Los hombres, con una rapidez fría y calculada, comenzaron a desatar a Deborah.Ella se lanzó hacia su padre, abrazándolo con una sonrisa triunfante, su risa resonando en el aire como una cruel burla hacia Paz.—¡Papito, gracias! Al fin, Paz, al fin ya no serás un estorbo en mi vida. Te robaste a mi prometido, ahora yo te robaré toda tu existencia. Te despediré de tus hijas, y cuando acabe contigo, ellas pronto estarán contigo en el infierno —declaró Deborah con una sonrisa llena de veneno, disfrutando de cada palabra.—¡Malditos! ¡No hagan daño a mis hijas! —gritó Paz, su voz quebrándose en desesperación.David y Deborah salieron de la habitación, sus risas resonando en cada paso que daban.Paz quedó sola, atada y sin esperanza. Sentada en la silla, su mente intentaba procesar la cruel realidad que la rodeaba.«Mi propio padre me odia, me ha entregado a estos monstruos... Si él no me quiere, ni mi madre, ni mi hermana, ¿quién más puede amarme? Moriré aquí, lejos de mis hijas, sin poder
Leer más