Capítulo 2.

SEBASTIAN GALLARDO

El rostro pálido de Ileana no me da buena espina. Algo está pasándole, algo está alterándola. Lo he notado estos últimos días, por eso mi decisión de traerla al campo, pero ella no pareció notarlo hasta esta mañana que salió corriendo como alma que lleva el diablo en dirección al baño, y ahora acaba de hacer los mismo.

—¿Qué te sucede hermosa? —cuestiona con ella en mis brazos inconsciente.

Mi socio llega con su mujer hasta nosotros, le dan una mirada a la encargada de la casa, ni siquiera reparé en ella cuando noté que el cuerpo de mi asistente estaba por colapsar.

La señora Reyes, le indica que vaya por agua y alcohol.

—Gallardo, ¿la señorita Pedraza se encuentra enferma? —veo preocupación en ambas caras y no es para menos, la palidez de Ileana me enferma—. Ya mismo, mando a preparar la camioneta para que nos lleven al hospital más cercano.

Ileana… Ileana… Ileana…

Despierta hermosa.

La encargada regresa con lo pedido por su patrona, me entrega el alcohol con el algodón que rápidamente paso por la nariz de mi asistente.

No quiero creer… no quiero ni pensar en las últimas palabras que escuché por parte de esa mujer, aunque…

Tomo a Ileana entre mis brazos. Los Reyes vienen conmigo, le solicitan a su chofer que nos lleve a la primera clínica u hospital que se encuentre cerca.

Las últimas palabras que escuché se reproducen en mi cabeza, nuevamente, mientras veo su pálido rostro. ¿es posible? Después de tantos meses…

ILEANA PEDROZA.

No sé donde estoy, cuando soy consciente de mí, veo estoy entre tres cortinas azules y una cama de… ¿hospital?

—Señorita, mire aquí por favor —me indica un medico mientras evalúa mi vista, lo miro desconcertada. Lo último que recuerdo es…

No.

Mi corazón se acelera.

Un pitido a mi lado me hace voltear y notar el equipo que mide mis pulsaciones. La enfermera que está al lado del médico me pide que respire profundo y me relaje.

—¿Hace cuanto tiempo que llegué aquí? –pregunto con temor. Mi voz es carrasposa, me duele al tragar.

La enfermera me acerca un vaso de agua que tomo.

—Tiene alrededor de treinta minutos que llegó, Señorita Pedroza —abro los ojos desmesuradamente ante la respuesta del médico. ¿todo este tiempo estuve inconsciente—. Necesito hacerles unas preguntas de rigor, pero debe mantenerse calmada, su presión arterial está un poco elevada, y eso no es buen indicio en ningún estado.

Asiento.

—Se le practicaron una serie de exámenes para tener conocimiento de sus valores y hallar la causa de su desmayo —respiro profundo… una parte de mí sospechando lo que pudo haber arrojado esos exámenes—. Dimos con la posible causa, se le hizo un examen en concreto a petición de la persona que la acompaña.

Siento que sudo frío.

—¿Cuándo fue su última menstruación?

—El mes pasado —noto como el ambiente se tensa.

—¿Fue abundante o un leve manchón?

—Eh… fue un manchón… por lo general me dura dos o tres días, no sufro de cólicos ni nada, pero desde hace varios meses me dura un solo día —noto que la enfermera escribe en el historial médico.

—¿Cuándo fue su última relación sexual? —la pregunta hacer arder mis mejillas, muerdo el interior de las mismas y respondo con miedo.

—Hace cinco meses.

No me pierdo la mirada que pasa entre la enfermera y el médico.

—En vista de las circunstancias Señorita Pedroza, la remito a una consulta con obstetricia —leo entre sus palabras. Él nota la expresión en mi rostro—. Se encuentra usted embarazada.

Me paralizo, mi mundo se hace pequeño. ¿cómo es eso posible?

«Venga Ileana, ¿a estas alturas de la vida tengo que explicarte como se gesta un bebé?». Susurra esa voz molesta.

—De acuerdo a sus valores en sangre se estima de unas doce a quince semanas de embarazo.

No…

—Le sugerimos que se calme, tiene la presión un poco elevada y no es sano en su estado —me recuerda la enfermera—. Dentro de unos minutos vendrá la especialista de guardia y le hará la revisión.

Asiento.

—Por ahora, pasará estas veinticuatro horas en observación y de acuerdo a lo dicho por la especialista se evaluará darle el alta médica.

Un nudo se forma en mi garganta.

¿qué demonios voy a decirle a Sebastián?

¡Jefe, estoy embarazada!

No.

No puedo decirle, no va a creerme. Mucho menos después de cinco meses, ¿y cómo jodido no lo noté?

Me dejan sola por unos minutos hasta que llega la especialista, quien se presenta como la Dra. Hanoi Márquez, con ella entran dos personas más, quienes trasladan un equipo de ultrasonido.

La doctora me hace las mismas preguntas que el médico anterior me indican que debe revisar como se encuentra el feto dentro de la bolsa porque no es normal que manche tantos meses, pero que muy pocas mujeres suelen tener esas manchas al inicio del embarazo.

 En estos momentos me gustaría tener a alguien a quien sostenerle la mano, pero no puedo mandar a llamar a mi jefe. No hasta que materialice la idea en mi cabeza, no hasta que la doctora confirme que está bien la vida que crece dentro de mí.

Descubre mi vientre, vierte el gel frío que manda escalofríos por todo mi cuerpo. Me comienza a explicar todo el proceso, en un pequeño monitor comienza a señar las medidas, hace silencio y siento las inmensas ganas de llorar porque algo debe estar mal…

—Oh por Dios… —la Doctora me ve, no sé como interpretar su mirada.

Respiro profundo recordando que debo aguardar la calma, pero una lagrima traicionera baja por mi mejilla.

—Oh, cielo, eres muy afortunada —sus palabras a pesar de no ser explícitas me llenan de un profundo alivio.

—Estás en espera de gemelos homocigotos, en tu avanzado estado de embarazo es un milagro que ellos se encuentren bien a pesar de tu presión. —la doctora sigue hablando, pero yo me pierdo en mis pensamientos.

Siento… siento que me asfixio.

¿Dos?  

Joder…

¿Qué voy hacer?

Una idea fugaz pasa por mi cabeza, pero la desecho, yo no sería capaz, no me lo perdonaría. No juzgo a las personas que lo hacen, pero…

Al finalizar el chequeo me indica que pudo ver el sexo de los bebés. Le digo que primero debo hablar con el padre, porque no quiero robarle esta primera vez, aunque no sé qué reacción vaya a tener él.

La única vez que fui descuidada en el sexo y resulto embarazada, no de uno, sino de dos bebés…

Me trasladarán al aérea de ginecobstetricia y me tendrán monitoreada por allí. Le pido a la enfermera que llame a mi jefe. Tengo una conversación con él… una conversación que me tiene con el corazón en la boca.

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