Dante guardó el arma en la pretina de su pantalón. Su mandíbula estaba tensa, sus ojos oscuros seguían clavados en el horizonte donde la camioneta de Ulises había desaparecido. El ruido de los disparos aún resonaba en sus oídos, mezclándose con el rugido del motor alejándose a toda velocidad.Respiró hondo, intentando calmar la furia que hervía en su pecho. Luego, con dificultad, comenzó a caminar hacia Aurora. Cada paso le dolía, una punzada aguda le atravesaba la pierna izquierda, pero no le importaba. Su única preocupación en ese momento era ella.Aurora seguía de pie, con el cuerpo rígido y los dedos aún temblando ligeramente, Apenas se percató de la sangre en su rostro, producto de los vidrios rotos, hasta que sintió la mano de Dante tocar suavemente su brazo.—¿Estás bien? —dijo Dante, su voz sonó más suave de lo habitual, aunque la preocupación seguía latente en sus palabras.Aurora lo miró, respirando con dificultad, y asintió lentamente.—Sí… estoy bien —susurró Aurora, aunq
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