Dolor de hermano.
Anderson apretó a su hermano, las lágrimas cayeron abundantes y sin control como gotas de agua helada en el más crudo invierno. Era su hermano, su propia sangre, aunque desde la adolescencia no había existido una buena relación entre ellos, lo amaba, lo quería con esa intensidad inexplicable que solo puede sentirse por un hermano menor. Ese vínculo invisible que, pese a los años de distancia y rencores, permanecía intacto, recordándole que, sin importar las circunstancias, seguían siendo familia. Los recuerdos de su infancia compartida inundaban su mente: tardes de juegos, secretos susurrados bajo las sábanas durante noches de tormenta, promesas infantiles de protección que ahora se desvanecían. El tiempo había pasado entre disputas y silencios prolongados, pero en ese instante, todo quedaba reducido a la esencia más pura del amor que nunca había desaparecido realmente.Le dolía verlo así, desangrándose lentamente, sin un atisbo de vida en aquella mirada que alguna vez brilló
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