Arleth sonrió con satisfacción, cruzando los brazos sobre su pecho mientras observaba a Eugenio.Su corazón latía con fuerza, pero no por nerviosismo, sino por la emoción de saberse victoriosa.«Por fin hiciste algo bien, Mia. Te largarás y me dejarás el camino libre. No me importa cuán rica seas. Mientras Eugenio tenga dinero y un futuro prometedor, tú puedes irte al infierno.»Contuvo una carcajada. Oh, cómo disfrutaba ese momento.Mia, la "esposa perfecta", la "mujer intachable", estaba fuera del juego.Y Eugenio, su Eugenio, tarde o temprano, aprendería a amarla y con eso tendría dinero estable y seguro.Sin embargo, su sonrisa se desvaneció cuando lo vio.Eugenio apretaba los papeles del divorcio con tanta fuerza que sus nudillos se pusieron blancos. Su rostro estaba desencajado, su mandíbula apretada y sus ojos oscuros brillaban con rabia.—¡No voy a permitir que me dejes! —rugió—. ¡No lo acepto, Mia!Dio un paso hacia la puerta, decidido a salir corriendo, a buscarla, a hacer lo
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