El silencio que quedó tras la reunión con Javier no fue un alivio inmediato, sino una pausa tensa, como si el universo les concediera un instante de respiro antes de la próxima tormenta. Aunque el joven había prometido no interferir más, las palabras, las amenazas, las emociones contenidas y no dichas durante años no desaparecen con una simple conversación.Luciana despertó en la madrugada, envuelta en sudor, el corazón desbocado. A su lado, Alexander dormía profundamente, con el ceño levemente fruncido, como si su mente aún estuviera resolviendo todo lo ocurrido. No quiso despertarlo. Se levantó en silencio, caminó descalza hasta la sala y encendió una lámpara tenue. El aire estaba denso. La casa, por primera vez en mucho tiempo, se sentía ajena.Tomó la carta de Elena. La había guardado en su diario personal, casi con reverencia. Releyó las palabras una vez más, las lágrimas resbalando por su rostro sin resistencia.“Mi amado Andrés, si lees esto alguna vez, quiero que sepas que jam
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