ILEANA PEDROZA.
Después de que Sebastián sale de la habitación, me quedo viendo a la nada… Estoy cansada, siento el cuerpo estropeado. Quiero despertar y que esto sea un sueño, pero no, no lo es.
Llevo mis manos a mi vientre. Tendré dos bebés. Increíble.
¿Cómo no los sentí?
Ya están en tiempo de moverse, ¿Y si sucede algo malo con ellos? ¿Y si la doctora no los revisó bien?
Me invade los nervios, me obligo a tranquilizarme por mi presión arterial.
Apenas lleguemos a Chicago lo primero que haré será concertar una cita con el ginecólogo y hacerme mil y un exámenes, porque para el tiempo que tengo es para que se notase mi pancita.
Me subo la camisa y…
«No lo viste por tonta, pero tus caderas están más anchas, y tu tripa está un poco más grande». Se burla esa voz en mi cabeza.
Joder…
¿Qué demonios que hecho estos cuatro meses que no lo noté? ¿Acaso necesito lentes? ¿Y si los puse en peligro?
Suspiro profundo.
Menuda m****a es esto… todo lo que se me viene encima. Mamá pegará el grito en el cielo, papá ni que decirle y mi hermana… ella solo soltará comentarios venosos en mi contra, como siempre lo ha hecho hasta…
Niego con la cabeza.
No vale la pena que malgaste mi tiempo pensando en ella.
Respiro profundo, viene una enferma a monitorear mis signos vitales. Todo está en orden, la tensión está comenzando a bajar y eso es bueno.
De un momento a otro me quedo dormida, agotada por todas las emociones vividas el día de hoy.
Una suave voz se inmiscuye en mi placentero sueño.
—Señorita Pedroza… señorita Pedroza —abro los ojos poco a poco encontrándome con una enfermera y mi jefe—. Señorita, aquí está su desayuno, la especialista de guardia hará la revisión dentro de una hora aproximadamente, una vez que verifique que todo está en orden, se le realizará el alta médica.
Asiento. La enfermera se encarga de revisar el monitor a mi lado y se retira dejándome sola con mi jefe.
Luce cansado…
—¿Cómo te encuentras Ileana? —lo miro, cierta entrevista se reproduce en mi cabeza.
—Me siento mejor —respondo, le doy un sorbo a mi hijo natural—. Ya quiero irme de aquí. Debemos llegar a Chicago, y ponernos al día con todo el trabajo que se nos está acumulando.
Algo pasa por sus ojos.
—Sobre eso… nos quedaremos el resto de la semana en el rancho de los Reyes, y el lunes estaremos viajando a Chicago, tienes ese día libre para que descanses y te reincorpores al trabajo el día martes.
What?
Al entornar los ojos aclara.
—Quiero que descanses estos días, porque los que vendrán serán agotadores, necesitas recargar energía —una sonrisa tierna surca sus labios en cuanto dirige sus grisáceos ojos a mi no tan plano vientre—. ¿Puedo?
Un nudo se forma en mí garganta.
Sus ojos lucen esperanzados, mientras los míos deben estar aterrados de que me toque… no porque le tenga miedo, si no porque voy a rememorar lo que no debo.
Me lleno de valor.
—Siii…—mi voz sale en un susurro apenas audible.
Con cuidado se sienta en la cama, sin dejar de observarme lleva su mano derecha a la zona baja de mi abdomen. Abro los ojos como platos cuando siento…
No…
Él me mira, yo… estoy en shock, no puedo creerlo. Mis ojos se inundan en lágrimas.
—¿Es lo que creo que es? —cuestiona con voz ronca.
Asiento.
Permanecemos un rato más así, mi apuesto jefe con la mano en mi vientre, mientras yo me encuentro con el corazón en la boca por lo que su tacto produce en mí. Nuestros hijos ya no vuelven a moverse.
¿Nuestros hijos?
«¿Qué demonios?».
Las hormonas ya están comenzando a afectarme.
«Hija, mucho se habían tardado, que tenemos casi cuatro meses de embarazo».
La realización de esas palabras me toman… guau… en menos de nada se ha de notar mi barriga, comenzarán las habladurías.
—Ileana, hay algo que quiero hablar —la voz de mi jefe me saca de mis cavilaciones. Lo miro a la espera de lo que vaya a decir —. Quiero que te mudes a mi edificio, estoy movilizándome para conseguirte un piso debajo del mío…
—No.
—Déjame terminar —pongo los ojos en blanco —, tú departamento no es que no sea seguro, pero en mi edificio tendrás más espacio y comodidad, me podrás llamar y yo solo bajaré para lo que necesiten.
Necesiten.
En plural.
Los ojos se me vuelven a llenar de lágrimas. Joder… hoy amanecí más sentimental que nunca.
—Yo no seré una roba maridos, sé lo que es pasar por eso —añado mordaz—. No le haré a otra mujer lo que a mí me hicieron.
Respira profundo.
—Ileana, sabemos que son situaciones completamente distintas.
—Puff… ¿Distintas? ¿En qué? —lo miro levantando mi ceja—. Te vas a casar, ni mis hijos ni yo seremos un impedimento en tu vida, y mucho menos serán objeto de habladurías.
El toque en la puerta nos hace saltar a ambos, entra una especialista con dos hombros más que trasladan un equipo como el de ayer, nuestra conversación queda a medias.
Mi jefe se levanta de la cama y le hace espacio a la doctora que se presenta. Comienza hablarnos, mientras echa un gel en mi abdomen.
—¿Eres el padre de los bebés? —me quedó estática con esa pregunta. Sebastián la ve a ella, luego a mí antes de responder.
—Sí.
La doctora asiente con una sonrisa en los labios que… respiro profundo y no me formo ideas en mi cabeza.
Mueve el transductor sobre mi abdomen, Sebastián se posiciona a mi otro lado, tomando mi mano entre las suyas. Acción que me hace verlo con el corazón acelerado.
Relamo mis labios, su mirada se vuelve turbia.
—A pesar de que no tienes una notoria pancita, los bebés están bien, tienen perfectas sus medidas —Sebastián y yo dejamos de vernos, para ver el monitor donde la doctora nos apunta que están —. Bebé 1, bebé 2. Peso y estatura adecuada a su edad gestacional.
La habitación se inunda por un fuerte pum, pum, pum.
—Latidos fuertes, nada anormales.
Para este momento lágrimas corren por mis mejillas.
—¿Desean saber el sexo? —busco con la mirada a mi jefe.
Él se inclina a depositar un beso en mi frente.
—Lo que desees, hermosa. —su voz enronquecida envía escalofríos por mi cuerpo.
Le decimos a la doctora que sí deseamos saber el sexo.
—Serán padres de dos hermosos y fuertes niños.
Niños.
Un sollozo escapa de mí.
—Dos varones, señor Gallardo —hipo.
—Dos varones, Señorita Pedroza —una sonrisa arrogante se dibuja en sus labios.
La doctora termina de hacer su revisión, pongo los ojos en blanco al notar que disimuladamente le pasa a mí jefe una tarjeta con su número. Me indica que al llegar a la ciudad debo ponerme en control, me envía una serie de exámenes que me realizarán aquí aprovechando que estoy hospitalizada y con mi presión arterial me sugiere que me la mantenga controlada.
Las horas de la mañana se van en un abrir y cerrar de ojos, me hacen todos los estudios y me dan el alta médica. A las afueras del hospital está el socio de mi jefe y su esposa, quiénes me dan un abrazo y me dicen que estuvieron muy preocupados. Comparto una mirada con mi jefe y noto que… no les ha dicho nada, cosa que me hace respirar tranquila.
Ellos se adelantan por la camioneta, mientras Sebastián queda finiquitando el papeleo de mi salida.
Espero en la silla de ruedas, el timbre de su celular me hace alzar la vista, encontrándomelo.
Frunce su ceño y desvía la llamada, no tiene tiempo de guardarlo en su pantalón cuando vuelve a sonar. Respira profundo. Me ayuda a ponerme de pie y caminos hasta donde nos esperan los Reyes.
Murmuro cuando el móvil vuelve a sonar:
—Tranquilo, puedes contestar —le digo al imaginar quién puede estar llamándolo —. Nosotros tenemos una conversación pendiente y hablaremos de ello una vez lleguemos a Chicago.
—Sé que tenemos una conversación pendiente, pero el que vayas a vivir en mi edificio no está en discusión Ileana, tú y mis hijos necesitan más espacios y en tu departamento no lo tendrás.
Una oleada de ira me avasalla.
—No te creas con el derecho de tomar se decisiones en mi vida, solo por lo que pasó una noche —mis palabras salen hirientes —, una noche que no debió ocurrir y que fue un error.
Se queda paralizado, el ambiente se torna tenso entre nosotros. Sus ojos parecen una tormenta.
—¿Fue un error que tu ex se acostara con tu hermana? ¿Fue un error que terminaras esa noche en mi cama gimiendo mi nombre? ¿Fue un error los hijos que llevas en tu vientre? —gruñe a escasos centímetros de mi cara, sus palabras me hacen daño, se forma un nudo en mi garganta, sé que yo lo herí primero, pero el que me saque en cara lo de mi hermana da en la yaga que no ha sanado—. Respóndeme, Ileana, ¿Fue un error?
¿Qué me pasa?
Sus ojos están llenos de rabia y yo… yo batallo con el nido de pensamientos que hay en mi cabeza. Fuera de mi lo beso, no sé si es el descontrol de las hormonas, pero tomo sus labios entre los míos y le doy un beso que me deja con ganas de más…
Cuando creo que voy a desfallecer, me toma entre sus brazos, separando nuestras bocas escasos centímetros, nuestras narices se tocan y tal acción calienta mi pecho.
—Hermosa, tenemos una conversación pendiente y lo haremos al llegar a Chicago. Estos días solo disfruta de la naturaleza y recarga energías.
Asiento.
El camino del hospital a la clínica no es tan largo. Al llegar están los trabajadores esperando por nosotros. Bajo de la camioneta seguida de mi jefe, mi teléfono comienza a sonar y veo 10 mensajes de texto de mi madre, muchas notificaciones de I*******m me hacen meterme en la aplicación y…
El teléfono cae de mis manos cuando veo las fotos de Sebastián y mía discutiendo, besándonos y caminando hacia la camioneta de los Reyes.
Mi jefe me pregunta que me pasa, pero no puedo hablar, quedó como en el limbo. Él se agacha, toma mi teléfono y lee.
Noticia de ultima hora.
A pocas horas de revelarse la entrevista de la reconocida modelo Blanca Nieves, donde afirmó estar en los preparativos de la boda con el magnate del sector vinícola, Sebastián Gallardo.
Quien fue visto en la tarde de hoy protagonizando una calurosa y apasionada discusión a las fueras del Hospital St Patricio, junto a su asistente la señorita Ileana Pedroza.
Lo que deja a más de un internauta confundido y sorprendido ante la posible infidelidad por parte del magnate a la reconocida modelo, debido a las recientes declaraciones.
La pareja fue captada por los transeúntes de la localidad, quienes inmediatamente nos hicieron llegar las presentes imágenes.
Seguiremos informando una vez conozcamos más detalles.
Maldición. Es todo lo que pienso al ver el rostro serio encolerizado de mi jefe.
Es despertar y saber que he pescado un bicho. Como puedo me levanto, estrujo mis ojos, me duelen, así como todo el cuerpo. Las náuseas me hacen salir corriendo al baño.Joder…Después de sentir que mi vida se iba por el retrete me aseo para bajar al desayuno. Espero que el día de hoy no sea tan ajetreado como el de ayer, o definitivamente no le aguantaré el ritmo a mi jefe.Mi reflejo en el espejo da pena, esas ojeras no desamparan mi cara, me aplico un poco de corrector. Sé que apenas volver a la ciudad, debo ir al médico. Ya no puedo seguir ignorando los síntomas de mi cuerpo.Solo deseo que… sea algo viral y no tenga mayor complejidad.«Eso te pasa por no ir al médico desde el primer momento en que te sentiste así» dice esa voz molesta en mi cabeza.Una vez estoy lista, bajo. Mi jefe no me ha escrito de seguro ha de estar durmiendo. Debido a unas negociaciones que está haciendo con los Reyes, nos encontramos en su rancho.Nos invitaron a conocer el proceso del cultivo de las uvas y
SEBASTIAN GALLARDO El rostro pálido de Ileana no me da buena espina. Algo está pasándole, algo está alterándola. Lo he notado estos últimos días, por eso mi decisión de traerla al campo, pero ella no pareció notarlo hasta esta mañana que salió corriendo como alma que lleva el diablo en dirección al baño, y ahora acaba de hacer los mismo.—¿Qué te sucede hermosa? —cuestiona con ella en mis brazos inconsciente.Mi socio llega con su mujer hasta nosotros, le dan una mirada a la encargada de la casa, ni siquiera reparé en ella cuando noté que el cuerpo de mi asistente estaba por colapsar.La señora Reyes, le indica que vaya por agua y alcohol.—Gallardo, ¿la señorita Pedraza se encuentra enferma? —veo preocupación en ambas caras y no es para menos, la palidez de Ileana me enferma—. Ya mismo, mando a preparar la camioneta para que nos lleven al hospital más cercano.Ileana… Ileana… Ileana…Despierta hermosa.La encargada regresa con lo pedido por su patrona, me entrega el alcohol con el a
SEBASTIAN GALLARDO.Fui claro al momento de hacerle saber mi inquietud al médico que nos recibió. Esperé alrededor de cuarenta minutos para poder verla, para poder confirmar las teorías que en mi cabeza se están formando. El hecho que la enfermera me pida que la acompañe a cierta área me indica que no están equivocados la dirección en la que van mis pensamientos.Pero necesito la confirmación por parte de ella. Que salga de sus jodidos labios.«No sabes si es tuyo» deshecho ese pensamiento.La enfermera abre la puerta, la veo recostada en la cama con la mirada fija en la pared, su rostro tiene un poco más de color, su cabello rojizo cae en cascada por sus hombros, produciendo que mi pecho se caliente.Es una vista…Es una vista digna de ver, pero no en las circunstancias que nos encontramos.Ella desvía la mirada de la pared y me nota.—Ileana —la llamo, preocupado.Sus ojos son una tormenta. Hay tantas emociones en ellos.—Señor Gallardo.Trago.Cada que me dice señor es un golpe a m