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—¡A partir de hoy, te quiero fuera de mi vida para siempre, Deborah! —rugió Terrance con furia—. Y tú también, David. Ya no seremos socios. ¡Largo de aquí!David y Linda palidecieron, mientras Deborah se derrumbaba en lágrimas.—¡No me hagas esto, Terry! —sollozó ella—. ¡Estoy embarazada!El silencio cayó como una losa en la habitación.Pero los ojos de Terry estaban llenos de desprecio.—Ya no te creo, Deborah —escupió con frialdad—. Quizás ese hijo no sea producto de un ataque, sino de una aventura.Deborah se quedó sin palabras, su rostro descompuesto por la incredulidad.¿Cómo podía dudar de ella cuando siempre creyó en sus mentiras?A unos metros, Martín había presenciado toda la escena.Bajó la mirada, sorprendido.Quería intervenir, quería defender a la mujer que amaba, pero cualquier palabra dicha en vano podría traer la ruina para todos.Así que se quedó en silencio, sintiendo cómo su corazón se partía en mil pedazos.En ese instante, la puerta se abrió de golpe y un doctor en
—¡Maravilloso, doctor! —exclamó David con una sonrisa gélida—. Acaba de devolverme la vida. Pero antes de decidir si donaré o no… ¿Puede dejarnos a solas? Me gustaría hablar con estos caballeros en privado.El médico se quedó perplejo. Había visto de todo en su carrera, pero nunca a un padre tan frío, hablando con tanta indiferencia sobre la vida de su propia hija.Lo miró con desconfianza, pero asintió con un suspiro resignado antes de salir del consultorio.El aire en la habitación se volvió espeso. Terrance sentía que su mundo se desmoronaba, sus manos se cerraron en puños, intentando contener su furia.Randall, a su lado, mantenía una mirada afilada, listo para atacar si era necesario.—¿Qué quieres, David? —gruñó Terrance, con la mandíbula tensa—. ¡Habla de una vez y deja de jugar con esto!David sonrió con malicia, disfrutando el poder que tenía en ese momento.Se giró levemente hacia su hija, Deborah, quien lo observaba con la misma sonrisa siniestra.—Sabía que serías razonable
Terrance Eastwood estaba completamente agotado, pero aún había algo en su interior que lo mantenía en pie.El compromiso que acababa de asumir con Deborah Leeman lo estaba destrozando por dentro, pero su amor por Paz, su sufrimiento, lo mantenían firme.El contrato estaba firmado, y el destino de su familia pendía de un hilo.Si todo salía bien, Paz viviría, pero si algo salía mal… no quería ni pensarlo.«Por Paz», pensaba mientras firmaba el acuerdo sin mostrar emoción alguna.Era como si firmara su alma al diablo. El futuro de su amor, de su vida, estaba sellado con esas palabras.Debería divorciarse de Paz, casarse con Deborah y darle toda su fortuna. Todo eso por un trasplante que ni siquiera sabía si salvaría a la mujer que amaba.El contrato estaba claro: Si Paz no sobrevivía o el trasplante fallaba, todo quedaba anulado. Pero si la cirugía tenía éxito y Paz sobrevivía tres meses, la boda con Deborah sería inevitable.Y aun entonces, si Terrance no se casaba, ella debía recibir l
Paz despertó con lentitud, como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor.Durante días había estado atrapada en un abismo de oscuridad, sin conciencia de lo que sucedía fuera de su mente.Pero ahora, cuando sus ojos se abrieron, la luz la cegó momentáneamente, y por un instante no comprendió si estaba viva o soñando.Fue entonces cuando la verdad comenzó a infiltrarse en su mente: el trasplante, la operación, la batalla por su vida.—¿Quién? ¿Quién fue el donante? —preguntó, su voz ronca y temblorosa, mientras su corazón latía con una mezcla de incertidumbre y miedo.Los médicos y enfermeras se miraron entre sí, pero nadie respondió.Paz sintió un vacío en su pecho, como si la respuesta se estuviera escapando entre sus dedos. La incertidumbre de no saber la verdad la desgarraba.***Horas más tarde, las gemelas llegaron con Terrance, y el sonido de sus risas infantiles llenó la habitación. Paz levantó la mirada y las vio. Su mundo se iluminó.—¡Mamita! —gritaron las niñas al unís
Tuvieron que salir de inmediato, como si el aire en la habitación se hubiera vuelto venenoso.Terrance apretó el brazo de Deborah con fuerza, como si fuera un último intento por controlarse.—¡Eres una desgraciada! —su voz temblaba de rabia contenida.—¡Bruja mala! —gritaron las gemelas al unísono, al ver a la mujer ahí.Deborah, sin inmutarse, se alejó de Terrance y miró a las niñas con una sonrisa despectiva.—Pues esta bruja mala… ¡Será su madrastra! Me casaré con papito, y ni ustedes dos, ni su mami podrán hacer nada al respecto. ¿Verdad, Terrance? —su tono burlón hizo que las palabras le quemaran la garganta.Deborah comenzó a alejarse, riendo, mientras las gemelas miraban a su madre con desesperación.Las pequeñas sollozaban, su dolor resonando en el aire.—¡Papito fue hechizado por la bruja! —dijo Mia, abrazando su osito de peluche, como si ese abrazo fuera la única forma de protegerse del dolor.Terrance, sintiéndose impotente, abrazó a sus pequeñas con la esperanza de darles a
Terrance regresó a la habitación con pasos firmes, pero en su interior se sentía temblar.Se acercó a la cama donde Paz yacía ahí, su piel pálida y su expresión cansada.Sin decir una palabra, la tomó en sus brazos con delicadeza, como si temiera romperla, y la llevó al cuarto de baño.Ella no se resistió, pero su corazón latía con fuerza.Cuando la colocó de pie, sus cuerpos quedaron tan cerca que pudo sentir su aliento acariciar su piel.Con movimientos pausados, Terrance comenzó a quitarle la ropa, su tacto era tan suave como el de un amante temeroso de perder lo único que le daba sentido a su vida.Paz se estremeció con cada roce, su respiración se volvió errática.Entonces, sus miradas se encontraron.El tiempo pareció detenerse en ese instante. No había palabras, solo el eco de sentimientos contenidos, de recuerdos que dolían y de un amor que, a pesar de todo, seguía ardiendo con la misma intensidad.«Terrance… ¿Por qué te casas con ella? ¿Te están obligando? Antes la amabas a el
Paz dejó escapar un suspiro pesado, sintiendo cómo la frustración se aferraba a su pecho como una garra helada.Su cuerpo aún temblaba, no sabía si por la emoción que la había invadido al estar tan cerca de Terrance o por la fatiga que la enfermedad estaba dejando en ella.Con un movimiento lento y cansado, se puso el albornoz sobre la piel helada.Al otro lado de la puerta, los golpes resonaban con furia.—¡Terrance! ¡Abre ahora mismo!El sonido chillón de Deborah perforó el silencio, pero él no se inmutó.Su mandíbula se tensó, su mirada se volvió fría como el hielo.—Tienes que irte —susurró ella, pero Paz notó que había un temblor en su voz, una sombra de preocupación que no se desvanecía.—Tienes que decidirlo tú, no, yo —murmuró él con una sonrisa melancólica.Paz dándose la vuelta para meterse en la bañera.La puerta se abrió de golpe.Deborah entró como un torbellino de furia, con los ojos llameantes de celos y rencor.Sus manos se elevaron, buscando el rostro de Paz como si qu
Terry llevó a las niñas a su habitación y volvió con Paz.Al entrar al baño, la encontró sumergida en la tina, con los ojos cerrados, el rostro cansado y gotas de agua deslizándose por su piel. Se acercó con paso firme, pero silencioso. Tomó una esponja y comenzó a pasarla por su cuerpo con delicadeza.—¿Qué haces? —preguntó ella en un susurro.—Cuidándote —respondió él, con una ternura que la desarmó.El roce de la esponja sobre su piel era tan suave que le pareció casi una caricia. Cerró los ojos y se dejó llevar, permitiéndose sentir, aunque fuera solo por un instante. Era una sensación que no debía disfrutar, pero su cuerpo la traicionaba.Cuando abrió los ojos, encontró a Terry observándola con intensidad. Sus manos acunaron su rostro con una dulzura que la hizo estremecer.—Paz… voy a protegerte. Lo prometo. No voy a perderte otra vez.Su corazón latió con fuerza. Quería creerle, pero la realidad estaba en su contra.—¿Y cómo harás eso si estás casado con otra? —susurró, intentan