esperaba con su luna.—Quiero visitar a Aria —susurró Calia, rompiendo el silencio.Aleckey permaneció callado unos segundos hasta que ella se apoyó sobre sus codos para buscar su mirada en busca de una respuesta.—Mi relación con Dimitri no es la mejor. No creo que pueda presentarme en su territorio sin que terminemos peleando, y honestamente, no tengo ganas de humillarlo frente a su gente —dijo con serenidad.Calia vio la verdad en sus ojos. Aleckey estaba cansado de esa enemistad. Sin embargo, ella no podía ignorar a su amiga.—Ella es importante para mí —murmuró con firmeza.El alfa suspiró pesadamente. No quería ver a su luna triste ni preocupada.—Bien. Viajaremos mañana al amanecer.La sonrisa radiante de Calia iluminó la h
—Dime la verdad, ¿te sientes bien? —interrogó Calia a su amiga mientras tomaban asiento frente a una fuente, Aria lo pensó, no sentía miedo de estar aquí, ella solo extraña a su amiga, Zaina.—Extraño a Zaina y las demás —murmuró enfocando su vista en el cielo estrellado hasta que el suspiro de Calia llamo su atención.—Zaina me culpa por lo sucedido —dijo jugando con sus dedos—. Quizás si no las hubiera invitado a la fiesta, no habría sucedido nada de esto… lo siento mucho, Aria.La joven Aria sujeto sus manos para darle una caricia.—El destino es engañoso, Calia. Un día estábamos en un lugar desprotegidos, expuestas a que cualquier criatura nos atacase, sin embargo, aquí nos vemos… protegidas por best… lobos —concluyo como si todo fuera un juego de su Señor.—Son hombres complicados.—Debemos suponer que todo lo son, no hemos conocido hombres en años —se burló ganándose una risa por parte de Calia.—Cierto.La conversación culminó y ambas ingresaron a la casa encontrando a los homb
Los brazos de Aleckey envolvían a Calia, protegiéndola de la tenue luz que se filtraba por el ventanal. Ella tenía el rostro hundido en su torso desnudo, disfrutando de su olor y, sobre todo, del calor de su cuerpo, una barrera firme contra el frío exterior.Un suspiro escapó de sus labios antes de removerse entre los brazos de Aleckey. Él abrió los ojos y la estrechó más contra sí.—Buenos días, mi luna —ronroneó, moviéndose para quedar sobre ella.Calia pasó ambos brazos alrededor de su espalda, ganándose una sonrisa del alfa.—Tenemos que volver a nuestra manada. Ya viste a tu amiga —murmuró el rey con sus ojos puesto en ella.—Lo sé. Ella es fuerte y va a estar bien —respondió con suavidad.—Dimitri la cuidará. Es su luna —susurró, rozando su nariz con la de ella.Aleckey selló sus labios con un beso, al tiempo que deslizaba su mano por el costado de Calia. Su toque la estremeció. Sus dedos continuaron trazando un camino ascendente hasta su pecho, rodearon su pezón y tiraron de él
—Calia… —susurró muy bajo al abrir los ojos, su voz rasposa por el dolor y el agotamiento.Ella reaccionó de inmediato, arrodillándose a su lado con el corazón latiéndole con fuerza. La tenue luz de la luna se filtraba por la entrada de la cueva, iluminando su rostro preocupado.—Estoy aquí —murmuró, acariciando su mejilla con suavidad.Aleckey parpadeó un par de veces antes de centrarse en ella. Sus fuerzas apenas regresaban después de seis largas horas dentro de aquel refugio improvisado. Se sentía débil, pero al menos el dolor punzante había disminuido. Su regeneración avanzaba más rápido de lo que esperaba y, aunque aún quedaban rastros de sangre seca en su piel, sus heridas estaban casi cerradas.—Tenemos que movernos pronto —murmuró Aleckey, forzándose a incorporarse.—¿Estás seguro de que puedes caminar? —preguntó ella con el ceño fruncido.—Estoy seguro de que debo hacerlo. No podemos quedarnos aquí por más tiempo.Calia asintió a regañadientes. Ella también sabía que no podía