Los latidos erráticos de su corazón eran lo único que le recordaba que había vida en ella…mientras que su alma, rota como un espejo arrojado contra el suelo; reflejaba la desolación que las últimas palabras de Ragnar dejaron en ella. Los fragmentos de ese espejo, clavados en su pecho, le recordaban que cada pieza rota seguía cortando. Y, sin embargo, sangraba algo más que sangre: memorias. Como si el dolor fuera tinta y su cuerpo, un pergamino desgarrado.Sus rodillas y manos se hundieron en el barro, haciéndole notar que ahora la lluvia caía sobre ella con tanta fuerza que parecía querer borrarla, como si la naturaleza misma se avergonzara de su dolor. El agua arrastraba consigo algo más que lodo: trozos de su nombre, susurros de Ragnar, pedazos de un tiempo en que el mundo no pesaba tanto.— No te vayas — susurró, aun a sabiendas que él ya no la escuchaba, sus palabras se ahogaron en el sonido del viento, que parecía rugir en su propia agonía. El bosque devoró su voz, como si ya no
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