—No tienes derecho a irrumpir así, Artem. No eres nadie para meterte en mis asuntos—Las palabras salen afiladas. Por un segundo, el silencio se adueña de la habitación. Luego, un sonido grave, casi gutural, escapa de su garganta. Artem da un paso hacia mí, invadiendo mi espacio personal, tan cerca
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