Alonzo salió de la biblioteca, su cabeza estaba hecha un ocho, la imagen de Dante abrazando a Aurora no se borraba de su mente, una punzada de incomodidad lo atravesó, aún no sabía cómo iba arrancar a Aurora de su corazón. Movió la cabeza, tratando de alejar el pensamiento cuando vio a Dante bajar con rapidez detrás de él.Ambos caminaron hacia la biblioteca en silencio, sus pasos resonando en el pasillo. Dante abrió la puerta con decisión, pero al ver a Fiorella, sus ojos se entrecerraron.Se acercó a ella en un par de zancadas, tomándola del brazo con fuerza.—¿Qué demonios quieres?, ¿ Por qué dices que van a atacar uno de mis clubes —vociferó Dante con voz áspera.Fiorella dejó escapar una sonrisa calmada.—No soy tu enemiga, Dante. Soy tu aliada, y creo que te lo demostré el día que traje alonzo hasta está mansión. Y para demostrarte mi lealtad, he venido a prevenirte. Estaba en tu club esta noche. Estaba en una de las mesas cuando escuché a un tal Ulises hablar sobre atacar tu cl
Dante y Alonzo observaban en silencio el desastre que el hombre con la máscara de lobo había dejado tras de sí. Los restos del club estaban hechos añicos, muebles destrozados, vidrios rotos y el olor a pólvora aún flotando en el aire. Dante apretaba los puños mientras sus ojos recorrían el lugar, buscando algún rastro que explicara el motivo del ataque. No había tiempo para lamentaciones.—Reúnan a los heridos y llévenlos a mi mansión —ordenó Dante con voz firme a los pocos hombres que quedaban en pie. No podían permitirse más bajas, cada hombre que respirara todavía era esencial en la guerra que se avecinaba. Alonzo, de pie a su lado, encendió un cigarrillo, pero sus pensamientos estaban en otra parte.—Tenemos que descubrir quién es ese maldito. No es la primera vez que aparece, y si no lo detenemos, no será la última, el muy maldito me golpeó hasta casi matarme —dijo Alonzo, soltando el humo con lentitudDante asintió con gravedad. Sabía exactamente quién podría tener respuestas.
Dante quitó el seguro de su arma, con el cañón aún presionando la frente de Fiorella. Su mirada ardía con una furia contenida, cada músculo de su cuerpo estaba tenso, dispuesto a disparar en cualquier momento, si ella no abría la boca en ese momento.—Habla —ordenó Dante con su voz baja y amenazante.Fiorella lo miró con una mezcla de desafío y súplica, su respiración acelerada mientras la presión del arma le dejaba una marca roja en la piel.—Soy tu aliada, Dante. No entiendo por qué me tratas así —respondió Fiorella, esforzándose por mantener la calma.Dante soltó una carcajada fría y amarga, mientras Alonzo no apartaba la vista de la escena.—¿No te parece demasiada coincidencia?. Primero encuentras a Alonzo, y ahora eres tú quien me avisó del ataque a mi club. ¿Crees que soy un imbécil? —espetó Dante con ira.—¡No es casualidad! —exclamó Fiorella, alzando el mentón. —Pero no soy tu enemigo, Dante. Estoy de tu lado. Si no me crees, dispara. No tengo nada más que decirte.Un gruñido
Dante caminaba en círculos en la biblioteca, con la mandíbula tensa y los músculos de su espalda rígidos de la frustración. Una y otra vez, se llevaba la mano a la cabeza, como si el simple acto de presionar sus sienes pudiera aliviar el caos de pensamientos que lo atormentaban. Aurora lo miraba en silencio, con el ceño fruncido, intentando descifrar la tormenta que se cernía en la mente de Dante. Alonzo, por su parte, permanecía apoyado en la pared, con las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón, observando con cautela, pero sin emitir palabra alguna.Aunque quisiera Dante odiar a Aurora en ese momento, y su única idea en su cabeza fuese enamorar a Aurora y así poder vengarse definitivamente de Antonio por todo lo que le había hecho, no significaba que su alma le estuviera carcomiendo, pues la mujer que estaba justo al frente suyo, había estado ciega por mucho tiempo, y él sería el que le abriría sus ojos de una vez por todas.—Todo esto…Todo esto tiene que ver con Francesco
Dante dirigió una mirada intensa a Alonzo y, con un leve movimiento de cabeza, le hizo una seña que solo su amigo comprendió. Alonzo asintió discretamente, preparándose para cualquier eventualidad.Volviendo su atención a Vittorio, Dante inhaló profundamente antes de hablar:—No lo sabía, sin embargo, la próxima vez que quieras saludar a mi mujer, abstente de besarla —admitió Dante, con voz controlada.Vittorio esbozó una sonrisa amplia y despreocupada.—¿Todavía vives en el siglo pasado, Dante? Seguiré viendo a Aurora porque es mi prima, y ahora que soy el nuevo jefe de la policía, me preocupa lo que he escuchado sobre ti. No creo que Aurora esté en buenas manos —replicó Vittorio con tono burlón.La ira de Dante se intensificó. En dos zancadas, acortó la distancia entre ellos, agarrando a Vittorio por el cuello de la camisa.—Será mejor que te largues todo lo que has oído de mí se convertirá en realidad —gruñó Dante, mientras Aurora sentía que su alma la iba abandonar en ese mismo mo
La noche envolvía la habitación en una penumbra suave, iluminada únicamente por la luz tenue de la luna que se filtraba a través de las cortinas. Aurora y Dante se encontraban de pie, mirándose a los ojos, sintiendo la electricidad que chispeaban en el aire entre ellos.Dante levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de Aurora, su pulgar trazando círculos delicados sobre su piel. Ella cerró los ojos ante el contacto, inclinando ligeramente el rostro hacia su caricia, como una flor que busca la luz del sol.—Eres increíblemente hermosa —susurró Dante, su voz ronca por la emoción contenida.Aurora abrió los ojos y lo encontró mirándola con una intensidad que le robó el aliento. Una mezcla de nerviosismo y deseo se agitaba en su interior, pero la calidez en la mirada de Dante la tranquilizaba, asegurándole que estaba exactamente donde quería estar, un sentimiento nuevo, algo que por alguna razón no entendía cómo su cuerpo reaccionaba ante cada tacto con DanteSin romper el contac
Dante abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso ligero y cálido de Aurora sobre su pecho. Su respiración era tranquila, pausada, y su rostro reflejaba una paz absoluta. Con una sonrisa, deslizó su mano con suavidad por su espalda desnuda, acariciando su piel con movimientos lentos y delicados.Aurora suspiró en sueños ante el contacto, y Dante no pudo evitar que su sonrisa se ampliara. Con cuidado, se movió hasta quedar encima de ella, apoyándose en sus brazos para no aplastarla. Inclinó el rostro y dejó un beso en su frente, luego en su mejilla, y finalmente en sus labios con infinita ternura.Los labios de Aurora respondieron de manera automática, y poco a poco sus pestañas se fueron alzando hasta revelar sus ojos adormilados. Al reconocerlo tan cerca, una sonrisa dulce iluminó su rostro.—Buenos días, mi amor —susurró Dante, contemplándola con devoción.Ella se estiró bajo su cuerpo y suspiró con satisfacción.—Buenos días —respondió Aurora con voz somnolienta. —Creo que fue la
Vittorio caminaba de un lado a otro, sus pasos resonaban en la habitación en penumbra. Tomó una copa de coñac y la llevó a sus labios, sintiendo el sabor burbujeante deslizarse por su garganta. Aún podía recordar el dulce aroma a vainilla que desprendía el cabello de Aurora, una fragancia que se impregnaba en su memoria y que despertaba en él un deseo incontrolable. Sin darse cuenta, Vittorio había vaciado toda la botella.Su mandíbula se tensó al sentir la respuesta de su propio cuerpo ante el simple recuerdo de ella. Con un gesto brusco, lanzó la copa lejos, escuchando cómo se hacía añicos contra el suelo. Respiró hondo, intentando calmarse. No podía seguir así, su polla estaba grande y todo por pensar en ella, en la mujer que le quitaba hasta sus pensamientos, así que mejor decidió salir.Tomó las llaves de su auto y salió de inmediato. Su destino estaba claro: el hotel donde se hospedaba Fiorella. No podía seguir permitiendo su traición.Manejando a toda velocidad, apenas notó las