La lluvia había cesado, pero la ciudad seguía cubierta por una bruma espesa, como si el pasado se rehusara a disiparse del todo. Luciana observaba por la ventana del apartamento mientras las luces del amanecer se filtraban tímidamente entre los edificios. En su regazo, el diario de Elena, ya sin secretos, con la piel ajada por las manos que lo habían buscado, escrito y rescatado.Alexander dormía en el sillón, exhausto tras noches de tensión y trabajo. En la mesa del comedor, las últimas correcciones de lo que ahora se titulaba provisionalmente “Ecos del Silencio”, la novela basada en la historia de Elena, estaban listas para enviarse a la imprenta.Luciana cerró el cuaderno con delicadeza. Se acercó a Alexander, le rozó la mejilla con los dedos.—Despierta, ya es hora.Alexander abrió los ojos con lentitud y le sonrió, adormecido.—¡Lo logramos!—Casi —respondía ella—. Falta un paso más.Ambos se vistieron con calma, conscientes de que ese día no solo marcaría un antes y un después e
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