La noche era espesa, densa, cargada de una tensión que se pegaba a la piel. Afuera, el viento sacudía las ramas de los árboles del hospital con un rumor constante, como un susurro inquieto que se colaba por los ventanales.Adentro, todo parecía en pausa. El aire olía a desinfectante y a espera, esa mezcla extraña que solo los hospitales pueden sostener.Camila llevaba horas con contracciones más intensas. El aviso de semanas atrás había sido solo eso, un aviso. Un susto que quedó flotando como una amenaza futura. Pero esta vez, no había marcha atrás. Su cuerpo hablaba con claridad. El parto era inminente, y con él, una nueva etapa que ninguno de los dos estaba realmente preparado para enfrentar… aunque ambos lo deseaban profundamente.Leonardo no se había separado de su lado. Había dormido en el hospital desde aquella primera alerta, orga
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