Eva caminaba con paso apresurado por la acera, su respiración entrecortada y el corazón latiéndole con fuerza contra el pecho. Quería escapar, alejarse de todas esas miradas inquisidoras, del veneno de Penélope y de la sombra de Jason Donovan. Pero antes de que pudiera avanzar más, sintió una mano firme sosteniéndola del brazo. Su cuerpo entero se tensó.— ¿A dónde crees que vas? — La voz profunda de Gabriel Montenegro la detuvo en seco. Su tono era severo, pero no agresivo.Eva se giró, exaltada, y lo miró a los ojos. Él no la soltó.— ¡Señor Montenegro! Yo... yo solo...Gabriel miró su reloj y luego volvió a enfocarse en ella con una ceja arqueada.— Hay aun asuntos que resolver en la empresa, señorita Moretti —respondió, como si lo que acababa de pasar no fuera motivo para dejarla tirada por ahí.Ella lo observó con incredulidad. ¿Realmente seguía pensando en el horario de trabajo después de lo que había ocurrido? Su estómago se encogió y, con un hilo de voz, preguntó:— ¿No piensa
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