Dante caminaba en círculos en la biblioteca, con la mandíbula tensa y los músculos de su espalda rígidos de la frustración. Una y otra vez, se llevaba la mano a la cabeza, como si el simple acto de presionar sus sienes pudiera aliviar el caos de pensamientos que lo atormentaban. Aurora lo miraba en silencio, con el ceño fruncido, intentando descifrar la tormenta que se cernía en la mente de Dante. Alonzo, por su parte, permanecía apoyado en la pared, con las manos hundidas en los bolsillos de su pantalón, observando con cautela, pero sin emitir palabra alguna.Aunque quisiera Dante odiar a Aurora en ese momento, y su única idea en su cabeza fuese enamorar a Aurora y así poder vengarse definitivamente de Antonio por todo lo que le había hecho, no significaba que su alma le estuviera carcomiendo, pues la mujer que estaba justo al frente suyo, había estado ciega por mucho tiempo, y él sería el que le abriría sus ojos de una vez por todas.—Todo esto…Todo esto tiene que ver con Francesco
Dante dirigió una mirada intensa a Alonzo y, con un leve movimiento de cabeza, le hizo una seña que solo su amigo comprendió. Alonzo asintió discretamente, preparándose para cualquier eventualidad.Volviendo su atención a Vittorio, Dante inhaló profundamente antes de hablar:—No lo sabía, sin embargo, la próxima vez que quieras saludar a mi mujer, abstente de besarla —admitió Dante, con voz controlada.Vittorio esbozó una sonrisa amplia y despreocupada.—¿Todavía vives en el siglo pasado, Dante? Seguiré viendo a Aurora porque es mi prima, y ahora que soy el nuevo jefe de la policía, me preocupa lo que he escuchado sobre ti. No creo que Aurora esté en buenas manos —replicó Vittorio con tono burlón.La ira de Dante se intensificó. En dos zancadas, acortó la distancia entre ellos, agarrando a Vittorio por el cuello de la camisa.—Será mejor que te largues todo lo que has oído de mí se convertirá en realidad —gruñó Dante, mientras Aurora sentía que su alma la iba abandonar en ese mismo mo
La noche envolvía la habitación en una penumbra suave, iluminada únicamente por la luz tenue de la luna que se filtraba a través de las cortinas. Aurora y Dante se encontraban de pie, mirándose a los ojos, sintiendo la electricidad que chispeaban en el aire entre ellos.Dante levantó una mano y acarició suavemente la mejilla de Aurora, su pulgar trazando círculos delicados sobre su piel. Ella cerró los ojos ante el contacto, inclinando ligeramente el rostro hacia su caricia, como una flor que busca la luz del sol.—Eres increíblemente hermosa —susurró Dante, su voz ronca por la emoción contenida.Aurora abrió los ojos y lo encontró mirándola con una intensidad que le robó el aliento. Una mezcla de nerviosismo y deseo se agitaba en su interior, pero la calidez en la mirada de Dante la tranquilizaba, asegurándole que estaba exactamente donde quería estar, un sentimiento nuevo, algo que por alguna razón no entendía cómo su cuerpo reaccionaba ante cada tacto con DanteSin romper el contac
Dante abrió los ojos lentamente, sintiendo el peso ligero y cálido de Aurora sobre su pecho. Su respiración era tranquila, pausada, y su rostro reflejaba una paz absoluta. Con una sonrisa, deslizó su mano con suavidad por su espalda desnuda, acariciando su piel con movimientos lentos y delicados.Aurora suspiró en sueños ante el contacto, y Dante no pudo evitar que su sonrisa se ampliara. Con cuidado, se movió hasta quedar encima de ella, apoyándose en sus brazos para no aplastarla. Inclinó el rostro y dejó un beso en su frente, luego en su mejilla, y finalmente en sus labios con infinita ternura.Los labios de Aurora respondieron de manera automática, y poco a poco sus pestañas se fueron alzando hasta revelar sus ojos adormilados. Al reconocerlo tan cerca, una sonrisa dulce iluminó su rostro.—Buenos días, mi amor —susurró Dante, contemplándola con devoción.Ella se estiró bajo su cuerpo y suspiró con satisfacción.—Buenos días —respondió Aurora con voz somnolienta. —Creo que fue la
Vittorio caminaba de un lado a otro, sus pasos resonaban en la habitación en penumbra. Tomó una copa de coñac y la llevó a sus labios, sintiendo el sabor burbujeante deslizarse por su garganta. Aún podía recordar el dulce aroma a vainilla que desprendía el cabello de Aurora, una fragancia que se impregnaba en su memoria y que despertaba en él un deseo incontrolable. Sin darse cuenta, Vittorio había vaciado toda la botella.Su mandíbula se tensó al sentir la respuesta de su propio cuerpo ante el simple recuerdo de ella. Con un gesto brusco, lanzó la copa lejos, escuchando cómo se hacía añicos contra el suelo. Respiró hondo, intentando calmarse. No podía seguir así, su polla estaba grande y todo por pensar en ella, en la mujer que le quitaba hasta sus pensamientos, así que mejor decidió salir.Tomó las llaves de su auto y salió de inmediato. Su destino estaba claro: el hotel donde se hospedaba Fiorella. No podía seguir permitiendo su traición.Manejando a toda velocidad, apenas notó las
Alonzo estacionó su auto en el hotel donde se estaba quedando Fiorella. Se bajó del auto y miró a su alrededor, buscando cualquier señal de que alguien lo estuviera observando. No vio nada sospechoso, así que se dirigió hacia la entrada del hotel.Debía sacarle unas cuantas verdades a Fiorella, y ese sería el lugar perfecto.Mientras caminaba, vio a Vittorio Rossi salir en un auto. Alonzo se detuvo y lo miró, preguntándose qué estaría haciendo allí, bueno no era que no supiera que eran hermanos, era más que obvio que Fiorella estaba aliada con Vittorio y se había acercado a Dante solo por Vittorio. Después de un momento, Vitorio se alejó en su auto, y Alonzo se dirigió hacia la habitación de Fiorella.Llegó a la puerta de la habitación y tocó suavemente. —Adelante —escuchó la voz de Fiorella desde el otro lado de la puerta. Alonzo entró en la habitación y buscó a Fiorella con la mirada. La encontró saliendo del baño, envuelta en una bata transparente que dejaba poco a la imaginació
Alonzo y Fiorella estaban enredados en un frenesí de deseo. Sus cuerpos se encontraban en una danza salvaje, suspiros y jadeos llenaban la habitación mientras las sábanas se arremolinaban alrededor de ellos. Fiorella, con su melena despeinada y su piel ardiendo de placer, se aferraba a Alonzo con una intensidad casi desesperada. Él, con su cuerpo firme y ardiente, recorría cada centímetro de su piel con labios hambrientos, dejando un rastro de fuego a su paso.Era un encuentro impulsivo, alimentado por la pasión y la necesidad de olvidar. Fiorella lo quería todo de él, lo exigía con cada movimiento de sus caderas, con cada gemido ronco que escapaba de su garganta. Alonzo, por su parte, se sumergía en su calor, en su cuerpo que lo envolvía y lo reclamaba sin inhibiciones. Pero, en medio de la intensidad, en un momento de éxtasis desbordante, las palabras escaparon de sus labios sin que pudiera detenerlas:—Te deseo, Aurora...Fiorella se detuvo de golpe. Su cuerpo se tensó, su mirada
Dante estaba sentado en su amplia biblioteca, rodeado por estantes de madera oscura repletos de libros antiguos y manuscritos de valor incalculable. El aire olía a cuero y pergamino, un aroma familiar que lo había acompañado desde la infancia. Sostenía un vaso de whisky en su mano derecha mientras marcaba un número en su teléfono móvil. No tuvo que esperar mucho antes de que la voz de Alonzo contestara al otro lado de la línea.—¿Qué pasa, Dante? —preguntó Alonzo con un tono distraído, mientras sus manos seguían jugando con la mujer al frente de él, quien devoraba su clavícula con gran intensidad, y con una de sus manos rodeaba su polla, haciéndole masajes de arriba abajo,.—Voy a salir con Aurora. La llevaré hasta el club —respondió Dante con calma, pero con esa autoridad que siempre lo caracterizaba.Hubo un breve silencio en la línea. Alonzo tensó la mandíbula y, sin pensarlo, apartó bruscamente a la mujer que tenía sobre sus piernas. La rubia lo miró con sorpresa y disgusto mient