160. SIEMPRE SOMOS LOBOS
KIERAN: Yo era un Alfa, y los alfas no ceden. No al instinto, no a los impulsos, y mucho menos a los caprichos de aquellos que todavía no entienden su lugar. Pero con ella, mantener el control era una batalla constante. Mi lobo rugía en mi interior, exigiendo que la poseyera como lo hacía un lobo con su Luna, marcándola, reclamándola, sin más explicaciones. Sin embargo, el humano en mí sabía que Claris aún tenía que aprender. No se trataba sólo de satisfacer su necesidad humana de amor. No iba a conformarme con eso. Ella debía entender que ya no era solo una mujer, ni siquiera solo mi compañera. Era una loba. Mi loba. Y para eso, debía enseñarla, hacerla comprender no con palabras, sino con el lenguaje que compartíamos los lobos. El lugar no importa cuando el vínculo es real, pensaba mientras avanzaba con ella entre mis brazos. Necesitaba que sus ojos entendieran, que su cuerpo reaccionara no porque yo se lo imponía, sino porque final
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