El zoológico, con su caos ordenado de animales y risas, parecía un refugio de diversión para los niños, pero no todos estaban allí por la misma razón. Mientras los adultos, Ethan y Ava, permanecían junto a los bancos, observando a los niños, los pequeños Adrián y Donkan estaban en su propio mundo, correteando por entre las sombras y la luz del mediodía. Sus risas resonaban por los pasillos, mientras sus pequeñas mentes formulaban un plan tan travieso como su comportamiento.Adrián, con su cara de pícaro, avanzaba rápido, sin pensar en nada más que en la diversión del momento. Pero en cuanto levantó la vista y vio a Ava y Ethan, notó algo raro, algo que no le pasaba desapercibido. Ambos se veían serios, algo que no era común. Ethan, siempre tan controlado, parecía distante, mientras que Ava, tan vivaz y protectora, estaba tranquila, pero con una ligera incomodidad en su expresión.—Oye, Donkan, ¿has notado algo raro? —dijo Adrián, mirando de reojo a los adultos. Los ojos de Adrián, co
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