El sol ya iluminaba con fuerza la habitación cuando Melina, con su curiosidad de niña, despertó antes que Clara. Sus pequeños ojos recorrieron el espacio en busca de algo interesante para entretenerse. Esta vez, en lugar de dirigirse al tocador de Clara, decidió explorar el armario de Mateo.Abrió las puertas de par en par, fascinada por las camisas perfectamente colgadas y los zapatos ordenados en el piso. Con esfuerzo, descolgó una de las camisas más grandes, de un azul intenso, que casi parecía una sábana en sus manos diminutas. Luego, con un entusiasmo desbordante, buscó entre los zapatos hasta encontrar los que usaba para salir con ella al parque.Melina se dirigió a la sala, arrastrando la camisa que le quedaba enorme y esforzándose por meter sus pequeños pies en los zapatos de su padre. Tropezaba y se tambaleaba, pero eso no la detenía; la niña seguí
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