SEBASTIAN GALLARDO El rostro pálido de Ileana no me da buena espina. Algo está pasándole, algo está alterándola. Lo he notado estos últimos días, por eso mi decisión de traerla al campo, pero ella no pareció notarlo hasta esta mañana que salió corriendo como alma que lleva el diablo en dirección al baño, y ahora acaba de hacer los mismo.—¿Qué te sucede hermosa? —cuestiona con ella en mis brazos inconsciente.Mi socio llega con su mujer hasta nosotros, le dan una mirada a la encargada de la casa, ni siquiera reparé en ella cuando noté que el cuerpo de mi asistente estaba por colapsar.La señora Reyes, le indica que vaya por agua y alcohol.—Gallardo, ¿la señorita Pedraza se encuentra enferma? —veo preocupación en ambas caras y no es para menos, la palidez de Ileana me enferma—. Ya mismo, mando a preparar la camioneta para que nos lleven al hospital más cercano.Ileana… Ileana… Ileana…Despierta hermosa.La encargada regresa con lo pedido por su patrona, me entrega el alcohol con el a
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