Fernando No supe en qué momento el dolor físico dejó de ser lo más importante. Tal vez fue cuando Valeria me acarició el rostro con esos dedos temblorosos, o cuando sus labios rozaron los míos por segunda vez, como si aún no creyera que podía besarme sin consecuencias. Como si tenernos de verdad fuera algo frágil, algo sagrado.Se recostó a mi lado, despacio, como si temiera romper el silencio que habíamos creado entre los dos. Y yo la recibí como si fuera todo lo que había estado esperando sin saberlo.No hubo palabras. Solo miradas sostenidas, respiraciones entrecortadas, pausas que hablaban más que cualquier conversación. Valeria me permitió desabotonar su delantal blanco con dedos torpes, dejarlo caer al suelo, y luego quitarle la blusa, con cuidado, con asombro. Su piel era suave y cálida, y con cada centímetro que mis manos descubrían, más vivo me sentía. Como si, después de tanto, volviera a ser parte del mundo.Ella se dejó acariciar con una entrega silenciosa, y mientras la r
Leer más