La tensión en la mansión se podía cortar con un cuchillo. Desde el enfrentamiento en la biblioteca, Isabela había intentado mantenerse alejada de Camila tanto como podía, pero el destino, o más bien la manipulación calculada de Camila, parecía empeñado en ponerlas en el mismo espacio una y otra vez.Aquella mañana, Leonardo estaba en el salón principal, revisando unos documentos importantes, cuando Camila entró acompañada por Isabela, quien llevaba una bandeja con el desayuno de su esposo.—Ah, qué maravilla —exclamó Camila al ver la escena—. Isabela, siempre tan dedicada. Aunque… —se detuvo dramáticamente, mirándola de arriba abajo con una sonrisa venenosa—. Creo que esa bandeja está más acorde para una sirvienta que para una esposa.Isabela se detuvo en seco, sus manos temblando ligeramente mientras colocaba la bandeja sobre la mesa frente a Leonardo. Decidió no responder, consciente de que cualquier palabra solo empeoraría la situación.Camila, al no recibir una reacción inmediata,
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