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54 chapters
Capitulo 51
El vestíbulo del palacio resonaba con pasos suaves, perfumes florales y el eco lejano de conversaciones diplomáticas. Pero cuando Akiro Yamada cruzó sus puertas, fue como si el silencio se impusiera. Su presencia era un golpe visual: impecable en un traje de lino negro, camisa abierta en el cuello, sin corbata. Ojos oscuros que lo escaneaban todo como si ya conociera los secretos mejor guardados de ese lugar.No pidió permiso para entrar. Lo escoltaba un mayordomo nervioso, pero Akiro caminaba con paso firme, directo al corazón del castillo. Los guardias lo observaron sin intervenir; su nombre había sido aprobado por protocolo, gracias a alguna llamada hecha desde Bruselas. Pero nadie esperaba que se presentara tan pronto. Ni que viniera tan preparado.—El jeque Haifa está en reunión, señor Yamada —dijo el mayordomo—. Puede esperarlo en el salón de té o…—No vine a ver al jeque, vine a verla a ella. —El mayordomo palideció.—¿La princesa Mariam? —Akiro no respondió, solo caminó hacia
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Capitulo 52
Zayd caminaba por los pasillos del ala norte del palacio, con una expresión más dura de lo habitual. Había salido de su estudio tras recibir un informe discreto de parte de uno de los jefes de seguridad privada. El nombre “Akiro Yamada” brillaba en rojo sobre la hoja.El hombre japonés no solo había entrado sin anunciar su verdadera intención, sino que había buscado a Mariam directamente. Sin pasar por Haifa. Sin pasar por él. Sin pasar por respeto.—¿Cuánto tiempo estuvo con ella? —preguntó en voz baja, deteniéndose frente a una de las columnas de mármol.—No más de veinte minutos, señor —respondió el escolta—. No parecía agresivo, pero tampoco era una visita casual. Se presentó con documentos, pero no permitió que fueran revisados.Zayd apretó los puños.—Aumenta la vigilancia de su habitación. Discreta, pero constante. Quiero informes, horarios y si vuelve a poner un pie en este palacio sin autorización directa mía, quiero que se le niegue la entrada aunque traiga una carta del mis
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Capitulo 53
Sintió que el corazón le daba un vuelco. Caminó con prisa hasta la puerta y la abrió. Él estaba allí. Impecable. Su thobe blanca lo hacía parecer una extensión de la luz que entraba por el pasillo. Pero su rostro… su rostro estaba serio, demasiado.—Iba a salir —dijo ella, sin saber por qué se justificaba.—Lo sé —respondió él, sin suavidad. Mariam frunció el ceño.—¿Lo sabes? —Zayd asintió y entró sin esperar invitación. Miró las rosas sobre el tocador, la caja abierta, la carta. Todo estaba a la vista.—No te iba a decir nada aún —dijo ella, bajando la mirada.—Y aún así ibas a ir. —El silencio entre ellos fue tenso. Como una cuerda estirada al borde del colapso.—No confío en él —admitió Mariam—. Pero… parte de mí necesitaba saber qué tanto puede ver desde afuera. Qué tanto sabe. Qué tanto finge. —Zayd se acercó. No como quien reclama, sino como quien está tratando de entender.—¿Y si eso te lastima más?—Entonces lo enfrentaré. No quiero construir una vida contigo, Zayd, con part
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Capitulo 54
Esa noche, el desierto parecía más silencioso. Las estrellas se encendían como luciérnagas eternas sobre el cielo oscuro, y en el ala privada del palacio, donde solo los elegidos podían caminar sin escoltas, Mariam estaba de pie en el balcón, envuelta en una bata ligera color marfil. Su cabello caía en ondas sobre sus hombros, y en sus manos sostenía el cuaderno que Zayd le había regalado.Lo hojeó con suavidad. Aún no había escrito nada, pero sus pensamientos estaban llenos. Una suave brisa le acarició el rostro, y entonces escuchó el golpe tenue en la puerta.—¿Puedo pasar? —preguntó la voz profunda y cálida que ahora era tan familiar.—Pasa, Zayd.—Él entró con pasos silenciosos, vestido con ropa ligera de lino, sin el peso de sus ropajes reales. Cerró la puerta tras de sí y la observó. Ella no se giró de inmediato. Se limitó a decir:—Hoy comprendí algo.—¿El qué?—Que mi libertad no empieza cuando escapo... sino cuando dejo de correr. —Zayd se acercó hasta quedar a su lado. Ella l
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